18 abril 2024
INSÓLITOS

Esposas y amantes de Perón

Sus tres mujeres más conocidas fueron sus esposas, Aurelia Tizón o Potota para los íntimos, María Eva Duarte, (Evita) y María Estela Martínez, conocida más tarde como Isabelita.

Juan Domingo Perón nació en Lobos, 1895 – Buenos Aires, 1974. Militar y político que dominó la escena política argentina durante casi treinta años.

A los cinco años la familia se trasladó a Río Gallegos y en 1905 se estableció en Buenos Aires, donde el joven Juan Domingo asistió al Colegio Internacional Politécnico.

De sus aulas pasó al Colegio Militar, egresando en 1913 con el grado de subteniente del arma de infantería.

Tras ocupar diversos destinos, participar en el golpe de 1930 y desempeñarse en la Escuela Superior de Guerra, fue nombrado agregado militar en la embajada argentina en Chile, país del que regresó en 1938 para cumplir luego una misión en Italia.

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El “machietta” Benito Mussolini, del cual el Cnel. Juan Domingo Perón aprendió mucho.

Intervino en el golpe que derribó al presidente Castillo en 1943 e inició su carrera política como secretario del Departamento Nacional del Trabajo, que en 1944 transformó en Secretaría de Trabajo y Previsión.

Desde ese cargo desarrolló un programa social que le atraería la adhesión de gran parte de la sociedad argentina, especialmente de los trabajadores. Encarcelado en 1945 y liberado merced a la movilización popular del 17 de octubre, Perón ocupó los cargos de ministro de Guerra y de vicepresidente. Acompañado por el doctor Hortensio Quijano ganó las elecciones presidenciales para el período 1946-1952.

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En 1947 se organizó el Partido Peronista, de rígida verticalidad y sólida disciplina.

Perón encontró un país cuyas condiciones económicas eran favorables para su desarrollo y contó asimismo con el apoyo de la Confederación General del Trabajo.

Su política estatizante y nacionalista se cumplió dentro de lo dispuesto por el primer Plan Quinquenal (1947-1951).

Electo para un segundo mandato tras haberse reformado la Constitución (1949), prestó juramento el 4 de junio de 1952.

En este segundo período debió afrontar graves problemas y fue destituido por un golpe militar el 16 de septiembre de 1955.

Perón se asiló en Paraguay y, después de residir en Panamá y Santo Domingo, se instaló en Madrid.

Desde su residencia en el barrio Puerta de Hierro, continuó influyendo en la política nacional.

Luego de un frustrado intento de retorno en 1964, pudo hacerlo en 1972, previo levantamiento oficial de las sanciones que pesaban contra él.

Su regreso definitivo se produjo en 1973, cuando a través de la renuncia de Héctor J. Cámpora accedió a la presidencia con el 62 por ciento de los votos.

El dentista Cámpora fue un testaferro del peronismo, del cual tomó su nombre el movimiento que hoy lleva a adelante el kirschnerismo con la famosa Camporita.

Completaba la fórmula su tercera esposa, María Estela Martínez.

Durante su gobierno propició la instauración de un pacto social entre las organizaciones de trabajadores, los empresarios y el Estado y concretó el ingreso del país en la Organización de Países no Alineados. Murió el 1 de julio de 1974 en ejercicio de la presidencia.

Prestigiado docente militar, escribió Estudios estratégicos (1928) y Apuntes de historia militar (1932 y 1933).

Dentro de su producción política caben citarse Doctrina peronista, Conducción política (1952), La fuerza es el derecho de las bestias, La tercera posición, La comunidad organizada y Política y estrategia.

Aurelia, Eva e Isabel, tres mujeres para un general

Lo acompañaron en diferentes etapas de su vida. Tuvieron, de distintas formas, un destino trágico. Pero fue Evita la que lo potenció como líder.

Las mujeres legítimas de Perón

Aurelia Tizón o Potota la fundadora legítima de la profesión de mujeres de Perón.

Miles de páginas de literatura, crónicas, diatribas, hagiografías, recubren a estas cuatro personas que fueron en un hojaldre mitológico: Perón y sus tres esposas: Aurelia Tizón o Potota para los íntimos; María Eva Duarte, después Evita y María Estela Martínez, conocida más tarde como Isabelita.

