16 abril 2024
MUNDO

Cabeza de perro

No piensen por favor que estamos insultando a nadie pero ese nombre viene a colación de los que se dirá a continuación.

Hace muchos, pero muchos años me enteré, con mi mentalidad de enciclopedia de datos inútiles, que en Australia, país continente que tiene los cocodrilos más feroces, las serpientes más venenosas inclusive las marinas, la mayor población mundial de marsupiales, las famosas equidnas, que por momentos parecen pájaros y son mamíferos, el ornitorrinco con su púa letal en la cola, el feroz monstruo de Tasmania, entre otra cantidad de especies raras.

País continente que tuvo que alambrarse prácticamente de punta a punta para evitar la plaga de los conejos o los temas con los canguros barrieran con toda la producción.

Pero de lo que me enteré en aquel entonces era que en Australia, todavía había tribus prehistóricas.

Se consideran prehistóricos aquellos pueblos que no están en condiciones de escribir su propia historia.

Pre, antes, historia, antes de la historia, claro que viven en el 2014 pero son prehistóricos.

Ahora nos encontramos en el mismo barrio, por utilizar un término inadecuado pero muy descriptivo otro tipo de seres humanos que de los que se tiene referencia por el que nos trajo los spaghetti de la China, si estoy hablando de Marco Polo.

“Todos los hombres de la isla de Angamanain tiene cabeza de perro… son violentos y crueles y se comen a todo aquél que capturan”.

Así describió Marco Polo a uno de los pueblos que encontró en sus viajes, aunque lo más seguro fue que el viajero veneciano nunca se acercara a la isla que menciona y las pocas líneas que les dedicó las escribiera de oídas.

En realidad se trata de un grupo de islas cuyo nombre actual es Andamán, una palabra que sea probablemente de origen sánscrito “nagnamanaba”, que podría traducirse como hombre desnudo.

Junto con las islas Nicobar conforman un archipiélago de 572 islas a 1.000 km de la costa este de la India y están agrupadas a lo largo de un arco con una longitud de más de 800 km.

Los antropólogos han determinado que las cuatro tribus supervivientes de las Andamán, son los Gran Andamaneses, los Onge, los Jarawa y los Sentineleses y se originaron en África.

Según un estudio realizado entre estas tribus, las que se dejaron hacerlo, obviamente, por científicos del Centro de Biología Celular y Molecular de Hyderabad, en el sur de la India y publicado en la revista BMC Genomics, son descendientes directos de una primera oleada que salió de África y llegó a aquellas costas hace 60.000 años.

Su permanente y constante aislamiento, hace que su genoma humano, o sea la secuencia de ADN contenida en 23 pares ce cromosomas, de los que 22 son autosómicos y un par determinante del sexo, dos XX en las mujeres y XY en los varones, tenemos ante nosotros sea uno de los genomas humanos puros más antiguos del mundo.

Por su parte, investigadores de la Universidad de Oslo publicaron en la revista Current Biology el descubrimiento de una mutación en el cromosoma Y -llamada Marcador 174-, característica de las poblaciones de la periferia de Asia, el que se ha encontrado en muchos japoneses, tibetanos y pueblos aislados del sureste asiático como los Hmong, de las montañas del sur de China.

Curiosamente, su cromosoma Y no lleva el marcador RPS4Y, común entre los aborígenes australianos.

Esto significa que al menos hubo dos emigraciones distintas desde África: una se dispersó rápidamente al interior de Asia y la otra viajó hacia Australia.

Claro que un enigma planea sobre toda esta historia: ¿Cómo llegaron a esas islas, que son invisibles desde el continente? Algunos piensan que recorrieron por mar toda la costa asiática.

Que no se hayan encontrado restos de semejantes migraciones podría deberse a que el nivel del mar se encontraba 150 metros más abajo debido a la última edad de hielo.

Los primeros contactos de los andamaneses con extranjeros se dieron hace 1.000 años, cuando arribaron a sus playas navegantes chinos y árabes.

La respuesta de aquellos isleños fue una lluvia de flechas.

Incluso los misioneros lo intentaron sin éxito.

Los británicos rompieron el cerco y en 1858 crearon una colonia penal e intentaron civilizar a los nativos haciéndoles vestir al modo europeo, enseñándoles a leer, escribir y, por qué no, a tomar el té. No pudo ser más desastroso: al igual que ocurrió en Sudamérica con la llegada de los españoles, la mayoría de los indígenas sucumbieron a la neumonía, la gripe, las viruelas, el sarampión…

Su sistema inmunitario no tenía anticuerpos ante los microorganismos patógenos foráneos.

