18 abril 2024
CRÓNICAS

El mal paso adolescente

Cuando era niño tenía mis libros, los cuales, no olvidaré nunca. “El Tesoro de la Juventud” de la Editorial Jackson, que tenía su bibliotequita propia, para sus veinte tomos, encuadernados en tela.

En ese mi territorio estaba todo, absolutamente todo, el único límite eran mis entendederas, pero con todo, archivé un montón de cosas, en mi disco duro, muy duro pero incipiente, como ser un abecedario para escribir en clave.
Cosa que llegué a aprenderla cuando llegué a la escuela.

Pero, desde muy chico, le entraba al diccionario y con las ilustraciones me entretenía aprendiendo.

Una sola vez, perpetré unas rayas en una hoja y la reprimenda debe haber sido muy seria, por la eficacia de la misma.
Todos los días del año, y a todas las horas del día, en una casa chica, me debo haber cruzado con la biblioteca, un montón de veces, pero ni tentado estuve de volver a cometer tal fechoría.

Lo heredó de mi, mi sobrino, en su condición de nieto primogénito de mis viejos, cosa que pasó hace como medio siglo y creo, no lo constaté, que se conserva intacto, salvo aquel error primigenio que le debe haber significado al entonces niño, evitar cometer hechos similares, y a mi sobrino también en lo que le compete.

Recuerdo otro libro, ya cuando leía y me enteraba de lo que leía o sea cuando me convertí en alfabeto.

No estoy siendo redundante, el que sabe leer pero no entiende lo que lee es tan analfabeto como el que copia su firma sin saber escribir, sino simplemente está dibujando su firma, sin enterarse de que letras está poniendo, pero sabe que ese dibujo es su firma.

A los viejos de antes les daba vergüenza no saber escribir y lo disimulaban, a muchos jóvenes de hoy les importa un rábano no saber leer ni escribir.

Cuando llegué a esa etapa del conocimiento, le entré por mí y ante mí a un libro con tapas en pasta, color bordeaux, con dibujos en negro y dorado.

Después me enteré que el dorado de las letras lo hacían con oro, ahora lo hacen con cobre.

El libro se llamaba los “Misterios de la India” y se trataba de una especie de héroe que salvaba de la secta de fanáticos estranguladores, llamada tughs, los cuales con un lazo de seda mataban a sus víctimas, pasándole el lazo por el cuello, tirándoles de atrás.

Los cuales estranguladores se reunían en un templo, que obraba en una especie de gruta, con antorchas prendidas.
No van a pretender luz eléctrica, todo lo cual producía en mi cabecita una visión fantasmagórica.

Hace unos años dieron una película sobre Rudyard Kipling, que la protagonizaba Sean Connery y estaban los tughs en pleno.
Tremal Naik (el héroe) y Ada (la bella salvada por el héroe), los recuerdo con simpatía hasta hoy en día, claro que tenían mucho de matinée cinematográfica, pero era lo que había sobre el papel de un libro.

Lo más interesante de esta anécdota es que Don Emilio Salgari, el autor de ese libro y muchos más, vivió casi toda su vida en Verona, Italia y le sacaban fotografías junto a presuntos cowboys y otro tipo de personajes que adornaban sus historias.

Lo más parecido a la realidad, es que hizo tres años en el Adriático estudios sobre náutica y algún viaje cuya certeza ha sido puesta en duda.

Como buen fanático de Salgari me devoré los libros, en los cuales sus conocimientos de la India, desiertos, mares, polos, cadenas montañosas y árboles exóticos, fueron tomados de enciclopedias de la época.

Ahora en los tiempos modernos lo busqué en el Petit Larouse Ilustrado para saber donde había nacido y en la parte histórica no lo nombra, y en la enciclopedia Grijalbo tampoco aparece el hombre y en el buscador Yahoo me encontré con un una semi biografía escrita en italiano, porque están a la venta los eBooks de unos cuantos libros de el autor de nuestros desvelos.

En Google es donde hay más material sobre dicho autor.

Para mi criterio, lo más grande de aquel pequeño italiano, fue darnos a través del papel una imagen que por nuestra imaginación aún perdura en nuestras retinas.

