El síndrome de Eróstrato

Cuando era chico veía escrito en las paredes con tiza o crayola negra “Lalo estuvo aquí”

Nada más que eso, le pregunté a mi viejo, a mis hermanos y no me supieron dar cuenta de quién era ese bendito Lalo. A lo sumo me dijeron que era un mal entretenido (léase estúpido) que no tenía otra cosa que hacer más que ensuciarle las paredes a los vecinos. No era sólo en mi barrio sino que aparecía en todos lados.

Los griegos con su amplia y completa ilustración de los procederes humanos, abarcaron en su mitología todo tipo de actos, ya fueran buenos o malos, para casi todas las conductas hay un mito helénico.

Por ejemplo el suplicio de Prometeo encadenado, a quien todos los días, como castigo de Zeus, por haberle dado la luz a los hombres, la inteligencia, venía el águila a desayunarse con su hígado y como era inmortal le volvía a crecer, es lo que le pasa a Comousté al momento del cierre y no se le ocurre nada o no tiene completa la columna o al que compagina El Reporte y los colaboradores o no le mandan el artículo en tiempo y le cae otro que no tiene nada que ver y además tiene que agregarle un colgajo y una ilustración que tenga que ver con el tema.

Eso es lo que pasa todas las semanas de todo el año y visto de afuera es muy sencillo se agarran un montón de elementos y se les da la forma que el corresponsal espera recibir, todo ello sin contar un montón de imponderables. Es un castigo que cumplimos con placer, aunque no todos entiendan lo nuestro, una mera vocación de servicio, sin perjuicio de estar pensando todas las semanas en algo nuevo y que sea del agrado de los lectores.

Volviendo al personaje “Lalo” era un vulgar estúpido, un imbécil que buscaba fama y ni siquiera candidateaba, como político sino que alimentaba su ego viendo su nombre escrito con tiza en una pared y a la primer lluvia como dice la letra del tango “la fama es puro cuento” y se le chorreaba el nombre por la pared.

Hace largo tiempo leyendo un libro de cuentos cortos de Jean Paul Sartre (al “Materialismo dialéctico nunca le entré” ni le voy a entrar) titulado El Muro, donde uno de los cuentos versa sobre un personaje mediocre, vulgar, bueno para nada, llamado “Eróstrato”. (Qué león Sartre, crear de la nada un cuento)

Este personaje lo había tomado Sartre de la mitología griega, la cual como hemos establecido precedentemente es el resumen de todos los defectos y virtudes de la humanidad, IVA incluido. Zeus (Júpiter para los latinos), que venía a ser “il capo di tutti capi”, era de terror, le venían bien todas las diosas, semidiosas (producto de la cruza de mortales con dioses) y mortales, fueran casadas, solteras y para llegar a ellas adoptaba las formas más imprevisibles e inverosímiles, como convertirse en un cisne, para fecundar a la mujer de un rey (de ahí salieron los mellizos de Géminis) o en cualquier otro ser u objeto. Era un padrillo de primera, claro que como era dueño de todo el rodeo, así cualquiera es toro.

Las beneficiarias de sus favores tenían sus líos con sus maridos o con quien hiciera la veces de tal y con las otras beneficiarias, porque Zeus atendía en casa central, en sucursales y agencias y en definitiva el Olimpo era un conventillo lleno de intrigas, celos, hijos de padres que no eran los padres o maridos de la propia madre (cualquier duda leer “Edipo Rey”), pero como el curro del ADN no corría y si se ponían muy densos el tronante Zeus les mandaba un rayo y asunto arreglado.

El Eróstrato de la mitología, como el Lalo o el de Sartre era un pastor de Éfeso y en su mediocridad pensó que al no tener aptitudes para el arte, las letras, las ciencias, ni ser hijo legítimo o putativo de algún dios (aunque fuera de segunda) no creyó nada más oportuno que incendiar el templo de Artemisa (conocida también por Diana –no entreverarse con Lady Di-), una de las siete maravillas de la antigüedad.

El deseo de pasar a la eternidad no le salió barato a Eróstrato porque fue torturado y ejecutado por el rey persa Artajerjes, con prohibición absoluta de que se divulgara su nombre y los hechos de marras. Pero, y siempre hay un pero y alguna infidencia hubo, porque si no fuera así no estaríamos escribiendo de este estúpido ahora (aunque siempre dieron tema) y el vientre que parió a Eróstrato sigue fecundo.

Hay un fenómeno mental definido por sicólogos y siquiatras con el nombre de “complejo” o “síndrome de Eróstrato” por esa tendencia de querer pasar a la historia o tener un cuartito de hora de gloria, de los mediocres, por medio del magnicidio. Muchos magnicidios fueron provocados por émulos de Eróstrato y cuantos lo fueron sin que pasaran a la historia como tales, porque muchos se confunden con causas políticas y ni el FBI, la CIA, la ex KGB, el DI5, el DI6, y el MOSSAD han podido o querido descifrar.

Como ejemplos de homicidios y tentativas de homicidios, tenemos casos claros de este síndrome como la muerte del beatle Lennon, el que quiso estrellar un Cessna contra la casa Blanca cuando el gobierno de Nixon, el que hirió al Papa Juan Pablo II (el turco Ali Agca en 1980). El crimen más injusto de la humanidad, si así se puede calificar un homicidio, fue el de Mahatma Gandhi (Gran Alma), por un fanático indio y no musulmán como todos pensaron.

Los realizados bajo el efectos de un fanatismo seudo religioso como el reverendo Jones en la Guyana, el cual fue además de una crueldad no común al utilizar cianuro, veneno que mata con el fuerte sufrimiento de las 900 víctimas.

Las masacres en universidades norteamericanas por francotiradores o simplemente por estudiantes armados, nada justifica estos hechos salvo la mediocridad de los homicidas en su afán de pasar a la historia en una sociedad en la cual bien vale el dicho nuestro, no tiene la culpa el chancho, sino el que rasca el lomo, porque el hecho de que cada ciudadano tenga derecho constitucional a portar un arma, tendría que haber terminado con las películas del Far West. No en vano el 1 % de la población está confinada en cárceles del primer mundo.

Nunca pude entender lo de Lalo estuvo aquí, como tampoco puedo entender la pintada con alquitrán en un frente de una casa sea de mármol de Carrara o de arena y pórtland. Esa actitud es de un imbécil hoy categorizado en el síndrome de Eróstrato.

El volcar un container de basura por la noche, dado que prefieren el anonimato de la oscuridad, es la diversión de un hato de estúpidos que se sienten en la gloria, al día siguiente, cuando ven a una señora mayor (porque casi siempre son ellas las que lo hacen porque les da vergüenza por lo que no hicieron), se miren en forma cómplice, sintiéndose en el momento de mayor gloria.

No hablemos de las botellas de cerveza reventadas en la vereda que aparecen los domingos de mañana.

El desprecio con que se encaran ciertos valores de esta sociedad en que vivimos es algo que tiene mucho que ver con el Síndrome de referencia.

Gracias a aquellos que estudiaron la mitología y le dieron puerta a los especialistas en taras dado que de ahora en más a un vocacional de la estulticia no lo tenemos que vituperar como estúpido o idiota sino con decirle Eróstrato alcanza y sobra.

Hay una frase que leí estos días y no recuerdo el nombre de su autor que dice: “Nunca debemos olvidar que lo que para un gato es un juego para un ratón es sufrimiento”.