20 abril 2024
CIENCIA

Petroleras invierten en el automóvil eléctrico

Por una cifra de 20 millones de dólares, la petrolera British Petroleum (BP) compra StoreDot, una empresa israelí dedicada al desarrollo de baterías de carga ultrarrápida.

La cifra por la cual vendió la empresa israelí parece una ganga al lado de los miles de millones de dólares que la petrolera británica invierte cada año para la generación de gas y combustible.

De todas formas, esta compra de la petrolera, refleja el interés del sector en asegurarse una buena posición en el desarrollo tecnológico del coche eléctrico que, según muchos analistas, disminuirá la demanda global de petróleo.

La de StoreDot no ha sido la primera operación de BP en este campo; la compañía firmó en mayo una alianza con NIO Capital, un grupo chino que invierte en tecnología de movilidad avanzada y, en enero, adquirió una participación en FreeWire, una compañía estadounidense especializada (al igual que StoreDot) en baterías de carga rápida.

Royal Dutch Shell compró New Motion el año pasado, el operador holandés de una de las mayores infraestructuras en Europa de carga para coches eléctricos. Y Total está desarrollando la nueva generación de tecnología para vehículos eléctricos a través de Saft, una empresa de baterías que la compañía francesa compró en 2016 por 1.100 millones de dólares.

Estas inversiones son parte de la estrategia de las grandes petroleras europeas para entrar en la cadena de fabricación de los vehículos eléctricos. El objetivo consiste en anticiparse a un contexto energético en el que las energías renovables tendrán un peso mayor en el mix energético, a costa de los hidrocarburos.

Shell y Total tienen fuertes inversiones en granjas de energía eólica y solar. Pero, éstas y las otras grandes petroleras están mostrando también un notable interés por la tecnología que está detrás de los cambios que está viviendo el sector del transporte con el auge de los coches compartidos tipo Uber y, a futuro, con la llegada de los vehículos autónomos.

Shell, por ejemplo, tiene una participación mayoritaria en una start up británica que se llama FarePilot; esta empresa ha desarrollado una aplicación que permite saber a taxistas y conductores de empresas de coches compartidos en qué lugares hay una mayor demanda por parte de los consumidores.

Caída de la demanda Todas las grandes compañías europeas del sector son conscientes de que la demanda de combustibles fósiles tocará techo en algún momento durante las dos próximas décadas y que después comenzará un lento declive.

En su informe anual publicado en febrero, BP aseguró que en 2040 los tres millones de vehículos eléctricos que hay actualmente se convertirán en trescientos millones. Esa cifra seguirá representando solo un 15% de la flota global de vehículos, aunque transportarán al 30% de todas las personas que se desplacen, ya que muchos utilizarán coches compartidos.

Spencer Dale, economista jefe de BP, aseguró que esta tendencia se acelerará cuando los coches compartidos sean autónomos. “Cuando no se tenga que pagar al conductor el coste de la movilidad compartida caerá entre un 40% y un 50%”, explicó Dale. “Veremos un incremento en la movilidad compartida y muchos de esos vehículos serán eléctricos”, añade.

La saudí Aramco, la mayor productora de petróleo del mundo, está convencida de que las previsiones que hablan de un pico en la demanda están sobredimensionadas.

La compañía estatal de Arabia Saudí cree que el consumo de petróleo seguirá creciendo más allá de 2040 gracias a la demanda de los mercados emergentes y el transporte aéreo y el de mercancías, más difíciles de electrificar.

Las grandes petroleras de Estados Unidos, ExxonMobil y Chevron, comparten esa opinión. A pesar de ello, el fondo soberano saudí también ha visto señales de cambio, ya que compró un 5% de Uber a cambio de 3.500 millones de dólares en 2016. Además, está invirtiendo mucho en Vision, el fondo tecnológico de SoftBank, que ha destinado miles de millones de dólares en start ups de coches compartidos en casi todos los continentes.

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