Cuando el coronel comenzó su carrera como esposo, aun no se había iniciado en la política pero tenía el respeto de sus camaradas y la virtud que pronto detectó el escritor polaco WitoldGombrowicz en los argentinos: un alarde de estilo.

Alguien observó hasta qué punto Perón se servía de la gomina para explotar su parecido con Gardel —quien a su vez tanto se parecía a BelaLugosi—.

En los años 40 es imposible mirar la política con independencia de los medios y el entretenimiento de masas.

Buenos Aires, 1929. Juan Perón se casa con una jovencita apodada Potota. Sabemos de Aurelia Tizón que pintaba acuarelas y retrató a su marido en un óleo y que lo fogueó como enfermero de su cáncer ginecológico.

Ocho meses después, el viudo partió a una Europa cuya geografía reencontraría en el exilio, transfigurada.
El 15 de enero de 1944, un terremoto sacude a San Juan.

Por entonces Eva Duarte ya protagonizaba un exitoso ciclo radial que difundía biografías femeninas.

La Evita idealizada para el pueblo, las estampillas de correos y hasta para los billetes, antes, y después.

En su estudio, Marysa Navarro ha destacado que la denigración de la carrera artística de Eva es posterior a su ascenso político.

Mientras, el coronel había transformado la Dirección de Trabajo en una activa secretaría de Estado.

Se conocieron esa misma semana. La primera charla formal se produjo el 22 de enero, durante el gran evento de beneficencia en el Luna Park. De ahí se fueron juntos esa noche.

Semanas después Perón y su “chinita” ya se fotografiaban como pareja.

Una capa de ese interminable milhojas —en este caso la propaganda sindical, refrendada por el propio Perón— revistió de heroísmo la tensa y discreta espera de Evita durante el 17 de octubre. El pacto entre ambos quedó sellado con la boda, el 22 de octubre.

Si una palabra puede definir la vida de Evita es el trabajo: sobre sus deseos y ambiciones, sobre la realidad —el trabajo incesante contra sus enemigos y a favor de su electorado—, el trabajo sobre su propia imagen.

Trabaja para su cáncer y su mito, se niega a una operación, su discurso obrerista hace harapos de los primeros atributos del glamour.

Laica consagrada al ministerio de una fe –¡Perón, Perón!-, entrega una de las pocas imágenes heráldicas de Argentina: un perfil clásico, de nariz fuerte y chignon a la nuca que serán calcado para la urbanización Ciudad Evita, cuyo plano proyecta al espacio su cabeza.

Es un perfil apto para una moneda: el valor de una Evita en peso para el obrero argentino. Su enfermedad — y luego el secuestro de su cadáver, que es el suplicio que la hace santa— encuentra su contrario en la debilidad de carácter de Isabelita.

Nacida en La Rioja en 1931, en un hogar de clase media, María Estela Martínez Cartas se mudó con su familia a la capital cuando tenía tres años.

No consta que terminara la secundaria; estudió piano y francés.

Pero una gran pelea familiar la lanzó a una casa alternativa, junto a José Cresto y su mujer, Isabel Zoila, de quien tomaría su nombre.

Medium convencido, Cresto la inició en el espiritismo.

En 1951 Isabel empezó a estudiar baile y dos años después se fue de gira por Uruguay, y de ahí a otra, hasta que en Caracas la contrató un tal JoeHerald, coreógrafo de Cuba, o bien pícaro argentino ducho en zapateo americano. Perón, que también venía de una gira, llegó a Panamá en 1955.

Los testimonios sobre cómo conoció Perón a su tercera esposa, citados por María Sáenz Quesada, difieren sobre todo en el estúpido punto de la “dudosa moralidad” de María Estela: fue en un asado organizado la Navidad del 55 en un balneario panameño.

Pocas semanas después el general la invitó a mudarse con él.

Enseguida le escribe a un amigo que ella “administra la casa, haciéndonos la vida más agradable, por lo que ni por pasteles la dejaremos ir.”