Es la consecuencia real de la lección que nos enseñó H. G. Wells en La Guerra de los mundos, al final del film hay una escena donde las naves interespaciales invasoras, tocan tierra y salen las patas con ventosas en la punta de los dedos, como nuestras ranitas verdes y asoman un poco y mueren, porque nuestros organismos patógenos dieron cuenta de los invasores.

Wells logró terminar el problema aparentemente insoluble con las bacterias patógenas terrestres.

Por supuesto, a semejante aniquilación también colaboraron con entusiasmo los japoneses durante la II Guerra Mundial y las ínfulas expansionistas de sobrevivientes del resto del imperio birtánico.

La vida de los nativos andamaneses ha cambiado muy poco en todos estos milenios.

Siguen viviendo en la edad de piedra, cazan cerdos salvajes y peces con lanzas, creen que los pájaros hablan con los espíritus, cualquier parecido con algún gobernante actual es mera coincidencia, muchos desconocen el fuego y no saben contar más allá de dos.

Eso sí, no hay evidencia de canibalismo.

De todas ellas la tribu más misteriosa es la que habita la isla Sentinel Norte, de tan solo 72 kmts cuadrados, cuyos miembros reciben el nombre, a la sazón, el patronímico de Sentineleses.

Se trata de una de las tribus más aisladas y desconocidas del planeta.
No es por desinterés del resto del mundo sino que son ellos los que no quieren saber nada del resto.

Han sobrevivido a los birmanos, británicos, japoneses, indios y al brutal tsunami de 2004.

El 27 de enero de 2006 dos pescadores indios que vivían en la capital del archipiélago, Port Blair, fueron asesinados por guerreros de esta tribu cuando su bote fue arrastrados a las playas de la isla. Otros pescadores que se encontraban en la zona describieron cómo los dos indios, que parecían borrachos, probablemente debido a una abundangte ingesta de vino de palma, fueron atacados por hombres casi desnudos que blandían unas hachas.

Un helicóptero de la guardia costera, enviado para investigar, fue recibido sin contemplaciones con una lluvia de flechas, dejando claro al piloto que más le valía no aterrizar.

Los familiares de los pescadores clamaron por justicia; las autoridades locales miraron para otro lado temiendo la reacción de grupos de presión como Survival Internacional, dedicados a la defensa de culturas tribales.

Las familias no pudieron recuperar los cuerpos para cremarlos, según su costumbre; porque debía seguirse cumpliendo con la zona de exclusión de 5 kilómetros alrededor de la isla.

Pero los andamaneses indios comprenden a este pueblo: “solo se defienden; los pescadores furtivos que van armados hasta los dientes los tienen aterrorizados”, comentó un anciano de 74 años.

Nadie conoce su idioma.

En dos ocasiones se ha intentado entablar comunicación con habitantes de otras islas, con la esperanza de que se pareciera a alguna de las demás lenguas del archipiélago.

El breve intercambio, además de hostil, no sirvió de nada.

La habitual lluvia de flechas y lanzas con que reciben a los extranjeros manda un claro mensaje: no quieren que se les moleste. Por no saber ni tan siquiera saben el tamaño de esta tribu.

Según un censo de 2001 consistente en observar la playa en la distancia, se pudieron identificar 39 individuos, aunque se cree que puede haber en el orden de 250.

Calcular su número es necesario: para que este grupo sobreviva al impacto de la deriva genética –que tiende a eliminar la variabilidad de los genes de una población- debe estar compuesto por un número mínimo de individuos.

Calcular este valor es muy complicado, pero se cree que una supervivencia a corto plazo requiere del orden de 50 y a largo plazo, 500.
Es posible que los sentineleses acaben desapareciendo, debido a una consanguinidad atroz.

De hecho, un estudio realizado entre otra tribu andamanesa, los Jarawa, y publicado en 2004 en la revista Science revelaba que estos poseían una baja variabilidad genética.

“Cuanto menos contacto tengamos, mejor será para ellos”, dice el médico Ratan Chandra Kar, que ayudó a los Jarawa a salvarse de una epidemia de sarampión en 1998 (una nueva epidemia se repitió en 2006).

El contacto con el mundo civilizado ha sido catastrófico: hace un siglo el número de aborígenes en todas las islas era 10.000; hoy quedan poco más de 900.

Hace medio siglo los Gran Andamaneses eran 5.000 frente a los 40 que sobreviven en la actualidad, la mayoría alcohólicos.

La hostilidad de los Sentineleses les ha salvado de la aniquilación.

No me extrañaría nada que tan rápida disminución no haya sido propiciada por intereses foráneos y sacarlos del medio, para usar de sus tierras.

No va a ser la primera vez que pasó una cosa así en la historia del hombre.

Un comentario en «Cabeza de perro»

  • Que barabaro, parece mentira que en pleno siglo XXI haya humanos viviendo en la prehistoria, ya alguien les va a enseñar a leer, les va a regalar espejitos…

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