20 abril 2024
INSÓLITOS

Siempre amanece otra vez

Después de la captura con motivo del Asalto al Cambio Paganini, a los hermanos Viñas, les habían dado veinticinco años de prisión y cinco de medidas de seguridad.

En el Penal de Punta Carretas el Negro tuvo contacto con los tupamaros presos allá por el año 1968 y dice que con el primero que hablo fue con Marenales.

En horas de visitas se le apersonó y le preguntó si sabía arreglar máquinas de tejer, a lo que le respondió que no.
Como estaban excluidos la única forma de poder hablar entre ellos era en los momentos laborales.

Para poder hablar hacían como que se rompía la máquina de tejer y le traían al ingeniero para que se la arreglara.

Ahí fue entrando en el tema subversivo, porque por su formación de delincuente común, no tenía la menor idea de las luchas sociales, ni nada por el estilo.
El y los suyos afanaban para sobrevivir, por el contrario querían saber por qué afanaban los tupas.

Primero fue Marenales el que les empezó a explicar.

A las máquinas no las descomponían ni nada por el estilo, lo único que hacían era sacarle un tornillo y después se lo volvían a poner. Los carceleros nunca se dieron cuenta donde estaba el juego.

Al tiempo cayó Raúl Sendic, después el Tambero Zabalza, el ñato Fernández Huidobro, el Pepe Mujica y siguieron cayendo cada vez eran más.

Los presos comunes se quedaron en la primera fuga de los tupas, sabiendo todo lo que pasaba.
El día de la fuga fueron a comer a la celda del Negro dos tupas de los importantes y les dijeron a los hermanos Viña, que ellos sabían que ellos sabían y pidieron silencio sobre el tema.

Ninguno iba a batir y sabían que se tenían que quedar en el mazo, les dijeron que iba a haber más fugas y que los iban a tener en cuenta.
Los fugados fueron cayendo presos con el tiempo y de ahí a una nueva fuga.

El 12 de abril de 1972 vieron salir a un preso envuelto en una cobija ensangrentado.

El Negro y otro preso con la letra de ir a ver que había pasado, fueron al hospital de la cárcel, donde ya había ido un grupo de seis y seis más llevaban al presunto herido de la manta.

Cuando llegaron al hospital estaba uno de los grandes en la entrada y cuando vio que venían, esperó un poco para que entraran y después cerró la puerta.

El Negro reconoce agradecido a aquel que le dio la libertad.
Le dieron un corte a guisa de arma, pero ya tenían dominados a todos los carceleros, médicos y enfermeros.
En el sótano, donde se abrió un agujero en el piso fue la puerta hacia la libertad.

El Negro poco tiempo después, volvió a caer en una tatucera tupamara.

Luego de numerosas sesiones de interrogatorios y de traslados diversos entre los cuales estuvo el Penal de Libertad.
Al final lo llevaron nuevamente a la cárcel de Punta Carretas.

El Negro todas las mañanas me sentaba a tomar mate y a mirar hacia la calle por la ventana de su celda, la 374 del cuarto piso, que era el único piso desde el que se podía ver para afuera. Pasaban los coches, la gente que iba a trabajar, y se conocía todos los movimientos del barrio, como ser que de la casa de enfrente salía una señora que se tomaba el ómnibus y volvía como a las dos de la tarde.

Al Negro, le habían transformado la celda en un rincón familiar, porque todas las mañanas le pasaban a la misma a su hermano Evelio, y pastoreaba a una vecina a la cual le habían puesto como nombrete la Coneja, la Burguesa. Lo primero porque siempre estaba rodeada de muchos gurises. Evelio Viña se pasaba la película y comentaba que todos los años tenía otro hijo, como si fuera una coneja. Todavía no sabían que era maestra.

A Nella que era el nombre de la maestra el Negro la miró durante unos dos años, más o menos, hasta que en 1984, cuando se estaba terminando la dictadura, buscó la forma de comunicarse con ella. Entonces, un día, antes de las elecciones, la ven salir en un Fusca amarillo que tenía la bandera del Partido Comunista y la del Frente Amplio.

El Negro como tortuga con patines llamó a su hermano Evelio para decirle que la Burguesa era de izquierda.
Con un preso que tenía permiso de salida le envió una nota.

En la que le decía a aquella mujer que hacía muchos años que la veía salir y que la felicitaba por su orientación política.

También, le contaba su situación y que tenía para mucho tiempo más.

Ese año para Navidad la vecina, Coneja o Burguesa, que pasó a llamarse Nella, le mandó un pan dulce y para fin de año otro más. Entonces, le escribío otra cartita donde le puse al final un poema.

Ella contestó y empezó la correspondencia.

Siempre le cantó la justa: dónde estaba, por qué había caído, que era un delincuente social que ahora pertenecía al Movimiento de Liberación Nacional, que pensaba salir en libertad pero que no sabía cuándo.

Que antes tenía miedo de morir adentro de la cárcel pero que ahora no, y que siempre tuvo el espíritu de fuga.
Siguieron escribiéndose durante tres meses, hasta que ella cruzó con su hija. Esa fue la primera vez que se vieron cara a cara, porque no se conocían ni por foto.

Después de ese encuentro, empezó a visitarlo cada dos días, y de vez en cuando le mandaba comida.

El Negro en ese tiempo no tenía a nadie.

Entonces empezaron a comunicarse de una manera original. Con un abecedario casero hecho en hojas de papel; una letra por cada hoja.

Ella miraba con largavistas desde la ventana de si casa y el iba armando los mensajes. Así le contaba todo lo que estaba pasando, y a veces incluso de esa forma sacaba comunicados políticos para afuera. Ella también le escribía.

De esta forma le comunicó Nella al Negro Viñas la libertad. Cuando le dieron la libertad regaló la radio, el televisor, todas sus cosas a los que se quedaban. Lo único que quería llevar eran los libros y las cartas.

Me llevaron a la dirección del Penal: ‘Bueno, Viñas, está en libertad’. A las ocho de la noche del 21 de mayo de 1985 finalmente salió en libertad.

Los primeros días se quedó en una pieza que había en la sede del MLN y después se fue a vivir definitivamente con Nella a la casa de la calle Ellauri.

Esta historia es muy peculiar y difícil de empardar.

En la vida siempre se amanece otra vez…

4 comentarios en «Siempre amanece otra vez»

  • La verdad es que esta muy buena esa historia del negro Viñas!!!
    Saludos

  • Como quien dice, los tupas querían enderesarlo al negro? Ja Ja Ja ….buena historia.
    Saludos a todos

  • Me pareció una historia conmovedora. Máxime saliendo de una situación límite como esta. Como se encuentra la gente ante su destino, es admirable. Sólo espero que hayan sido felices en su relación de pareja. dado que la revancha a nivel “político” se dió con creces. Linda historia de vida. Cordiales saludos.

  • Estimada Sra. Cristina Cafaro Quereillac:
    El Negro Viñas murió de un infarto hace unos años. Fue feliz los últimos años de su vida. Había puesto un medio tanque a la vuelta de su último hogar. Pasó de ser un asaltante argentino, de los bravos, que por lo menos acá tuvo una muerte, a un tupamaro convencido y con su corazoncito de la maestra de enfrente. Es un placer compartir con Ud. algunas pocas cosas que la vida me llevó a conocer. Que tenga Ud. un muy buen final de jornada.

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