Llegan a España en 1960 y allí comienza la educación política de Isabel

Se convierte en embajadora y negociadora de Perón ante emisarios y sindicatos; también absorbe todo el credo de la dictadura española.

Como Perón no podía casarse por haber sido excomulgado, el obispo de Madrid les dispensa un “matrimonio de conciencia” en noviembre de 1961. José López Rega conoció a Isabel en 1966, en un viaje de ésta al país.

El ex cabo retirado de la Policía, practicante de umbanda y otras mancias, se ofreció para trabajar como valet del general.

Más tarde, ni siquiera faltó el objeto mágico, el cuerpo incandescente de Evita recobrada.

En contraste con una Evita capitana, Isabel es “una mujer bajo influencia”: no trabajó en nada, fue trabajada por “las fuerzas”. Su debilidad fue trágica para los argentinos, no menos que la sangrienta impaciencia de quienes no usaron la Constitución para derrocarla, junto con toda su corte de demonios.

Los años nos devolverían a una viuda española adulada con patéticos bouquets, que repetía ante las cámaras con gritos histéricos: “¡No me atosiguéis, no me atosiguéis!”.

El tormento de Nelly Rivas, la amante adolescente de Perón

Nélida Haydeé Rivas tenía 14 años cuando se convirtió en la amante del presidente argentino Juan Domingo Perón, con quien mantuvo una relación de poco más de un año que marcó su vida y la convirtió en una mujer perseguida y atormentada.

Los detalles de la relación de Nelly Rivas y Perón aparecen ahora en el libro Amor y violencia, de Juan Ovidio Zavala, que fue abogado de la familia Rivas y que, a sus 90 años, explica en una entrevista con Efe que ha querido arrojar luz sobre un episodio silenciado durante décadas a partir de documentos y del testimonio de la protagonista, ya fallecida.

Nélida, a quien todos conocían como Nelly, era una joven “inteligente y con mucha personalidad” que se acercó a Perón como lo hacían otras adolescentes que despuntaban por sus calificaciones o por su trabajo en organizaciones peronistas.

Conoció a Perón, que entonces tenía 60 años, en el jardín de la quinta presidencial en 1953 y “se quedó impactada, sin palabras”, según el autor, que sostiene que durante semanas se sucedieron las visitas hasta que se instaló en la residencia para cuidar a los perritos de la segunda esposa del general, Eva Duarte, que había fallecido en julio de 1952.

Nelly y Perón mantuvieron una relación “discreta y reservada” que contó con el consentimiento de los padres de la adolescente, un empleado y la encargada de una casa de renta de origen paraguayo que vivían en una portería.

La influencia de “Nenita” o “Nelita”, como la llamaba Perón, aumentó hasta el grado de que, apunta Zavala, su insistencia hizo que el presidente acudiera a la inauguración del Festival de Cine de Mar del Plata en 1954 y la presentara en público.

“Hice todo lo posible porque fuera un hombre feliz, porque sintiera que tenía una familia. Nunca pretendí competir con Evita. (…)
Mi tema era él y en realidad conformarlo y gustarle resultaba mi preocupación”, explica Rivas en el libro.

Celebró su 15 cumpleaños con una fiesta en los salones de la residencia y fue tratada por Perón como primera dama hasta que el golpe de Estado de septiembre de 1955 obligó a huir al general y el romance se transformó en un drama para la joven.

El 18 de septiembre de 1955, Perón le pidió que regresara a su casa y le entregó un sobre con 400,000 pesos y joyas heredadas de Evita.

“Le serví café que le gustaba y coñac. Cuando él me besó a la salida de la residencia me dijo: Llévate los perritos, nos vemos pronto, buena suerte. Yo era solo una mujer muy triste, con mucho miedo. Nadie, nadie podrá comprender todo el sufrimiento por el que he pasado”, continúa.

“Eres lo único que tengo y lo único querido que me queda”, escribía Perón desde la cañonera paraguaya en la que se asiló en septiembre de 1955, en una de las cartas que le envió a la joven a través de la embajada de Paraguay.

