19 abril 2024
MUNDO

Los Klapers

Siendo administrador de una sala teatral, en aquellos tiempos no tan lejanos, pero muy cercanos tampoco, vino el Tucho Horta, hoy fallecido, a pedir la sala para presentar tres conjuntos de parodistas, cosa que no se estilaba en aquel entonces.

El concepto era que los carnavaleros tenían que ir al tablado, al club del social o deportivo del barrio o al Teatro de Verano, hoy llamado Ramón “Loro” Collazo.

Le negué el teatro porque ya me veía a los fans destrozándome la sala y el Tucho, del cual habíamos sido compañeros en el liceo o preparatorios, sin nombrarme a mí, pero a la sala sí, nos incineró en el diario El País, un tercio apaisado central de página impar, que son las más caras, porque las pares aparentemente la gente no las ve, cosa que hicieron gratis para pagar o cobrarse alguna gauchada.

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Pero no es lo mío hablar de lo que no fue o pudo haber sido, ni de los que fueron, ni de los que dejaron de ser, sino a otros klapers que no son parodistas.
La gente de los barrios o de zonas del Interior descubrieron un montón de bienes y servicios gracias a los klappers.
Como verán no estoy hablando de los parodistas del carnaval, sino de los judíos, mal llamados turcos.

Les decían turcos a los judíos, de distintos orígenes pero principalmente a los sefaraditas, que habían llegado a Turquía por decreto de Isabel La Católica, por haberse negado a convertirse al catolicismo y por generalización a los armenios que en su caso es ofensivo llamarlos así por el holocausto armenio de 1912 donde los turcos mataron a más de un millón de armenios e hicieron una pirámide con sus cráneos y muchos emigraron para América saliendo principalmente por el Líbano (de ahí la grafía francesa de sus apellidos) o directamente de Turquía y también los propios turcos.

Los klapers recorrían los barrios pobres de la ciudad y también los caminos de tierra del interior a pie y vendían mucha cosa de fiado, fueron en pocas palabras los que inventaron la tarjeta de crédito y el clearing oral.
Claro que eran gente muy trabajadora, bajo riesgo permanente, sufrida, porque salían en verano y en invierno, pasaban la canícula o se congelaban lisa y llanamente para buscar el mango.

Como buenos sobrevivientes tenían sus claves y el clearing de morosos lo tenían muy claro y sencillo de llevar, porque el que no les pagaba en la puerta de la casa, en un lugar predeterminado que solo los klapers lo sabían, le escribían con un pequeño rayado en la pintura la palabra schvok (clavo en yiddish) que también cumplía el doble propósito, uno el informativo y otro el de espantar moscas indeseadas como eran los competidores, también de la cole, porque si venía otro klaper lo hacía para hacerse de cliente ajeno y al ver que era un schvok, un clavo, en criollo vale también, ni se anunciaba y menos hacia negocio y como buen pícaro, terminaba pisando la cáscara de banana que le había dejado el klaper anterior y solamente el anterior sabía si lo escrito era traif (trucho) o kosher (bueno) la anotación.

De esta actividad salió el dicho “como maleta de turco” (cargada a más no poder) o cargado “como un turco”, porque ellos en invierno llevaban las cobijas moras, aquellas de color gris que ni trama tenían, pero eran a lo que la gente podía acceder y así como eso, montones de artículos de necesidad y algunos suntuarios también, que la gente ignoraba su existencia y de sus precios por no bajar al pueblo o al centro urbano próximo.
A plazos era la operación del mal llamado turco con el criollo, por lo general en tres cuotas, con la primera estaba salvado el costo y las dos restantes compensaban los intereses que tenía que pagar el mercachifle al capitalista al que llamaban en yiddisch “kuéntanik” (el que llevaba las cuentas) y las utilidades de su actividad comercial.
Klappers debe ser un término honomatopéyico por el sonido de batir las palmas para llamar en las casas o el de golpear la madera de las puertas.
Los miles de kilómetros que han caminado esos klapers para llevar el pan a sus hijos y darles una educación, son incalculables.

Enfrente de casa había un klaper religioso que salía los lunes y volvía los viernes antes de la caída del sol para cumplir con el shabat y las lecturas bíblicas.
Era persona mayor, recuerdo cuando murió que lo velaron en su casa y llevaron el féretro a pulso hasta la vuelta de la esquina, donde lo pusieron en el vehículo que lo llevó al cementerio de la comunidad y los dolientes fletaron un ómnibus para ir hasta La Paz.

Claro que muchos de la colectividad tienen un buen pasar porque arrancaron con ese trampolín de los viejos que hicieron la patria caminando o en carro.

El klaper urbano era una cosa, pero el klaper suburbano o rural muchas veces era robado o asaltado e inclusive asesinado, dado que andaba por esos caminos, que apurado por las circunstancias al principio no sabía ni por donde andaba.
Cuando ya había crecido en sus negocios y se había convertido en un buhonero con carro y todo, los malhechores los esperaban a la salida de los bajos de los caminos, donde ante el repecho, por más que azotaran a los caballos los detenían fácilmente y los despojaban de la mercadería, porque el dinero era más complicado encontrarlo, porque cada uno tenía su escondite privado, distinto, exclusivo y disimulado en su carro o en algún lugar del camino.

Cosas de la vida, a nosotros los no judíos, los judíos religiosos nos llamaban gentiles y la iglesia a los judíos conversos por orden de los Reyes Católicos en contubernio con los que mandaban, les llamaban marranos.

Cuando es valor sabido que el cerdo es mal considerado por los judíos religiosos e inclusive por los árabes, como un animal sucio y que se privaban de comerlo, por más hambre que pasaran.

El origen de las persecuciones a los judíos por parte de distintos pueblos de Europa era muy sencilla.

Por disposición de la Iglesia era pecado prestar dinero a interés por lo tanto esa tarea bastante lucrativa quedó en manos de los judíos.

Los señores feudales o los príncipes pedían préstamos y cuando engordaban las cuentas, dictaban un decreto o documento de similares características y fuerza, los declaraban fuera de la ley, los metían presos e inclusive los mataban en la plaza pública, por el delito de ser acreedores de los poderosos y con el telón de fondo de que eran los culpables de la muerte y martirio del Cristo, que omitían decir que también era judío, tan es así que la era cristina empieza, no cuando el nacimiento de Jesucristo el 24 de diciembre, sino cuando su circuncisión el 6 de enero, que es el momento en que el niño ingresa a la religión judía.

Lo mismo pasaba porque eran proveedores de caballadas y de pienso para alimentar a los caballos y cuando no les podían o no querían pagar, los pasaban para el lado sucio, haciéndolos culpables de algo grave.

Claro está que no podían ejercer otros oficios o profesiones, porque la Iglesia se los prohibía y las funciones de policía en tal sentido las ejercía el tribunal de la Santa Inquisición.

El que quiera profundizar en el tema, sírvase leer un libro muy interesante y entretenido por lo llevadero y bien escrito, titulado “La gesta del marrano” (la gesta del judío converso), del Dr. Marcos Aguinis excelente escritor argentino entre otros méritos.

El mundo siempre fue mundo y lo seguirá siendo con las picardías para pasarlo mejor haciendo lo menos por parte de determinadas categorías de sus habitantes.

4 comentarios en «Los Klapers»

  • Muy bueno, yo pense que arrancabas pal carnaval con los Gabys y los Klapers y los Carlitos y otros parodistas pero la historia de quienes eran los klaper no la tenía..Gracias por el dato.

  • Super excelente! Me encantó!

  • 👏👏 Buenísimo relato. Gracias.

  • Excelente, es la historia de mi padre.

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