19 abril 2024
CRÓNICAS

Se busca un hombre humano

Estaba mirando por televisión el programa Santo y Seña, donde un periodista cayó en la torpeza de intentar sobornar sin suerte a un inspector municipal, por una infracción por alcoholemia al conducir.

Es común que para obtener más bebida alcohólica en una fiesta, a expensas del festejante, se le da solapadamente propina al mozo para que no lo olvide en ninguna vuelta.

Hete aquí, una de las diferencias entre la propina, coima, soborno y demás elementos que se utilizan como lubricantes en la vida social, para pasarla mejor, más cómodos y todos estos hechos son exactamente lo mismo, son inmorales y se está sobornando a una persona que está prestando servicios remunerados para hacer las cosas bien y con el lubricante flechamos la cancha a favor nuestro y en contra del patrón o del que paga el servicio.

En el caso de referencia resultamos nosotros los propios patrones del sobornado, porque un contribuyente soborna a su empleado, para que no cumpla con su deber.

Véase que ut supra escribí “sin suerte” porque si hubiera dado con un ser sobornable hubieran sido ambos un par de vivos más de los muchos que tenemos en nuestra sociedad, y no me excluyo de los propineadores, porque me gusta ser servido atentamente y retribuyo la atención con otra atención.

Leyendo El Hombre Mediocre de Giuseppe Ingenieri, un siciliano que se crió en la Argentina y es considerado uno de los seres más estudiosos de la conducta humana, e inclusive castellanizó su nombre y su apellido siendo conocido el Doctor en Psiquiatría, como don José Ingenieros, que fue un gran conferencista y escritor, trabajó mucho sobre el hombre y sus conductas y en muchos casos llega a un nivel que nos desubica, porque para Ingenieros un hombre honesto a carta cabal es un “hombre mediocre” claro que esto lo escribió y lo dijo hasta su prematura muerte en 1925 y a noventa y un años de aquel hombre mediocre honrado a carta cabal hoy tal vez habría que escribirlo distinto.

El griego Diógenes, al que le decían el cínico, un par de miles de años antes, andaba por las calles de Atenas, en pleno día, con una antorcha buscando un hombre, pero interpréteseme bien, un hombre de verdad, que usara la verdad y lo peor de todo es que a Diógenes le decían cínico, pero no por pensar una cosa y decir la otra, sino por su afición a los perros.

Cinos es perro en griego.

También los perros han llevado a confusiones a su mejor amigo, por ejemplo ese pajarito que se cría en cautiverio y canta y le llamamos canario y es proveniente de las islas Canarias, las cuales no se llaman así por los pájaros, sino que las islas se llaman así, porque cuando las descubrieron estaban llenas de canes y de ahí canarias.

BUSCANDO HOMBRES

No se me interprete mal por favor…
Aunque con una posible pinceladita de mitología, cuenta la historia griega que en una ocasión, un famoso filósofo llamado Diógenes, en pleno día, salló por las calles de la ciudad llevando en una manó una antorcha encendida.

La mayoría de las gentes sencillamente lo ignoró; unos pocos lo despreciaron y se burlaron de él creyéndolo loco o borracho.

Otros, ínfima minoría, que conociéndolo lo estimaban, le preguntaron muy en serlo: “¿Qué buscas, Diógenes?”. Entonces surgió la respuesta Insólita: Buscó un hombre.
Sí.
Esa fue la Inesperada contestación del ilustre filósofo: “Busco un hombre”.

Cada día, centenares de hombres iban y venían por las calles; y en los días de asueto, miles de individuos se reunían por variados motivos en las plazas, los templos y, los estadios.

¿Cómo explicar, entonces, que Diógenes buscase un hombre?
¿No los tenía ahí delante suyo?
¿Era una broma? No.
Se trataba de un asunto extraordinariamente serio.
Yo diría: ¡¡¡trágicamente serio!!!.

Esos hombres, esos Individuos que iban- y venían por las calles eran hombres comunes y corrientes -a los cuales todo el mundo podía ver sin necesidad de antorcha; su hombría material y física era patente, tangible; su hombría psíquica, en gustos, deseos, envidias y vanidades, estaba también a la vista: su hombría en busca de premio olímpico y las expresiones de la vida diaria, se mostraba abiertamente. Parece un problema difícil, pero la sencilla solución estaba en que Diógenes no buscaba ESOS hombres, de carácter común.
El buscaba “otra” expresión de hombría, una expresión que no se podía captar, analizar y aquilatar con los ojos físicos y ante la luz física del sol.

La “simbología” era utilizada corrientemente por las Escuelas Iniciáticas de aquella época.
La Verdad era escondida en palabras o hechos para conservarla pura sin contacto con la Ignorancia del pueblo común que, al no entenderla, la alteraría.

