18 abril 2024
CRÓNICAS

El amor

El amor viene a ser como un pagaré, cuando se concreta y hay que hacerlo efectivo y entonces se pierde aquella ilusión del monto de los intereses moratorios y cuando se concrete se pierde aquel hermoso sabor al peligro de perderlo, todo ante el remate de la casa.

Es efectivamente como el pagaré, cuando se cobra hay que recortarle la firma y es un mero papel que no sirve para nada, sin la firma.
Claro que mientras no se paga está aquel nerviosismo de que tal vez hoy, tal vez mañana y siempre pendientes del cobro, del pago o de la ejecución.

Con un pagaré, me pasó que lo pagué, todito y haciendo confianza en el portador no se lo retiré, ni le corté la firma, pasó el tiempo y el hombre, pariente tenía que ser, se vio necesitado y me lo metió en un juzgado y yo como buen nabo, con el perdón del lenguaje presidencial, tuve que meterle un abogado y una denuncia penal, por abuso de confianza y me salvé en el anca de un piojo de tenerlo que pagar dos veces y además, yo, el inmaculado, me habían metido como cucarda un embargo preventivo, por el monto que no debía.

Con el amor, una vez vencido el plazo del pagaré, hay que retirar las cosas de la casa e irse al diablo con el perro y la calandria, porque en caso de necesidad te pueden vender el perro y la calandria en la feria de Tristán Narvaja y es lo único positivo y rescatable, que quedó de aquel incendio, es como dicen los pesimistas no hay felicidad completa.
Porque esa niña, joven, mujer, mientras está en el fuero del si, o del que tal vez, es una cosa.
Cuando se cae en el no, puede que sea, tal vez, siempre hay alguna posibilidad.

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Las del no y del tal vez, lo harán por miedo, ¿pondrán el freno de mano pero miedo a qué?

A sí mismas, a enredarse en las piabas del pescador y quedar enmalladas o que les dé la pica el marido, el novio o el amante.

El miedo es lo que le da un sabor especial a la cosa, el sabor a lo robado, a la picardía de comer a hurtadillas en un plato ajeno, porque del plato propio por más vueltas que se le dé a la minestra, siempre tendrá gusto a minestra.
Claro que cuando uno se clava en plato ajeno, tiene que inventar miles de versos para evitar el despecho, porque cosa difícil y mala es la dama despechada o desaparecer del mapa.

Cuando se cae en el no, puede que sea tal vez, siempre hay alguna posibilidad.

Si hay marido de por medio ya la cosa es más light, el eventural compromiso, salvo que aparezca un amor loco, no se concreta.

Pero el amor loco tampoco tiene edad, es muy probable a la juventud por falta de experiencia, pero también se puede dar cuando se es mayor, por confiarse en el exceso de experiencia y por salpimentar la vida con una nueva ocasión, otra oportunidad nueva, distinta, más bella, menos gastada por la costumbre.

Dicen que es preferible eso a quedarse mirando televisión, porque por lo menos de esta forma se conoce más gente.

La felicidad no es nunca una cosa que se compra hecha de medida, sino que se va haciendo, paso a paso.

No es que el individuo piense con nueva dama seré feliz, sino que en el convivir se podrá comprobar si las cosas eran tal cual se pensaban.
Paso a paso se va llegando a algo, hay baldosas blancas, hay baldosas negras, hay que mirar bien lo que se pisa y muchas veces se pisan amas baldosas al mismo tiempo.

Paso a paso se va llegando a algo, pero ¿sabemos a dónde vamos llegando?.
En realidad nada de lo que pasa, pasa realmente, somos nosotros los que pasamos sobre las cosas y las hacemos nuestras, claro que serán nuestras para siempre o un ratito.

El que quiera ser dueño de todo nunca sabrá ser dueño de nada.
La felicidad no es una meta, sin un trillo por el que vamos transitando permanentemente bien, regular o mal.

No se compra la felicidad hecha de confección como un traje en una sastrería, como ya lo dijimos, sino que vivimos en el intento de lograrla, aunque sea por un instante, aunque la queremos definitiva.

