17 abril 2024
INSÓLITOS

Protocolos de los sabios de Sion

En plena oleada de antisemitismo en Rusia, en 1903 la policía secreta zarista difundió la noticia de que un grupo de judíos y masones habían tramado un plan para conquistar el mundo.

En 1903, el diario Znamya de San Petersburgo publicó una serie de documentos bajo un misterioso título: Los protocolos de los Sabios de Sion.

Se trataba de las actas de unas reuniones secretas que los «sabios de Sion», es decir, los judíos más poderosos del mundo, habían llevado a cabo en agosto de 1897 en la ciudad suiza de Basilea.

Los encuentros habían coincidido con la celebración del primer Congreso Sionista, impulsado por el judío austríaco Theodor Herzl, fundador de un movimiento que defendía el derecho de todos los judíos a vivir en un «hogar nacional judío» en Palestina.

Los 24 protocolos (uno por cada reunión) sacaban a la luz los presuntos planes secretos de los judíos para dominar el mundo.

Los «sabios» proponían infiltrar agentes en las empresas, medios de comunicación y gobiernos mundiales, animaban a sobornar, corromper e incluso provocar revoluciones y guerras, así como fomentar la inmoralidad y la destrucción de las instituciones tradicionales.

En el caos que provocarían estas acciones, la población buscaría como salvador a un gobernante «descendiente de la casa de David».

Así los judíos se vengarían por la opresión sufrida a manos de los cristianos. Además, para ello contaban con la alianza de los masones, quienes por medio de sus logias influirían sobre el pueblo inculto.
Naturalmente, estas reuniones nunca tuvieron lugar.

Hoy sabemos que los Protocolos fueron redactados por Matvey Golovinsky, un aristócrata y agente de la Ojrana, la policía secreta zarista.

Tras su primera publicación parcial, en 1905 apareció la versión completa de los Protocolos, también en Rusia, en un apéndice a El Grande en el Pequeño: El Advenimiento del Anticristo y el Dominio de Satán en la Tierra, obra de Sergei Nilus, un oscuro personaje mezcla de escritor, místico y agente secreto.
El infundio se extiende

El objetivo de Golovinsky era reforzar las falsas creencias de la población rusa sobre los judíos y hacer creer que los que pedían la democratización del régimen autocrático formaban parte de una siniestra conspiración judeomasónica.

La revolución de 1917 acabó con esta política, pero, irónicamente, confirmó en cierto modo aquellas falsas creencias, pues varios de sus líderes, como Trotski o Bujarin, eran judíos.

En los años siguientes, los Protocolos llegaron a Europa y América de la mano de emigrantes anticomunistas, los rusos blancos.

Traducidos a numerosos idiomas, sirvieron de base para todo un género literario de libelos antisemitas.
Por ejemplo, El judío internacional, un conjunto de panfletos patrocinados por el empresario norteamericano Henry Ford y publicados entre 1920 y 1922, desarrollaba las tesis de los Protocolos aunque posteriormente Ford renegaría de ellos.

En 1919, los Protocolos ya se había traducido al alemán; tanto Hitler como Goebbels sentían gran admiración por la obra, igual que por el panfleto de Ford.

Al llegar los nazis al poder, en 1933> los Protocolos ya llevaban treinta ediciones en el país.

Para entonces ya se sabía que la obra era una completa falsificación.

En 1921, The Times de Londres publicó un artículo que demostraba que los Protocolos no eran más que un plagio de una sátira política francesa, Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, escrita en 1864 por Maurice Joly, un texto que no era un libelo antisemita, sino una crítica al despotismo del emperador Napoleón III. Otras obras, como la novela Biarritz (1868), del alemán Hermann Goedsche, también habían inspirado los Protocolos.

A pesar de las pruebas aportadas por The Times, las tesis del libelo ruso no dejaron de extenderse por todo el mundo y éste se convirtió en el texto antisemita más leído e influyente del siglo XX.

El éxito de los Protocolos hasta nuestros días se explica posiblemente porque recurren a temas clásicos del odio antisemita, como «los judíos siempre conspiran», «no conocen más patria que su raza» y otras ideas similares.
En palabras de Umberto Eco, autor de la novela El cementerio de Praga, que narra la creación de los Protocolos, el razonamiento de sus defensores es el siguiente: «Puede que sean falsos, pero expresan de manera exacta lo que piensan los judíos y, en consecuencia, deben ser considerados auténticos».

EL ÉXITO de los falsos Protocolos de los Sabios de Sion fue resultado de las corrientes de antisemitismo que se desarrollaban tanto en Rusia -escenario de brutales pogromos y medidas de discriminación- como en Occidente.

En Francia, el caso Dreyfus (por el militar de origen judío condenado injustamente por espionaje en 1894) desencadenó una oleada de propaganda antisemita.

Por ejemplo, la poderosa familia de banqueros Rothschild fue objeto de caricaturas –como la que se muestra junto a estas líneas, aparecida en la revista satírica Le Rire en 1898- en las que se denunciaba su supuesto plan secreto para dominar todo el mundo.

Un comentario en «Protocolos de los sabios de Sion»

  • Que espanto una epoca de mierd. casi igual que la guerra fria donde un mismo tipo tenia varios nombres y traia y llevaba chismes en varios paises dicen que los estados unido y inglaterra eran los que les pagaban mejor a los espias.

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