19 abril 2024
CRÓNICAS

Arañas

Estos días fue noticia una araña, que el macho tiene por hábito comerse a las hembras viejas y reproducirse exclusivamente con las nuevas.

Salvo lo de comerse a las viejas no creo que sería una costumbre privativa de esas arañas.

Antes, hasta donde llegan mis conocimientos en el tema del bicherío, por ejemplo la araña de lino, de las venenosas que tenemos, en nuestra tierra, seduce al macho y el muy gil, entra en la red.

Después de la cópula trata de rajar, pero no sé si se queda sin piernas por el acto sexual o medio abombado y la dama, de tamaño minúsculo, con su bien ganado nombre, se lo fagocita.

Es una arañita milimétrica, totalmente negra y tiene un punto rojo en la región que podríamos llamar anal y que en un metro cuadrado de terreno podemos encontrar más de las que nos imaginamos, sáquese la curiosidad y la encontrará en el pasto.
Eso si, no la toque, no la provoque y déjela hacer su vida y todo en paz.

También los llamados mamboretá, o tata dios, o bicho palo, con su nombre de abolengo de Mantis Sagrada, porque siempre pareciera que está rezando, pasa lo mismo, mientras están en la cópula la hembra le va comiendo la cabeza al macho, no literalmente como nos pasa a lo común de los mortales, sino que se la come en serio y el tipo está tan ensimismado que no se entera que es boleta.

Esta nueva famosa araña, que el macho tiene berretines de cafisho, se hizo famosa estos días, por un estudio que vienen haciendo, desde tiempo atrás, un grupo de científicos uruguayos encabezado por Anita Aisembert y como dirían las vecinas del barrio, no puede ser tan famosa, si vive acá a la vuelta, pero el artículo último fue publicado en Biological Journal of the Linneun Society.

Si habita en los médanos de la costa nuestra, sur del Brasil y la costa atlántica de Argentina, pero los estudios se hicieron aquí y frecuenta El Pinar, que últimamente no era noticia, salvo algún accidente carretero y el asesinato de aquel chileno Berríos.
Si quiere profundizar el tema se llama vulgarmente araña lobo, y en la alta sociedad se da a conocer por Allocusa Brasiliensis.

Había un matrimonio amigo, de avanzada edad, que a pesar de la diferencia de años que había entre nosotros, teníamos muchas cosas en común y ellos me contaban sus historias y yo las atendía y tenía otros amigos, que habían sido amigos de ellos, en su juventud y yo transmitía novedades, sobre todo de salud que es la que les importa más a los viejos.

Tenían un terreno muy bien arreglado, con mucho cariño y poca plata, por ser el hombre, muy conocedor de las cosas nuestras, como ser los cercos interiores, estaban hechos con pitangas, hermosa planta que cuando brota las hojas tienen un color morado y da un fruto de doble propósito, hacer el licor con caña o comerlo lisa y llanamente.
El hijo de este señor estudiaba no sé que tipo de araña y se la había sembrado en las plantas del jardín a los padres y un dos por tres venía a pasar revista de la población de esos arácnidos.

Admiro su vocación que tiene mucho o muchísimo de amateur.

A las arañas de lejos, pero bastante lejos las puedo mirar, al igual que las víboras, pero a menos de cierta distancia, las mató sin pedirles los documentos.

La araña nuestra grande peluda, que algunos le dicen en forma inapropiada tarántula, se llama vulgarmente migala, es venenosa, pero como el que hizo nuestro país, fue lo más benigno posible los quelíceros son cortos y no pueden picarnos, salvo que algo la apriete contra nosotros.

Que esto no lleve a error a nadie, porque la migala de los quelíceros cortos es la nuestra, no puedo afirmar lo mismo de las demás arañas de la misma familia, porque es común que entre parientes haya altos, medianos y bajos
Cosa que me pasó en Camboriú, en una cabaña colgué la camisa en la perilla de la puerta del placard.

A la mañana siguiente me pongo la camisa y siento unas cosquillas en el pecho, lo que me llevó a sacudir la camisa puesta y abotonada y saltar en calzoncillos como un desaforado y la araña, una regia migala, cayó al piso y le bailé un malambo encima la cual quedó hecha papilla.

A la vuelta de ese viaje, por la noche en la carretera al pasar el punte de Rocha, sentí algo en el pelo, me pasé la mano y nada.

Un auto atrás iluminó y por el rabillo del ojo veo a la doña caminando por el vidrio.
No bien se terminó el puente salí de la carretera y la moza no aparecía por ningún lado.
Abrí la valija y la reventé.

No estoy para nada seguro, hasta el día de hoy, si maté la que anduvo por mis pelos o a una amiga de ésta, que estaban viajando juntas.

Desde que me pasó, lo que me pasó a posteriori, no creo en las camisas lave y listo.
No señor a las camisas hay que plancharlas, porque si hay alguna visita no sobrevive a la plancha.

Un día me puse una camisa, no puedo precisar si fue en el interior o en Montevideo, pero al otro día vi la picadura en el codo y por el tamaño araña chica.