Cada paso que damos en post es una decisión, errónea o falsa o certera o correcta.

Qué hermoso es sentir latir el corazón fuertemente en el pecho, son regalos a cien revoluciones por minuto que vamos recibiendo.

Cuantos equivocados pensarán en determinado momento que feliz que fui en aquellos momentos en que me sentía infeliz, valga la paradoja.

Si amigo, la vida es así, el hombre es así, es el arquitecto de su propio destino y su filosofía muchas veces es contradictoria, y cuando cree tenerlo todo, sobra él.

Es como el pavo, cuando está en el gallinero quiere estar afuera y cuando está afuera quiere estar adentro.

Para el hombre todas las mujeres del mundo son pocas, pero una es demasiado, eso es una verdad absoluta, que se la robé no sé a que autor, pero que no es mía, no es mía, aunque la encuentro sumamente compatible y a las mujeres les debe de pasar algo parecido (entretela = de la igualdad de género).

Nos sentimos en muchas ocasiones como el gato jugando con el mísero ratón y resulta que lo que para el gato es un juego, al ratón le va la vida.
Claro que la ley de la naturaleza establece ciertas compensaciones.

La mujer tiene que cargar al niño, producto del amor, antes conyugal, hoy de pareja, o adoptivo y ultimísimamente de parejas del mismo sexo mediante inseminación o la ayuda de pata de bolsa, siempre ayudando.

Las madres tienen que cargar al niño y eso la hace inclinar hacia adelante, más el peso de los pechos, pero la naturaleza le ha dotado de un contrapeso en los glúteos para llevar el fiel de la balanza a la verticalidad.

Pero volviendo a las mujeres ellas pueden ser deliciosas, dulces, pero también ásperas y amargas como el acíbar.

Las hay bellísimas al natural, otras necesitad del maquillaje y otras que sin maquillaje parece que estuvieran enfermas o dormidas.

Pensar que el mundo paso del caos al orden, ordo ab chaos, y de ordenar el cosmos, viene la palabra cosmética, ordenar los rasgos de un rostro para que parezca aún más bello.

Claro que de varias mujeres la preferible es la auténtica.

La ardiente antes que la frígida, claro que disfrazada de dama y no de Mme. dePompadour.
La mujer auténtica será siempre la que tomará la iniciativa, se irá, se quedará, la que desdeña las cosas, las que las acepta gustosa.

La que no participa no se auténtica, no está, no existe, es la que no vino.
Claro que cada mujer lleva en sí lo blanco y lo negro, el si y el no, el yan y el yen.

La mujer que consideramos la auténtica, es aquella que ha logrado agradarnos con su coquetería, con su paquetería.

La coquetería es un homenaje constante que le hace la mujer al hombre, llevado a cabo por intermedio de la cosmética, la educación, el buen hablar, los buenos modos, el más puro feminismo, un tanto cómplice con los gustos del masculinismo al que dulce y graciosamente le pone coto.

La pintura de labios hace bella a la mujer, lo cual quiere decir que una mujer sin rouge no es tan bella, salvo las excepciones que algunos dicen que confirman la regla y son macanas.

La mujer sin rouge es bella y la mujer con rouge es mentira, es papel pintado.

Las pestañas postizas, son eso, postizos, como también lo son las siliconas o algún relleno en el lugar apropiado o algún ajuste en otro lugar medio desaforado.

Una mujer sin rimmel o sin pan cake viene a ser como un paisaje sin flores, un amanecer sin jilgueros, ni zorzales y otras aves canoras.

La dulce mujer con los colores agregados por el maquillaje, negro en los ojos, algo de azul, y todos los colores que armonicen sus rasgos es una cosa que la vemos y disfrutamos, un amanecer primaveral pleno y lleno de avecicas que nos llenan de armonía y amor hacia el nuevo día y si no fuera por su esfuerzo denodado, la especie humana se hubiera extinguido… y queridos amigos, que todo sea para bien…

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