20 abril 2024
CRÓNICAS

Donde poco es mucho

Hay cosas que para nosotros, los del asfalto, son como tomar un vaso de agua y para otros es como tocar el cielo con las manos.

Estos días fue noticia el Pueblo Fernández, por favor si lo buscan en el mapa y el mapa es muy bueno, tal vez lo encuentren, si no lo encuentran no digan que es invento mío porque está ahí.

Está al fondo de Salto, como quien va a la rinconada de Salto, Rivera, Artigas, Tacuarembó.

Integra el hoy llamado Municipio de Mataojo, colaborando con 326 habitantes, sobre un total de 2.000 de la totalidad del Municipio.
Su nombre lo debe a los dueños de la tierra donde está asentado, claro que lo eran en mucha mayor área, los que conocía eran Fernández Bordenave.

En aquel entonces en esos pagos una estancia normal tenía 5.000 o 6.000 Hás.

A esa zona fui más veces por aire que por tierra y eso que al piloto no le tenía ninguna confianza.
Pero el tema es que por tierra hay que llegar de Montevideo a Salto y está a más de cinco horas de ómnibus, saliendo de Salto y en aquella época eran ómnibus viejos, que se llenaban de gente porque iba dos frecuencias por semana, por caminos de campo bruto, si aunque Ud. no lo crea, trillos entre alambrados, con cañadas que lo atravesaban.

Los pasajeros llevaban sus cacharpas, vi un guacho (cordero recién destetado) en una bolsa de plástico con la cabeza de afuera, que lo llevaban en la falda, era una forma de mantener la carne fresca.
En qué freezer está pensando, por favor!!!

El pasillo del medio era de doble fila parados y por momentos triple.
Los criollos subían de facón atravesado a la cintura, que les sobresalía para los costados.

Cuando se corrían o había que pasar se sentía la vaina o el mango, no existían los baños dentro del ómnibus.
Un mujer iba con una cotorra, si el pájaro, suelta sobre el hombro y no había quien se le arrimara mucho por el pico de la bicha y de a ratos en la jaula de lata.
Una mujer venía con un gurisito chico de y en brazos, si le daba el asiento me iba a pasar las cinco horas restantes parado, haciendo equilibrio con las sacudidas del ómnibus, me dio lástima y le pedí el niño el que venía con las piernas al aire.

Cuando lo vi venir tenía unos granos purulentos en las piernas que me pusieron la piel de gallina, me sentí un mal tipo, de lo peor, pero al agarrarlo le metí los dedos en las costillas, el chiquilín largo el llanto y prestamente se lo devolví a la madre.

Me sentí muy mal tipo un momento, pero me hubiera sentido peor si me agarraba esos granos purulentos en mi persona, más vale prevenir que curar como dicen las viejas.
Pensamos que nuestra patria es chica, pero en esos artefactos que son camiones adaptados a ómnibus, se alargan muy mucho los caminos, llevan dos choferes y tienen la palanca de cambios a espaldas del conductor.

Si mal no recuerdo el ómnibus se llamaba el Caimán.
Cuando iba en avión, un Cessna 182, de cuatro plazas, poníamos dos horas y media.
Salíamos de Melilla, costeábamos Trinidad e íbamos directamente al campo.

Una vez a esa altura, por radio desde la base aérea militar de Santa Bernardina, nos preguntaron a dónde íbamos, el piloto les contesto a Colonia Lavalleja.
Al ratito teníamos dos cazas de la Fuerza Aérea, volando uno de cada lado nuestro y nos hacían señas de que bajáramos.
Aterrizamos en uno de esos trillos que hay en el campo, que cuando uno menos lo espera son excelentes pistas, aterrizamos y la duda-problema que tenían los pilotos militares era por qué si íbamos de Colonia a Lavalleja, pasábamos por lateral Trinidad.
Tuvimos que explicarle que veníamos de Melilla y que Colonia Lavalleja es un pueblito que está, en Salto, pasando el Arapey chico, ahí se desayunaron que habían metido la pata y nos dejaron seguir vuelo.

Una vuelta habíamos ido a Cuaró, todo por carretera, a ver unos animales, lindos pampas y después de pasar Colonia Lavalleja le dije al que manejaba la camioneta, andá con cuidado porque acá se terminó la civilización.
Decirlo y pasar fue todo uno, la única piedra que estaba en la mitad de la carretera la levantó y partió el diferencial de la camioneta que de 100 o 120 kmts. por hora que íbamos, pasó a ir a 40, haciendo unos ruidajes fieros y ahí, con las distancias que hay y totalmente despoblado, a esa velocidad es de terror, no se termina nunca.
Fuimos al campo, vimos los animales a las disparadas y emprendimos la vuelta con el pensamiento de si llegaríamos o no a Salto.

Paramos en Colonia Lavalleja y el dueño del almacén de ramos generales, que también tenía un taller mecánico al lado, el mecánico también era él, con unos alambres ató y recontra ató el diferencial de la camioneta.

De ahí salimos sin exagerar la velocidad y llegamos a Salto, donde en la Urreta, muy buena gente, nos soldó lo rajado y pudimos llegar a Montevideo.

Una de las veces que fui a esa estancia, que distaba a un par de leguas de Pueblo Fernández, estaban de esquila, la comparsa en pleno con sus seis tijeras trabajando, el benteveo agarraba oveja la maneaba con un tientito las cuatro patas y se la dejaba al costado de cada uno de los esquiladores.

Uno de la comparsa era el que iba afilando las tijeras.
Al día siguiente el afilador no aparecía, porque había hecho noche en Pueblo Fernández, cuando llegó contó que venía bastante antes de las primeras luces, por el campo al galope, cuando el caballo metió una de las patas delanteras en una cueva de tucutucu o algo parecido y rodó.

