El misterio de los felinos

En la más profunda oscuridad, a un lado de la calle, a la vuelta de la esquina, en el campo o entre las casas, dos rutilantes luces brillan a la vez, se apagan por un instante, y luego desaparecen rápidamente, engullidas por la noche… es un gato.

El no sabe que sus ojos que ven en la oscuridad y que reflejan tan vivamente la luz, son una de las causas de la variable fortuna que sella, desde que el mundo es mundo, la suerte de su especie. Los ojos del gato son su destino y plantean un fascinante misterio al hombre que, según las civilizaciones, le ha considerado compañero o enemigo, auxiliar o ladrón, divinidad o demonio.

El gato que nos mira, socarrón, lleva el destino en sus ojos: éstos representaron la conjunción entre el sol y la luna para los egipcios, la puerta del reino de las hadas para los celtas, la mirada del maligno para el medioevo, el ingrediente preferido de las pociones que curaban la ceguera y la histeria de los magos y doctores de los siglos pretéritos… Aquellas dos lucecitas fascinantes no pueden imaginar cuánta historia tienen tras de si…

Sus antepasados más remotos se remontan al período del eoceno, es decir a unos 65 millones de años. Naturalmente, no existen fechas históricas que permitan datar el momento en que el gato o por lo menos el felino, se volvió doméstico. Lo que es cierto es que fue de los últimos de los animales salvajes en ser domesticado, a causa de su naturaleza arisca y de su necesidad de libertad y autosuficiencia. Sólo con la fantasía podemos imaginar que un día una mano ignorada y primitiva acarició por primera vez el blando e indefenso lomo de un gatito, sellando con aquel gesto instintivo el principio de una relación que se remonta por lo menos a unos 4.000 años.

La leyenda: Una leyenda cuenta que Noé se percató de que los ratoncitos que había embarcado en su arca, junto con las demás parejas de todas las especies animales, se estaban reproduciendo en demasía, poniendo en serio peligro las provisiones alimenticias. Preocupado, le preguntó al Señor, que le aconsejó acariciar tres veces la cabeza del león. Noé cumplió las órdenes de Dios y al hacerlo el león estornudó y de sus narices salió la primera pareja de gatos quienes tomaron cuenta de los ratones respetando a la primera pareja que sería la encargada de perpetuar la especie.

De ángel a demonio: En muchas civilizaciones el gato fue motivo de admiración, desde los mochica, luego incas y otros pueblos precolombinos, pasando por los griegos y romanos que lo amaban, hasta su máximo esplendor en Egipto, donde se lo adoró como a un Dios, ya que cuando moría lo momificaban junto a su dueño, colocando al lado del mismo un platillo de leche y algunos ratoncitos embalsamados.

En el Tibet (hasta hoy día) pueden encontrarse en los templos de los lamas, gatos siameses custodiando los tesoros de los monjes como verdaderos y fieles guardianes. Pero no todo sería beneplácito para nuestro querido gato, en la Edad Media la barbarie, la ignorancia y la idiotez humana impulsan al hombre a cometer absurdas atrocidades contra hombres y animales en nombre de una inexplicable histeria pseudo-religiosa.

El gato, que había sido ídolo pagano, no podía escapar a una furia tan irracional, y así los mismos ojos magnéticos que le habían valido la divinización lo condenaron a la hoguera, convirtiendo a tan hermoso ser en una encarnación del mismo diablo. La terrible peste del siglo XIV que causa la muerte en Europa de casi 25.000.000 de personas ( o sea 3 de cada 4 ) fue interpretada como un castigo divino. La ignorancia, unida al terror ciego impulsó a los hombres de la época a buscar un chivo expiatorio con el cual lavar sus pecados. Buscaron a los ” diferentes”: las brujas y, como no podía ser de otra manera: el gato.

Fueron quemados, torturados, maltratados y muertos de la manera más horrenda millones de gatos, mientras que la verdadera responsable de la peste se multiplicaba por miles: la rata negra. Debieron pasar siglos para que la idiotez humana diera paso, si no a la sensibilidad, por lo menos a la lógica…recién hacia el siglo XVIII el gato es reivindicado y nuevamente se lo vuelve a considerar un animal inofensivo, más aún, limpio, útil e incluso necesario.

En Inglaterra llega a ser el único animal admitido en los conventos. Nobles y reyes de Europa, apreciando sus cualidades y su belleza lo hicieron su compañía preferida y hoy día en ciertos sanatorios se permite la entrada de estos silenciosos y pulcros animales, en terapias de rehabilitación.

En nuestro país, atrasado en el mundo unos cincuenta años, los gatos no son considerados como deberían, ya que nuestros gobiernos nunca se han preocupado por defender los derechos de los animales y el gato no es la excepción. Si bien los perros abandonados se ven en las calles y eso hace posible su ayuda, los gatos se esconden y cuando están enfermos o heridos mueren solos en terribles agonías.

La Comisión de Zoonosis sólo castra perros (cosa que está muy bien) pero se olvida que los gatos se multiplican mucho más que éstos, formando colonias de cientos de individuos que hace casi imposible su control sanitario. Existe un grupo de gente de bien, denominado Grupo YOT, el cual se creó a raíz de la multiplicación indiscriminada en el Yot Club de Montevideo, que se ocupa de castrar y supervisar diferentes colonias, en un esfuerzo privado importante. El mismo estará presente en la Expo Felina en el Hotel Ibis (La Cumparsita 1473) el próximo domingo 27 de junio de 10 a 19 hs, promocionando sus jornadas de captura y castración, ofreciendo bonos colaboración para seguir con su trabajo y vendiendo productos especiales para felinos.

Si leíste esta nota hasta el final es porque de alguna manera te interesa el tema…entonces, acércate ese día a apoyar, colaborando con atún, arroz, y si es posible alguna jaula de transporte, y a deleitarte mirando las razas de uno de los animales más hermosos del mundo: el gato.