Por suerte lo pude leer, sacando los libros en préstamo de la biblioteca del Centro de Protección de Chóferes, a la cual accedía primero acompañado de mi padre y luego dado que vivía a cuatro cuadras del mismo lugar en que está ahora la biblioteca, el bibliotecario, que con el tiempo llegó a ser gerente de dicha institución, me prestaba los libros y me hacía falsificar la firma de mi viejo, lo cual a él lo calentaba sobremanera.

Había más de un estante, de la que fue una de las bibliotecas privadas más grandes del país, con tomos de Salgari y si se me escapó alguno, fue porque lo pasé por alto, porque estaba prestado cuando fui a buscar libros y me guiaba por el orden el del estante.

Para mí, había 97 libros en el estante, leí que escribió 80 novelas y cuentos, algún libro de cuentos me lo leí como si fuera una novela, a esa edad uno no distingue mucho y el fanatismo era muy grande.

Tan es así que el bibliotecario pretendía que leyera otros autores y yo seguía fiel a don Emilio.

Por suerte llegué primero a los libros que al cine porque Arnold Schwarzenegger, o como se escriba, interpretó personajes de Salgari y mis falsificaciones de firma a mi viejo eran pobres copias, de lo que pudo hacer ese señor.

Que los músculos le atrofiaron el cerebro aunque con el decurso del tiempo llegó a gobernador de California.
También se hicieron western spaghettis con temas de Salgari.

Con sus personajes y sus temas anduvimos por los Andes, el Himalaya, desiertos y mares, en la Isla Tortuga, sede de los corsarios y piratas en general, pero también le sirvieron los piratas de la Malasia y nos fuimos de la India al Polo y del Polo a donde nos llevara una de esas naves, con gran velamen y en el mástil con la bandera negra con la calavera y las tibias cruzadas, conducidas por los Corsarios Negro, Rojo y de algún otro color más.

Describió el baobab, un árbol gigante africano, que el otro día vi una fotografía y antes de leer de qué se trataba, ya sabía que era ese gigante de la celulosa.

Las descripciones en sus libros eran sobre dibujos o leyendas de aquella época, emergentes de sus consultas a enciclopedias y no por haber estado en tales lugares o haber visto tales cosas.

Lo más grande es que Vargas Llosa, Neruda, Reyes, Isabel Allende, Umberto Eco, Luis E. Borges, reconocen la influencia, que tuvo en ellos. Las lecturas de los libros de don Emilio Salgari.

No me pasó lo mismo con Julio Verne, nunca pude terminar un libro suyo, y también tiene sus fanáticos, pero en mi caso lo encontraba demasiado artificial y no me llegaba, como la Vuelta al Mundo, o el Viaje a la Luna, entre muchos otros.

Robert L. Stevenson me apasionó, Dumas no tanto.

Pero descubrí a los 10 tomos de Tarzán de los Monos de Edgar Rice Burroughs, nada que ver con lo que publicaban en la última página del suplemento del diario El Día.

Lord Greystoke en los libros era muy distinto al compañero de Jane y padre de Boy, se parecía solamente en decirle Tantor al elefante, Chita a la mona, kriga al grito de terror y tarmangani a los hombres blancos, numa al león, bundolo al grito de muerte.

De ahí a Horacio Quiroga fue como tomarse un vaso de agua, en aquella época con granadina.

Lo leía y lo volvía a leer al salteño misionero, pero cuantas noches me sorprendí revisando la almohada por si lo del almohadón de plumas no era puro cuento.

Emilio Salgari – IR AL VIDEO

Cuando fui un poco más grande y ya disponía de mis ingresos, hice una compra asesorado por el propio vendedor, mi querido amigo el Turco Iván Kmaid, que a pesar de las diferencias de edad, fuimos muy compinches y el libro sobre el querido Turco, que lo pinta tal cual es, no pude terminarlo, porque tuvimos tantas fechorías juntos que no pude soportar verlo quieto en el papel y yo vivito y coleando.

