18 abril 2024
CRÓNICAS

El caballero y la dama

Estas líneas son en homenaje a la memoria de un gran caballero, el General de la República, don Liber Seregni Mosquera y al de una gran dama, doña Lili Lerena.

Caballero se es por temperamento, por formación, es un don que adorna a la persona, desde la cuna hasta la muerte y ser una dama viene a ser la versión femenina del caballero, algo que se trae desde la cuna y se lleva hasta la muerte.

Todo lo dicho, en forma independiente, de si el origen es de fortuna o de un hogar humilde, de burgueses, estancieros, almaceneros, profesionales, o zapateros remendón.
El General Liber Seregni nació en el Barrio Palermo y en él pasó parte de su vida, barrio de inmigrantes humildes, conventillos llenos de judíos, negros, tanos y gallegos (término genérico para todos los españoles) de comparsas tamborileras que improvisaban una llamada en minutos quemando unos diarios para templar los tamboriles.

De ranchos de “fanintes” (término lunfardo del italiano fare niente) donde nunca faltaba, por su orden, primero un vaso de vino o, segundo, un plato de comida, pescadores de la costa o de trasmayo y chalana, algunos malandras (del lunfardo mal anda, malandrín).

Donde se cumplía a muerte de que en el barrio no se afana y las chiquilinas del barrio no reciben galanes de otros barrios, no sé como se salvó mi viejo que era de la Aguada.
Barrio por lugar donde se armó el crisol de razas y nacionalidades que le dieron el peculiar sentido al ser nacional.

La señora Lili Lerena, oriunda de Sarandi Grande, departamento de Florida, un pequeño pueblo que vivía y vive de la industria lechera, un pueblo, como diría un amigo, partido al medio por la vía, pero cuando se nace en el Interior, cobra valor la expresión “es lo que hay”.

Un gran caballero fue el General Liber Seregni y una gran dama, distinguida como tal, fue su esposa Lili Lerena, fallecida hace pocos días a los 96 años de edad.

Ambos sin apodos conocidos fuera del ámbito familiar, ya sean chabacanos o finos.

Siempre los vi de lejos, nunca tuve el placer de tratarlos.

Me consta el origen humilde del General y su padre debe de haber tenido una fuerte influencia de los anarquistas de la época, porque con ese nombre le marcó su propia tendencia política, que en su carrera castrense le debe haber pesado un poco.

Cuando se casaron se fueron a vivir en el Barrio Palermo en lo que es Salto y Gonzalo Ramírez, en la otra esquina de lo que fue la Usina del Tranvía.

A una cuadra estaba la playa Patricios, hoy tapada por la piqueta fatal del progreso, como dice la canción.

Si habré trillado esa esquina cuando muchacho, claro está que el General y Lili ya no estaban, calculo que en esa época, por su destino profesional estaría por Paso de los Toros, luchando con las consecuencias y las eventualidades de las inundaciones de 1959.
Recuerdo perfectamente cuando ocurrieron, porque mi padre falleció el 26 de marzo de 1959 y las lluvias empezaron al día siguiente del entierro, el 28 del mismo mes y año.

A los pocos días murió don Luis Alberto de Herrera, primeros días de abril y de ahí en más, se vinieron las inundaciones del año 1959 y el General Seregni, que tenía otro rango en esa época, era Coronel, estaba destinado en Paso de los Toros para prevenir que las aguas no se llevaran la represa de Rincón del Bonete, nombre que me gusta más que el del dictador que le han puesto oficialmente.

Se había hecho un sangrador al costado de la represa, para aliviarla, por si las aguas amenazaban derribarla y también había un sector para volarlo, si la cosa se ponía más grave.

Cuando la dictadura, Seregni tuvo gran protagonismo como opositor a la misma y el 9 de julio de 1973, si mal no recuerdo, convocó a una manifestación, en forma silenciosa, pero no hay cosa que haga más ruido que una cosa silenciosa.
Fue una sensación extraña, todos íbamos hacia el centro sin gritos, se había cortado el tránsito y se sentían los pasos de la muchedumbre por las veredas.

A las cinco de la tarde, alguien dio la orden y todos nos largamos a la calle en 18 de Julio esquina Paraguay, se armó un lindo tole tole, hasta que los camiones del ejercito, avanzaron por 18 viniendo del Este, con las luces prendidas y tirando tiros al aire.
Si eran balas de fogueo no me quedé para averiguarlo, pero si eran de las otras y los disparos los hubieran hecho a nivel del suelo habría sido una masacre.
Se corrió la voz, no confirmada oficialmente, que en 18 y Julio Herrera y Obes, recibió un tiro una persona, de una agencia noticiosa internacional, que estaba en un piso elevado mirando los acontecimientos o cubriendo los mismos.

Pero como estábamos en una época en que lo único que se pasaban, por los informativos referente al tema, eran las marchitas militares y daban la lista o nómina de requeridos o de presos por el régimen.

Qué tiempos aquellos, mi corrida fue por la calle Río Negro hacia el Sur, porque ese era el Barrio Sur y Palermo que le conocía todos los vericuetos.
El ruido de los tiros era impresionante y sobre todo para uno que no tenía ninguna experiencia en la materia.