El jinete con el golpe quedó chanta en el campo, cuando amaneció recuperó el conocimiento, rescató el caballo que manso se había quedado y se vino para el casco.

Afilando no daba pie con bola, le di unas pastillas que tenía para el dolor de cabeza y le hicieron un efecto como si las hubieran concebido para acomodar paisanos boleados por una rodada.
Al rato todos los paisanos me pedían de esas pastillas y hasta una vieja brasileña que le decían CorpoVelho (cuerpo viejo), también se había aficionado a las tales pastillas.

De remedios en la zona ni qué hablar.
Radio???, se sentía una radio de Salto que un par de veces al día pasaba los telegramas.
Ud. se preguntará que son los telegramas, eran los que anunciaban que fulano iba para tal lado y que lo esperaran en el camino con un par de caballos; que le salieran al encuentro del ómnibus porque traída tal cosa que la habían arreglado en el taller de zutano.
Los mensajes más inverosímiles, como que fulano se le murió la madre y que se venga.

Una vuelta, en el generador que había en el casco, que era a nafta, se apagó y el capataz, un brasileño chiquito pero fuerte como un toro, fue a ver qué pasaba y prendió el encendedor en una pieza cerrada, la explosión de los gases de la nafta, lo sacaron para el campo con puerta y todo.

Aguantó las quemaduras un par de días y fue a la capital departamental en ómnibus.
No se le ocurra pensar en ambulancias, ni en los riesgos de infecciones de un quemado.
Hoy ha evolucionado el pueblo, por lo que he leído en la prensa, Fernández tiene subcomisaría, una escuela, una oficina municipal, una policlínica y un grupo de casas sobre la calle principal, y única digo yo.

No creo que haya prostíbulos, pueblo chico…
Por favor los peones de las estancias van a dominguear al pueblo, juegan al truco en el boliche y algo más tienen que hacer, son por lo general fuertes y jóvenes.

Tiene televisión por cable, una radio desde fines del año pasado Aventura FM, radio comunitaria.
Los beneficiarios directos del proyecto son los vecinos del municipio de Mataojo y su zona de influencia: Pepe Núñez, Quintana, Paso Cementerio, Corral de Piedra, Zanja del Tigre, Pueblo Ramos, Paso Herrería, Pueblo Cayetano, Masoller, Sarandí de Arapey, el Propio pueblo Fernández.

Creo que me faltó Mataojito chico o pertenece a otro municipio, lo que pasa que con estos cambios burocráticos uno ya no sabe en qué jurisdicción está parado.

Ud. cuando llega a su casa y prende la luz, abre la canilla y sale agua y pone el informativo en el televisor, cosas tan urbanas, tenga presente cuando come un churrasquito o se pone un pullover, que la carne y la lana, la fabrican los bichos las 24 horas del día, los pobladores de nuestra campaña, son los encargados de que así sea y que nos llegue.

No se olvide que Ud. es un bacán a pesar de que el sueldo no le alcanza por las cuotas de la energía eléctrica, el agua corriente, el teléfono y el celular, los impuestos de puerta, las cuotas del auto y esta gente no precisa comprar nada de eso, con el caballo y unas pilchas y algún peso en el bolsillo para dominguear está listo.

Y que todo sea para bien…

6 comentarios en «Donde poco es mucho»

  • Buena historia de pueblo Fernandez, senti algun politico en campaña preguntandole a otros si conocia ese pueblo, como haciendole ver que conocia bien el interior. pero dificil que lo conociera ahora me entero que no hay kilombos.

  • Si eran dueños de la estancia y del pueblo la hacian toda, en la estancia le pagaban a los gauchos y en el pueblo les volvia la plata al mismo lugar, negocio redondo. A parte debe ser como en la peliculas, el policia del pueblo, abogado juez etc, con el tiempo le deben favores a los fernandez y pueblo chicos todos se conocen…

  • Estimado jjosemil, los pueblos chicos, se armaron primero como pueblos de ratas, con familias que no pudieron vivir más en la estancia cimarrona, cuando vino la estancia moderna. Las familias de los peones furon a vivir a un piquete chico de campo, por lo general entre estancias. Los estancieros no estaban contentos para nada porque frecuentemente les carneaban una oveja, y nadie había sido. Lo de la comisaría es en la actualidad.

  • Muy buena historia. Hay que prender un encendedor cerca de un generador a nafta¡!

  • Para ramon en un pueblo tan aislado como parece que es la gente de algo tiene que vivir, al boliche no van los peones a tomarse algunas y jugar al truco? debe aver ferreteria – farmacia – veterinaria – tienda – almacen – de que viven?

  • jjosemil: hay que sacarse la mentalidad del asfalto, hay gente que tiene una lechera y la pastorea al lado del camino, porque es el único pasto gratis que tiene y vive de los pocos litros que da esa vaca, porque los del pueblo ni lechera tienen. Crian algún guacho y cuando tiene algunos kilos se lo venden al carnicero. El abigeato está a la orden del día. No hay prostíbulo, pero cada cual se las arregla y deja algunos pesos. Podrá haber un almacen de mala muerte, el Disco no se va a establecer en un pueblito de 320 habitantes. Una escuela alcanza y sobra. Subcomisaría es demasiado, destacamento y a caballo. Una vuelta estaba en un pueblo de unos 700 u 800 habitantes y los perros habían hecho una farra y mataron un lote de ovejas y corderos y vino el milico a matar los perros. Le pidió el revolver al capataz y este se negó a dárselo porque él no prestaba revolver para matar perros. El pobre milicopara cumplir la orden terminó ahorcando dos o tres perros con su cinturón, por cierto que en la ahorcadura los perros lo mordieron por todos lados. No llaman a la perrera y cuando no tienen ni caballo los milicos van de a pié.

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