“Nenita, quédate tranquila. Con lo que te dejé podrás vivir un tiempo. En cuanto llegue te mandaré a buscar y así los dos haremos una vida tranquila donde sea”, reza otra de las cartas.

Rivas estuvo a punto de reunirse con el general en la cañonera pero no lo hizo para cuidar de sus padres.

“Allí perdí el tren de la historia”, lamentaba en una de sus conversaciones con Zavala. El nuevo gobierno acusa a Perón de estupro y ordena un registro policial en casa de los Rivas durante el cual desaparecen el dinero, las joyas y las cartas del general.

Poco después, las cartas de Perón aparecen en la prensa y el general piensa que su amante le traicionó.

“El objetivo de la denuncia es obligar a Perón a volver, pero no lo consiguen, jurídicamente la demanda no tenía sustento, lo único que hace el gobierno es perseguir a la niña”, afirma el abogado.

Rivas es detenida y durante 218 días permanece en el Asilo de San José, donde se encerraba a prostitutas menores, del que salió muy enferma.

Hasta 20 veces apeló Zavala, militante radical y cercano al presidente Arturo Frondizi, como abogado de los Rivas para que le devolvieran los objetos que le había regalado Perón y que nunca aparecieron, pese a que una corte de apelaciones resolvió a su favor de la entrega.

Aunque se casó en 1958 y tuvo dos hijos, Rivas “quedo destrozada y marcada de por vida”, lamenta el abogado.

Volvió a ver a Perón un día de 1973, cuando el general estrenaba su tercer y último mandato tras el exilio.

“Fue un breve encuentro al que asistió acompañada de su marido, y el general le dijo: entenderás que es la última vez que nos vemos”, recuerda Zavala.

Nélida Rivas falleció en la pobreza, abandonada y olvidada por peronistas y antiperonistas, tras una vida, concluye el abogado, “triste y dolorosa”

4 comentarios en «Esposas y amantes de Perón»

  • Peron fue un hombre comun y corriente y cuando se puso veterano era un viejo verde pero yo no creo que Peron fuera a buscar a las mujeres para eso tenia todas una manga de lambetas alrededor que se las conseguia
    peor que Peron eran los chupamedias que lo rodeaban.

  • El Pocho Perón tal vez no las buscaba del todo, pero con sus cincuenta y pico de años, con las “Pochonetas” que llegó a tener 200 Siamlabrettas en Olivos para deleite de jovencitas de 14 años como Nelly Rivas que según unos se lo trilló al viejo, y según otros se las trilló Perón, pero la “libertadora” cuando borró a Perón, encanó a los padres de la Rivas y a la Rivas la metieron en un reformatorio. Peró era medio cafirolo, las dejaba hacer, como a Evita, que cuando lo conoció recién vuelto de la cana en Martin Garcia, se lo llevó esa noche para un apartamento que ella tenía en la calle Callao, y no lo largó más y Evita no era una monja, ni nada parecido. En su gira por la parte tropical de Latinoamérica no por pasear, sino porque los presidentes de turno o tiranos también lo tenían provisoriamente y en una de esas escalas se le aquerenció una estadounidense al que el Pocho le decía la Gringa, como a la Rivas la Nenita o la Nena, y el FBI o el Departamento de Estado prácticamente se la secuestraron en la primera instancia; porque volvió por la revancha cuando María Estela Martínez, también o no ida por Isabelita, una cabaretera de Panamá, que fue manejada por el brujo Lopez Rega cuando agarró el poder cuando el viejo estaba por echar el rosqute. A Perón le gustan ligeras de cascos y hacerlas vicepresidentes. No le gustaban las difíciles y las dejaba hacer en los menesteres del sexo débil y en lo otro el tejía la madeja hasta que con la última les hizo un daño a los argentinos que están pagando hasta hoy.

  • Peron era un miliko y tenia cosas bien de milikos pero tuvo muchas cosas de las buenas y le dio muchas alegrias a los argentinos por eso se lo recuerda con respeto tanto por peronistas y no peronistas y hay un dicho muy comun en el mundo que dice que despues de todo los argentinos son todos peronistas.

  • El Papa primero es papista y en segundo lugar peronista.

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