19 abril 2024
MUNDO

Infarto vs. Vudú

Por Lorenzo Olivera
A veces un infarto hace justicia, la justicia que no pueden hacer los hombres. Algún asesino dictador de poca monta debe hacer sido aquel que dijo maldición de burro no llega al cielo, pero en este caso bien podría haber llegado al infierno si este existe.

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A Jean Claude y al Père Doc los alcanzará en dicho supuesto lugar y toda la magia negra y el vudú habrá sido en vano.
Gracias a los Duvalier y otros ladrones Haití, que fue la primera colonia independizada de América hoy es un villorrio que casi no existe.
Un terremoto terminó con lo poco que había quedado entre tantos dictadores e invasores de la zona.
El dictador Jean Claudde Duvalier, pasó del Olimpo dictatorial a una fosa común el 4 de octubre de 2014 a Dios gracias.
En el otoño de 1994, el entonces eterno jefe de protocolo del palacio presidencial de Haití condujo a un grupo de periodistas extranjeros a visitar el ala secreta del edificio que desapareció tras el sismo del 2010.

El interés del nuevo poder, asumido entonces por el cura salesiano Jean Bertrand Aristide, amparado por un desembarco estadounidense, era de que el mundo se enterara dellujo en vivía la dinastía de los Duvalierdetrás de los cristales blindados del edificio.
Como siempre, Jacques Algoire, vestido de esmoquin y guantes blancos, se desdobló en reverencias hacia los visitantes y los llevó a visitar las interioridades secretas de palacio. Les mostró las habitaciones, el comedor, los salones de descanso y los aposentos privados. Era una sola habitación, dividida en dos pisos, donde Jean-Claude ‘BabyDoc’ Duvaliery su esposa Michelle dormían -abajo- y los dos hijos- arriba-, a la que accedían a través de una improvisada escalera de madera.
Fue en el momento de entrar al baño de la pareja dictatorial que los periodistas se pararon en firme. Perfectamente ordenados en un espacio remozado, se erigían cuatro lavamanos y cuatro inodoros. Dos grandes, para adultos, y dos pequeños para los niños. Sin embargo, entre cada uno de los inodoros no había una división. Era un espacio abierto. “Los Duvalier defecaban juntos”, explicó, con pena y deferencia, el jefe de protocolo.
Jean-Claude ‘BabyDoc’ Duvalier, que acaba de fallecer a los 63 años, heredó el poder en bandeja de plata de la mano de su padre, el temible François ‘Papa Doc’ tras su muerte el 21 de abril de 1971. Fiel a su ancestro, Jean Claude eliminó a todo el que lo contradijera y robó al erario todo lo que pudo.
Dicen las autoridades haitianas que ‘el niño’ se fue del país en 1986 con 220 millones de dólares en maletas y transferencias hacia bancos franceses. No le fue bien. Michelle lo dejó. Le quitó todo lo que pudo, se fue a Londres y después a Nueva York.
Cuando se acabó el dinero, llegó la nostalgia, Jean-Claude se quedó en Nice, al sur de Francia, pensando en qué hacer con su vida hasta que el dinero se acabó y le dio la nostalgia por los árboles sinsontes de la capital haitiana. Hace tres años, regresó, sin más garantías que las proporcionadas por el actual presidente, el cantante Michel Martelly, uno de sus más fervorosos defensores, de que no le molestarían más allá de lo necesario. Una deferencia que, mientras tanto, le fue extendida al expresidentes Jean Bertrand Aristide, también acabado de regresar de su exilio en Sudáfrica.
Desde entonces vivió en una relativa tranquilidad en Puerto Príncipe, alterada por veces por una que otra, en su opinión, inoportuna convocatoria judicial para responder por los crímenes de su Gobierno. Pero todo eso se acabó la semana pasada, cuando ‘BabyDoc’ murió de un infarto a los 63 años. No significa necesariamente de que vaya a descansar en paz. Entre otras razones porque la sociedad haitiana se debate como inhumarlo el sábado a las 10 de la mañana hora local. ¿Ex jefe de estado o ciudadano común?
Este es precisamente el dilema con que Martelly ha vivido en la última semana, desde que a Duvalier le dio el infarto durante el desayuno. Legalmente en Haití,los ex jefes de Estado tienen derecho a un funeral oficial. Sucedió hace unos meses con el abogado Lelie Manigat, el primer presidente tras la huída de Duvalier.
Pero Duvalier bajará a la tierra como un mortal más.
La gente se asustó cuando inmediatamente después de enterarse de la muerte de ex dictador, el actual mandatario escribió en su cuenta twitter que Haití “ha perdido un gran hijo”. La frase hizo temer a la generalidad de la clase política democrática de que el presidente se estaba inclinando hacia enterrar a Duvalier con honores de estado.
“Los Duvalier mataron a los vivos y a los muertos. Para ellos sus enemigos eran enemigos del Estado y sus víctimas consideradas traidores a punto de que no tuvieron derecho a un funeral o una tumba. Honrar a Duvalier es deshonrar a miles de personas que torturaron, mataron e hicieron desaparecer”, ha escrito el respetado intelectual haitiano, LyonelTrouillot en el diario local ‘Le Nouvelliste’. En su opinión, Jean-Claude Duvalier siempre vivió bajo la sombra de su padre y su vida no merece ser recordada, “ni siquiera como un villano”.
Mañana, Duvalier bajará a la tierra como un común mortal, pobre y odiado, porque a Martelly no le quedó otra que aceptar la opinión popular. Pero también, porque se debate con otro problema. Las elecciones presidenciales tienen ya dos años de retraso después que fueron suspendidas y, aplazadas, indefinidamente, por ‘falta de condiciones’ y la comunidad mundial lo está presionando.
“La muerte de Jean-Claude Duvalier nos recuerda que Haití todavía se encuentra en un proceso de transición 28 años después que abandonó el poder. Durante el ‘reinado’ de su padre la mayoría de las instituciones del país fueron destruidas. Me refiero al Ejército, las universidades, sindicatos, partidos políticos y el parlamento. Todas estas instituciones se volvieron fantasmas de si mismas, de instituciones solo tenían el nombre”, recuerda el analista político haitiano Lionel Delatour.
Aún así, Duvalier sigue teniendo seguidores más allá de la muerte. Gente como AlonsePetitfleur, un jardinero municipal que seguramente hace meses, sino años, no cobra su sueldo, pero que ha advertido en una entrevista con una radio local, de que va “a cuidar la tumba de mi presidente para siempre”.
Como decía el escritor británico Graham Green, lo de los Duvalier y Haití siempre va a sonar como una comedia.
Para redondear la figura de Jean-Claude Duvalier debemos acompañarla con su Père Doc, François Duvalier.
Nacido en Puerto Príncipe, 1907 y fallecido en 1971.
Político presidente de la República desde 1957 hasta su muerte.
Hijo de una familia de escasos recursos, consiguió estudiar la carrera de medicina, disciplina en la que se licenció en 1934. Ingresó como interno en el hospital de San Francisco de Sales y después, ya nombrado doctor, abrió una consulta en la clínica Emilie Séguineau, en las cercanías de Puerto Príncipe.

