19 abril 2024
GALERÍAS

Exilio y desexilio

Espero que Don Mario Benedetti no se enoje por tomarle prestado el título del artículo.

Él fue quien acuñó el vocablo desexilio y también quien describió su significado a través de sus propias vivencias.

Por Iara Bermúdez

En las sociedades más primitivas, el máximo castigo que se daba a quien contravenía las leyes del grupo era apartarlo del mismo; el destierro temporal o definitivo era el castigo máximo que se le podía imponer a un miembro de la tribu. En la antigua Grecia se creó la “ley del ostracismo” para protegerse de los malos políticos. Una vez al año se reunía el pueblo de Atenas en Asamblea y decidía si debía o no enviarse al destierro a alguien.

El destierro ha sido un castigo muy usado, a lo largo de la historia, en muchos países.

Hay personas que disfrutan viajando y muchos viajeros han encontrado su lugar para vivir lejos de su tierra natal, pero esto no es lo normal, esta sería la excepción que confirma la regla. El exilio es en si mismo un castigo porque significa el apartarse de su entorno, de su familia, de sus costumbres: significa dejar tras de si un pasado, posesiones, amistades, un trabajo, una posición social, para empezar una nueva vida en un lugar lejano.

Las guerras, los gobiernos totalitarios, las crisis económicas han sido históricamente las principales causas de los movimientos migratorios.

Hoy en día las diferencias entre el nivel de vida en el “primer mundo” y el “tercer mundo” junto con el acceso a la información que se ha universalizado, provocan el deseo de los habitantes de los países pobres de emigrar a los países ricos con la esperanza de vivir una vida mejor. La TV muestra las grandes diferencias existentes entre unos continentes y otros y hay pueblos que no tienen acceso a la comida pero tienen acceso a la TV.

Exiliarse puede ser una decisión difícil, lenta, donde se deben sopesar los pros y los contras, pero en muchos casos exilarse es una decisión que debe tomarse en segundos y puede ser sinónimo de salvar la vida o no perder la libertad.

Diferenciamos el refugiado de guerra, el exiliado político, el exiliado económico.

Para el refugiado de guerra normalmente el exilio es penoso, dura mientras dura la guerra, vive junto a otros refugiados en campamentos, en países vecinos, cerca de la frontera si es posible, en condiciones muy duras y en general no hay integración con los habitantes del país acogedor. Para ellos volver a casa es la única meta y en general la única posibilidad.

El exiliado político no tiene la voluntad de marcharse pero una vez en el exterior se integra en el país, sin perder la vinculación con el suyo. Trabaja, estudia, sigue militando políticamente para su país y esperando que las condiciones cambien para poder volver.

El exiliado económico por su parte es aquel que se marcha buscando nuevas metas, nuevos horizontes, una vida mejor para si o para su familia. Hay quien busca hacer dinero rápido y volver al país con ese dinero que le permitirá vivir mejor de lo que vivía cuando se fue. Otros simplemente buscan vivir mejor y no piensan en volver. El problema es la capacidad de adaptación que cada uno tiene en una sociedad distinta. Para algunos la vuelta es impensable, para otros una necesidad. El problema viene cuando las condiciones son adversas en el país de acogida y la vuelta se hace un nuevo exilio.

Amilcar, hoy con 47 años, casado y con dos hijos, viajó con sus padres, cuando tenía 14 años, a Australia. Su integración al medio fue inmediata, pero para su padre no fue tan fácil. Seis años después volvían, a pesar de vivir muy bien en Sidney y de haber ganado mucho dinero. Nos cuenta que la vida allá era mucho mejor, que tenía mucho más libertad, más seguridad, que se adaptó enseguida al estudio gracias al plan de estudio para extranjeros, pero que su padre tenía la nostalgia de su tierra. “Después de haber vivido allá nunca me pude adaptar al Uruguay lo sufro al día de hoy, me gustaría volver”, nos dice, “hace 3 años tuve la oportunidad de volver y quedé maravillado de cómo progresó el país, en cambio no puedo decir lo mismo de Uruguay, nosotros volvimos después de 6 años y el Uruguay no había cambiado absolutamente en nada, seguía igual”.
Otros exiliados en cambio lo que buscan es eso, que el Uruguay siga igual; a la vuelta quieren encontrarlo tal como lo dejaron, en sus costumbres, en su idiosincrasia, hasta en sus calles y sus casas.

El exilio tiene también otra parte buena que es el intercambio cultural. El viajero siempre suma algo, siempre aprende y siempre deja algo de su carga cultural en el sitio al que llega. Los hijos de los emigrantes tienen una gran riqueza cultural ya que se educan en las dos culturas, viven dos realidades.

En la segunda mitad de la década de 1980, con la vuelta a la democracia, Uruguay vivió el regreso de la mayoría de los exiliados políticos. La reinserción no fue fácil para todos, recuperar los puestos de trabajo, la vivienda fueron temas difíciles de resolver. La situación política era todavía muy inestable y la seguridad personal no era total.
Desexiliarse es volver a exiliarse, es recuperar un pasado para empezar a añorar otro. Dejas de ser “el sudaca” para pasar a ser “el gallego” por ejemplo. Es dejar de tener una identidad clara y definida, es sentirse que no se es ni aquí ni de allá.

La readaptación al medio, cuando se vuelve, lleva consigo un problema tan grande como fue antes la adaptación al medio en el momento de la ida. Al partir queda fijado en la memoria un momento fijo, un punto, que es al que creemos que vamos a volver; pero la realidad es otra, el momento que guardaba la memoria ya pasó, y el entorno no es el mismo, la situación no es la misma; la gente que formaba su círculo a la hora de marchar ahora tiene otro entorno. Generalmente este hecho, hace que se sienta extraño quien regresa, como si fuese un extranjero en su propio país.