Justamente la antorcha encendida en pleno día era simplemente un Símbolo.

Significa “otra manera de mirar”, otro tipo de luz para juzgar, porque era otra la hombría y expresión humana que se buscaba: una expresión de hombre que evidentemente no abundaba, una expresión escondida que la mayoría de la gente Ignoraba y con la que no tenía trato.

Diógenes sabía que cada hombre ¿físico-psíquico lleva en su Interior, más o menos escondido e ignorado, “otro hombre” que puede pronunciarse en conocimientos, en pensamientos, en actos, en Yo Moral, en Yo Espiritual?

Un hombre distinto al otro; distinto por superior.

Un Hombre Prototipo del programado por el dios creador de todas las cosas: un Hombre hijo y heredero de un Destino Universal consciente…

Ese era el hombre que Diógenes buscaba y procuraba que se manifestase en los demás hombres, un hombre que, ante la Verdad de la Luz de la Antorcha se manifestase como Libre de las tinieblas de la Ignorancia.

Libre, porque la Libertad es inherente a la cualidad de verdadero Hombre.

Libre de todo lo que nos esclaviza en pequeñez y no nos deja llegar a ser co-pio DEBEMOS ser; como Diógenes pretendía que fuésemos porque sabía que podemos ser libres de la Ignorancia que nos ciega en sus tinieblas, libres de la mentira que nos empuja por el camino del error, libres de la ambición que nos ata al vulgar y torpe egoísmo.

Ahí tenemos… los tres capítulos básicos de la inferiorización del hombre, porque en ellos están contenidas todas las causales de esclavitud.

Debemos ser libres de envidias, de rencores, de vicios, de egoísmos, de vanidades, de petulancias, de fanatismos, de tolerancias, de violencias,… etc…

Hoy, aunque sean pocos, hay a lo largo del mundo algún Diógenes que siguen, antorcha en mano, recorriendo las calles del mundo dondequiera haya un ser humano, en su sagrada tarea de BUSCAR HOMBRES.

Tú, que oyes o lees esta parábola… ¿sabes de verdad que tienes escondido en lo hondo de tu Ser ese Hombre que buscaba Diógenes?

¿Eres en verdad un poco libre con esa Libertad Única, forjadora del Hombre Real?
A ti te digo: Compañero, Hermano, amigo: enciende tu propia antorcha.
Alumbra con ella.

En primer término alúmbrate con ella hacia ti mismo.

Mírate por dentro; aprende a conocerte: lo real del hombre, si está, está dentro de él.
Justamente, otro filósofo griego dijo: “Conócete a tí mismo y conocerás todo lo demás”.

Compañero, hermano, amigo, Hombre, enciende tu antorcha; y siendo tú mismo luminoso en tu pensar, en tu sentir, en tu decir, en tu proceder, emulando a Diógenes, sal por el mundo a buscar candidatos a ser Hombres; sal a hacer Hombres de los Individuos que. Encuentres en tu camino.

Enciende tu Antorcha y ve con ella derramando Luz, a tu familia, a tu circulo, a tu Club, a tu barrio; y haz de cada uno de esos grupos una Escuela de Hombres.

Enciende tu Antorcha y ve con ella dondequiera que vayas.

Y al final de la Jornada, analízate y mira si puedes decir con satisfacción legitima: “Hoy he sido realmente un hombre”

Hasta aquí la parábola y esto que sigue es historia.

Diógenes de Sinope fue exiliado de su ciudad natal y se trasladó a Atenas, donde se convirtió en un discípulo de Antístenes, el más antiguo pupilo de Sócrates. Diógenes vivió como un vagabundo en las calles de Atenas, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud.

Se dice que vivía en una tinaja, en lugar de una casa, y que de día caminaba por las calles con una lámpara encendida diciendo que “buscaba hombres” (honestos).

Sus únicas pertenencias eran: un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco (hasta que un día vio que un niño bebía el agua que recogía con sus manos y se desprendió de él).

Ocasionalmente estuvo en Corinto donde continuó con la idea cínica de autosuficiencia: una vida natural e independiente a los lujos de la sociedad.

Según él, la virtud es el soberano bien.

Los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar.

El principio de su filosofía consiste en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza.

El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al mínimo sus necesidades.

Y que todo sea para bien.

2 comentarios en «Se busca un hombre humano»

  • Nunca digas de esta agua yo no he de beber dijo un gran filososfo y eso fue lo que le paso al Checho Banchi, cuando hizo las mismas cosas que el programa condena “porque todo se sabe”…le encendieron la camarita buchona y la quedó. Hay otro dicho que se ajusta tambien y dice “al que hierro mata hierro muere”

  • jajajaja…te falto otro dicho ” no hay peor cunia que la del mismo palo”

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