François Duvalier
En los años cuarenta fue responsable de combatir la plaga de pián en el país, con tal éxito que la Comisión de Asuntos Interamericanos lo seleccionó con una veintena de médicos haitianos para asistir a un cursillo de sanidad pública en la Universidad de Michigan. En 1946 ingresó en el Movimiento de Obreros y Campesinos (MOP), que tuvo un papel protagonista en el derrocamiento del presidente Elie Lescot.
Duvalier alcanzó una posición política que lo elevó al puesto de director del Servicio de Salud en 1946 y más tarde al de subsecretario de Estado de Trabajo (1948) y ministro de Trabajo (1949) con el presidente Dumarsais Estimé. En estos años de silente ejecutoria política alcanzó notoriedad como intelectual estudioso del vudú, tema que centró sus investigaciones etnográficas.
El golpe militar de Paul Magloire en 1950 lo devolvió a su antiguo puesto de médico en la misión sanitaria norteamericana, pero sus actividades políticas lo arrojaron a la clandestinidad desde diciembre de 1954 hasta agosto de 1956. Se presentó con éxito a las elecciones presidenciales del 22 de septiembre de 1957, que pusieron fin a un período caótico de un año en el que se sucedieron seis presidentes. El 22 de octubre prestó jurameFrançoisDuvalier
Duvalier implantó una dictadura personalista basada en la exaltación de la negritud y del vudú, recurriendo al terror político a través de los tonton-macoutes (palabra que designa al mago vudú viajero, más literalmente el ‘hombre del saco’), grupo paramilitar reclutado entre el subproletariado y el campesinado desarraigado. El 30 de abril de 1961, antes de que expirara su mandato, se consideró reelegido por seis años más mediante unas elecciones inconstitucionales, y el 1 de abril de 1964 se hizo proclamar presidente vitalicio, condición en la que fue confirmado el 14 de junio; ocho días más tarde tomó posesión.
Insistió en su carácter providencial y revistió su persona con un aura sobrenatural y personalista (por ello gustaba ser llamado ‘Papa Doc’). Sus pretendidos poderes para escapar inmune a los numerosos atentados, invasiones guerrilleras e intentos golpistas auspiciados por Cuba, República Dominicana o EE.UU. los atribuyó a un origen entre divino y mágico. Incluso se editó un “catecismo revolucionario” con oraciones profanas de deificación de Duvalier. A su muerte, acaecida el 21 de abril de 1971, su hijo Jean-Claude fue proclamado presidente de acuerdo con las previsiones sucesorias, que hicieron de Haití la única república hereditaria.

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