En mi corrida me cruzaba con “los tiras” que se bajaban con los revólveres en la mano, de los Mustang, aquellos automóviles sport, que importaron y quedaron como clavo y los arrendaba o los había decomisado la policía o Fuerzas Conjuntas o quien tuviera unos galones y estuviera al mando.

Nadie me paró, porque calculo que como venía a una velocidad, en que los talones me hacían chichones en la nuca, los pasaba al galope antes de que se enteraran de que venía, rodeado de gente, claro que no veía a nadie, sino que lo único que veía era llegar a la rambla.

Con el jabón que tenía podía haber batido unos cuantos record olímpicos, porque el que dice que la va de guapo en esos momentos o que no le importa, es un vulgar mentiroso.

Bajé a la zona que tiene un pretil sobre el nivel de las aguas y fui desde Río Negro hasta la Chupadora del Palermo Country Club (eufemismo con que se designaba la parte donde nos bañábamos en el barrio) y subí por una escalera de hierro hasta la rambla, a esa altura totalmente tranquila y me fui chiflando bajito a la casa de mi vieja en San Salvador y Vázquez (Véase El Reporte. com.uy “El loco Ramón”.
Por esto, que luego calificaron de asonada, el ciudadano Seregni estuvo preso, por la dictadura hasta 1984.

Lo largaron, otro hecho que nunca olvidaré, cuando mi madre estaba en estado de coma en La Española.

Se movió con el ruido de las bocinas de la caravana y le dije, soltaron a Seregni y me apretó mis dedos con su mano, nunca más nos comunicamos, de forma alguna.

Pero estas líneas no son para escribir una biografía del General Seregni ni de su esposa Lili Lerena, sino para describirlos como lo que fueron, un caballero y una dama.

Un caballero al igual que una dama, deben ser reconocidos como tales por los demás y nunca decirlo ellos de sí como un mérito.

De acuerdo a lo dicho precedentemente una de las condiciones naturales de él y ella está en la humildad, no actuar en forma ensoberbecida.

Tratar a los demás, sea de la condición que fueren, como sus iguales,
La discreción es fundamental, tanto en el hablar, como en el decir, en el andar como en el vestir.

Los demás siempre tendrán prioridad y se les dará la derecha aunque no lo merezcan, pero un caballero y una dama, jamás juzgan ni destratan públicamente, a los demás y menos que menos a sus servidores, los cuales serán tratados siempre en forma preferencial.

Nunca proferir un exabrupto por mayor o menor que sea el desaguisado que se tenga que soportar.

Nunca se menospreciará a nadie, absolutamente a nadie, desde el mendigo hasta el de un mismo nivel.

No exigir de los demás más de lo que uno esté dispuesto a dar o brindar.

Practicar la fraternidad, utilizando la igualdad, no dando limosna, sino ayudando al prójimo de todas las maneras legítimamente posibles.
Estar siempre de pie y a la orden para servir al prójimo y de ser posible que este no lo note.

Como por ejemplo, Lili en sus últimos tiempos, con sus noventa y tantos años, llamaba a la gente porque quería verla y en el fondo irse despidiendo de ellos, uno a uno, paulatinamente, en este mundo.
Nunca una palabra más fuerte que la otra, sin caer en una conversación monocorde que aburre hasta al perro más fiel.

La buena ropa ayuda, pero una ropa común también lo hace, lo que si es de rigor que la misma tiene que estar presentable en materia de roturas y de limpieza.
Tener presente que el hábito no hace al monje, pero bien que lo ayuda.
El pelo cortado, sin que se note que fue recién cortado, ese es todo un arte que dominan solamente los mejores peluqueros, la cara limpia y afeitada y si se utiliza bigote, el mismo recortado.

No olvidarse de los pelos de las orejas y de la nariz, los cuales al afeitarse, todos los días, se deben cortar, cuando empiezan a despuntar.

Siempre dar el paso a otra persona y no hablar descomedidamente de nadie.

Sin lujos, pero si con prolijidad. Sin ostentar lo que no se es, sino simplemente tener la consideración debida para con los demás.

Son detalles, los cuales unos van llevando a los otros y de ahí en más el resto viene solo.

Al caballero Gral. Liber Seregni y a la dama Lili Lerena, mis mayores respetos.

En nuestro país no existe el cargo de primera dama como en otros países, por suerte que no existe, claro que Lili Lerena lo hubiera usado con hidalguía, cosa que no haría en forma ostentosa, sino natural, como todo lo de ella, que llegó de un pueblito del interior y ganó su lugar en el corazón de todos los uruguayos en la capital.
No por haber nacido en Carrasco se es caballero o dama.

Que todo sea para bien…

Un comentario en «El caballero y la dama»

  • Fue un gran hombre Liber Seregni y un gran caballero y siempre de tras de un gran hombre que hay?
    una gran mujer su señora Lili Lerena
    Saludos feliz NN y no tomen mucho hoy de noche

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