Turco tu fuiste en gran parte culpable de mi afición por el papel impreso, cuando compré un montó de libros de Editorial Losada de la que en aquella época eras vendedor.

Querido Iván, después con el tiempo y ya mayores compartíamos todos los años unos días de verano, en una playa lejana, donde algunas señoras hacían topless en aquellos tiempos.

El marido o el compañero les hacía la campana en aquella playa desierta y por esas casualidades que tiene la vida, nosotros siempre caminábamos para esos lares.

Los maridos se paraban y nos miraban y el Turco, como quien no quiere la cosa, andaba mirando la arena, buscando algún caracol y el guarda desnudos se ponía malo sin decirlo y cuando nos íbamos después de haber visto todo lo que había para ver, el gran Iván decía “habrá que ser cornudo para prestarse de vigía de damas haciendo topless”, claro que eran otros tiempos.

Las damas eran de avanzada en playas desiertas y francamente hablando, no había mucho para ver más que un par de huevos fritos al sol, porque además de ser de avanzada, eran de avanzada edad.

Turco, como buen hombre de frontera, te gustaba tanto el Chuy, como su Rivera natal.

Adorabas los free shops y odiabas a los aduaneros.

Fuimos felices en esos tiempos querido Turco, a mi no me gustaba el espeito corrido, pero a ti te gustaba todo lo abundante en materia de comidas.

Te fuiste callado, como se fueron tantos.

Que todo sea para bien.

3 comentarios en «El mal paso adolescente»

  • Cada vez se lee menos y según dicen algunos indicadores, cada generación leerá menos que la anterior. Cuantos libros leían por año las personas promedio en los 60 -70 y 80 y cuantos leemos ahora? No se si eso es mejor o peor, pero si se que en la literatura que se esta dejando de leer, fabulas, cuentos o de estudios, los autores también transmitían en el texto un modo de expresión, buenas costumbres, formas de comportarse, etc, que no vemos mucho hoy en día, y añoramos…

  • En mi época en mi liceo, el No. 5 , José Pedro Varela, no confundir, el público, los adscriptos cuando faltaba un profesor, de la materia que fuese, venían y cada cual sentado en su lugar escuchábamos la lectura de algo de Quiroga o de lo que fuere. Daba la casualidad que el adscripto era Juan Carlos Legido. Me gustaría saber qué hacen los adscriptos hoy, tienen la posibilidad de hacer una lectura a estudiantes interesados? O tanto los unos como los otros se hacen los chanchos rengos y que la patria reciba la incultura generalizada. Hoy para jugar al fútbol se necesita tener cultura. Vean a quienes le va bien y quienes duran un cuarto de hora. Cuanto le costó a Luis el lío con el negro francés y no haberle dado la mano y mostrar el medio medio a los que le pagan el sueldo. Quedó contento? Se sacó las ganas? Eso le va a costar mucho. Abreu con su mentalidad positiva y ya medio veterano tiene las puertas abiertas en Europa, Argentina, Brasil y Uruguay y no se va a Turquía porque no se le canta. Todavía puede elegir. la cultura no son solo los libros sino el arte de saber vivir y vender bien lo suyo.

  • Yo leí alguna cosa de Salgari, pero el libro que realmente me hizo amar la lectura fue Miguel Strogoff de Julio Verne. Depués seguí con muchos libros de la colección Robin Hood: Tarzán, Bomba, Los cuentos de la Alhambra, Corazón, …. y después Quiroga que parece ser el salto obligado para pasar de la infancia a la adolescencia en lo literario. Es lamentable que la pasión por leer en nuestros jóvenes no sea corriente, ya no se ven casi personas leyendo en los ómnibus como se veían hace algunas décadas. Pero hay que reconocer que reciben muchísima información por otros canales que entonces no existían, ¿que hubiera sido de nosotros si hubiesemos tenido acceso a Internet y a las redes sociales? También quiero romper una lanza por una parte importante de la juventud, que lee, que va al teatro, que le gusta la buena música, que va al cine a ver buenas películas, etc. Los niños que ven a sus padres leer y los que son arrullados con cuentos de muy pequeños al final es muy probable que sean buenos lectores.

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