Sospecho que podría ser alguna de esas que vienen en el aire transportadas por lo que llamamos comúnmente “baba del diablo”, que no es más que una telaraña que va a la deriva con la brisa.

Verse el codo es bastante difícil, pero espejo mediante, vi unos cinco o seis puntitos, como ampollitas, picadura de araña en fija.
Pasaron unos días y la cosa iba en aumento, se había hecho como una boca en las picaduras y yo meta a hurgar y echar alcohol.
Por qué será que todos estamos convencidos que las cosas le pasan a los otros y no a uno, hasta que nos pasan.

Se me empezó a hinchar el brazo, en gran forma y estilo, cuando estaba como una mortadela, pero de las grandes, agarré un par de libros y marché para el sanatorio.

El médico de puerta, que después me enteré que era algo más, era el jefe de cirujanos, con otro médico, miraban mi brazo y se miraban entre ellos y me preguntaban ¿araña? ¿Está seguro?.
Me internaron, me pusieron una vía y por la misma a cada rato me metían unas falopas de padre y señor nuestro, bien espesas y a pesar de la vía se sentían.

Estaba hecho un rey con un brazo, el izquierdo, pegado con leuco a una tabla, no existían las vías de ahora y tenían que inmovilizar el brazo, lo mejor posible, el otro, el derecho una mortadela internada a mi lado.

Cuando uno está internado y no es del gremio de la salud, es un ignorante e inconsciente de lo que sucede o lo que puede sucederle, afortunadamente.

En esa época fumaba en gran forma y estilo y estar tirado en la cama, boca arriba, sin fiebre, al santo botón, porque no podía agarrar un libro, porque no tenía interés en nada y se me atacaba el síndrome de abstinencia de echar humo.
Claro que todo esto fue mucho antes que Vázquez la emprendiera contra los fumadores de las dos categorías, dejando otros vicios sociales más inmediatos vigentes.

Ventajas de la habitación con baño privado, con miles de sacrificios me iba para el baño, con el suero agarrado con la mano hinchada y al lado del water había un lugar donde colgar el suero.

Una vuelta me fumé dos cigarrillos al hilo y me agarré un mareo (para decirlo en forma fina), que me dio tiempo, a gatas, para llegar a la cama, colgar el suero y tirarme en la misma, mientras la habitación me giraba alrededor y la cama se me balaneaba.

No sé quien les avisó a las enfermeras, porque estaba solo, pero se me vinieron, pensando que me había dado una pataleta.

Eran bien piolas, cuando se dieron cuenta del cigarrillo, me tomaron del pelo un rato y cuando estuve en orden de vuelo se fueron.

Una mañana, el diariero me dejó un diario, de esos que están hechos con carbón y grasa de carro, en vez de tinta, porque me quedaron las manos negras y los brazos y todo lo que había tocado ese pasquín y yo, pero por lo menos había leído los titulares y un poquito más.

Cuando en la ronda de rutina vinieron la nurse y la enfermera, dijeron “tiene las manos negras”, “no le circula la sangre”, flor de alboroto y tras la explicación mía, terminaron lavándome las manos, pero en mi inconsciencia de los riesgos, me reía de los sustos que se llevaban ellas, cuando en realidad el que tenía que asustarse era yo.

Después de cuatro días, me bajó en forma muy importante la inflamación del brazo derecho y me dieron el alta, después de vestido para irme, el cirujano hizo que me llevaran a su consultorio, me hicieron remangar la camisa hasta arriba del codo y muy amigablemente me introdujo, bisturí mediante y alguna otra herramienta, una sonda ente los huesos del antebrazo, un goce.

Como no sabía de antemano qué me iban a hacer, no tomé la precaución de sacarme la camisa y cuando me vendaron lo hicieron con la sonda puesta y la camisa más arriba.

Cuando llegué a mi casa, no corté la camisa, sudé la gota gorda pero logré sacármela solito, fue una buena batalla.

Por un par de noches buscaba la forma de mover circularmente la muñeca para lograr que los huesos se acomodaran con la sonda, para que me doliera menos.

Antes de salir, el doctor Sierra, hoy fallecido, excelente cirujano y médico me explicó muy clarito cómo vio la situación cuando ingresé.

Si se complicaba me tendrían que haber amputado el brazo, pero si la infección hubiera pasado los ganglios que están en la axila, hubiera hecho una septicemia y no estaría escribiendo esto ahora, por supuesto, más bien estaría tomando mate con San Pedro.

Recién en ese momento tuve una cabal idea de lo que podría haber pasado.
Por eso mi amor a esos bichos, por principio, a las arañas o las víboras, no les pido los documentos, simplemente las mato, si tengo con qué y si no tengo con qué, las mato igual.

Actualmente a las arañas las mato con la palma de la mano, eso si tratando que no me salten encima antes desde la pared.
El equilibrio ecológico que lo preserve otro.

Un comentario en «Arañas»

  • Ah…esta bien, pense que como habia comentados mi desagrado sobre esos (bichitos)y en el orden seguia las arañas, ratas y cucarachas, me los iban a cumplir todo en ese orden. ya me quedó aclarado que no es asi. saludos

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