En otros casos el desexilio se hace progresivamente, viajando y pasando algunas temporadas en un país y otras en el otro. Waldemar después de 29 años viviendo en Barcelona, nos cuenta que ha vuelto por un tema personal, sentimental, que se fue como exiliado económico, dejando aquí a sus padres, hermana, amigos. Con el tiempo marcharon también al exilio, su hermana y después sus padres. Ahora la vuelta le ha hecho dejar allá otra vez a sus padres, a su hermana y ahora también a sus hijas. Su desexilio es de ida y vuelta, sus raíces son uruguayas, pero la mitad de su vida está en Barcelona. “No me importa si estoy aquí o allá, lo importante es sentirme bien emocionalmente”.

La crisis en Europa está obligando a muchos compatriotas a volver, algunos tienen la posibilidad de traer sus muebles, vehículos, algo de dinero, y reintegrarse con algo de facilidad, pero otros que han ido hace menos años, no consiguieron establecerse, no consiguieron nunca un trabajo estable y hoy tienen que volver sin casa, sin trabajo, sin dinero y en algunos casos viviendo en casas de familiares o amigos.

Uruguayos que viven en el exterior y desean volver a vivir en el país, hoy en día cuentan con apoyo estatal a través del Departamento 20, organismo dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores. Algunos exiliados que vuelven al país se han organizado en distintas asociaciones para apoyarse mutuamente a reintegrarse en nuestra sociedad.
Al final lo que nos queda a los que vamos y venimos es una permanente nostalgia y un sentimiento de que continuamente estamos dejando algo por el camino.

8 comentarios en «Exilio y desexilio»

  • Me emocionó mucho. Viví en otros países y siempre los recuerdo com mucha nostalgia. Cada vez que voy de visita, cuando retorno un sensación amarga queda en mi. pero como dijo el poeta, caminante no hay camino, se hace camino al andar.
    Felicitaciones una vez más

  • Exelente artículo! De todas maneras, yo siento que Uruguay no acoje a nadie, el que no conoce otra cosa se queja pero no accede a mas; el que se va y hace plata, vuelve y se patina hasta el último recurso, intentandolo todo por permanecer aquí, pero la mayoría se tiene que volver con much angústia por no poder vivir en su país.
    Uruguay es hermoso, pero castigado por la viveza criolla y por los traidores a quienes les damos la confianza de dirigirlo.
    Le he llamado “La Maldición del Emigrante” …y para aquellos que han conocido un país mejor, nos queda la maldición de sentir que nos quedamos sin tierra firme y quedamos a la deriva en una dimención intermedia… sin hogar. Suerte a todos!

  • Exelente artículo!
    De todas maneras siento que Uruguay no acoje a nadie, el que nunca a salido del país solo se queja, pero sin poder hacer mucho; por otra parte, la mayoría que se ha ido con la meta de hacer dinero para volver, volvío y se tuvo que volver a ir a disgusto por no poder quedarse luego de fundirse. Despues está aquel que encontró el lugar ideal pero no logra la felicidad total por haber dejado atras a sus familiares.
    Yo le llamo “LA MALDICION DEL EMIGRANTE” ; es la sensacion de no sentir tener tierra firme.
    El Uruguay tiene la maldicion de contar con la viveza criolla de una gran parte de su pueblo y la indiferente corrupcion y tomada de pelo de a quienes les damos la confiaza de dirigirlo.

  • Oportunas las señalizaciones sobre el exilio y los diferentes orígenes que lo provocaron.
    Puntualmente hoy, creo que junto a las interpretaciones valiosas, deberíamos acompañarlas con la expresión de insistir con el Voto Consular. Abrazo! Desde Mar del Plata. Wáshington.

  • Tengo que decir que no coincido con el voto consular, conozco varios que vienen a votar, principalmente “fanáticos” de un sistema político en particular, pero que luego de instalarse el gobierno votado por ellos… estos no volvieron para enfrentar las consecuencias de su voto.
    Creo que solo debe votar quien sepa exactamente lo que pasa en sue entorno y vive el cambio dia a dia, nadie mas que quien se encuentra en la tormenta va a saber que tan fuertes son sus vientos y el daño que los mismos causan. El voto consular es muy injusto, “no vale” tirar la piedra y luego ponerse a salvo donde la piedra no te la puedan devolver….saludos

  • Un tema de grandísima actualidad. Un artículo que deja varias puertas abiertas, como senderos para ser explorados en futuras entregas… Es necesario haber vivido fuera de fronteras, para descubrir qué es lo que se siente realmente; donde están ubicadas y cuales son nuestras ‘prioridades’. ¡Bravo! Debe continuarse…
    …y a no olvidar que lamentablemente existe también existe esa ‘especie de tránsfugas’, que una vez que lograron borrarse del paisito, han olvidado sus raíces, algunos casi como complejeados por ser latinos; …que inclusive han, -parafraseando el título-, ‘deseducado’ hijos que ni siquiera hablan nuestra lengua, (ni qué pensar de mantener nuestros valores culturales, tradiciones, etc.); …y que sólo ”renacen” como yoruguas cuando vuelve a ganar la celeste,

  • Un artículo real, fuerte, en la que han pasado y aún viven muchos compatriotas.

  • Comparto plenamente el artículo. Pasé demasiados años afuera del país y al final de la dictadura regresé. Tuve muchas dudas y a veces quise no estar acá. Sin embergo,hoy pienso, que fue un acierto volver.

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