19 abril 2024
CRÓNICAS

La suerte

Tengo mi propia teoría sobre el tema de la suerte y la mala suerte.

No saco nunca a la lotería, ni al cinco de oro, ni a la quiniela, porque nunca apuesto a nada un centésimo y veo a los mozos del café, en el que algunas mañanas voy a tomarme un ídem, los que ni bien agarran una propina salen como trompada para el kiosco de la esquina, a jugarle a lo que sea, en un país donde se fomenta el juego a toda hora los 365 días del año, y si es bisiesto uno más.

Lo mío no es mala suerte, simplemente no tengo el vicio del juego y tengo muy marcada la vocación y virtud del trabajo.

Mal puedo tener mala suerte o buena, si no creo en ellas.

Nunca en mi vida trabajé ocho horas, siempre lo hice muchas más y me han rendido y me salía un trabajo y le metía para adelante, por tres veces estuve tres días seguidos trabajando sin dormir dos noches alternas, pero me pagaron una torta de plata que equivalía a un mes y solamente en una de ellas, todavía, estoy por ver un mango y perdí por ser demasiado seguro en el cobro.

Como dudaba que me pagaran, entré en la sociedad y pasó el tiempo, echaron a una empleada y me llamaron del Ministerio de Trabajo y tuve que pagarle $ 10.000 por concepto de despido.

Pero las veces anteriores esos días, me reportaron el equivalente a un mes de trabajo, si 3 = a 30.
Por lo general llegaba a las 14 o 18 horas de trabajo y me rendían muy bien.

Un florista japonés de atrás del Cerro, que lo tuve como traductor al español a media lengua, con una misión japonesa , de las primeras que vinieron cuando se empezó a enderezar Japón y vino a buscar mercados, fue cerca de Ghichón, de lo que ahora son las lujosas termas de Almirón y me dijo, que él no trabajaba de sol a sol, como nuestros paisanos, sino que él trabajaba de lucero a lucero y tenía razón en su razonamiento el hombre, pues le ganaba más de cuatro horas al día laboral y como era patrón era para él.

Nosotros lagarteábamos al sol en las hermosísimas termas, las únicas saladas de Latinoamérica, y no hacíamos nada por la vida, mientras que los japoneses famosos comedores de arroz, se comieron todos los asados habidos y por haber y se tomaron hasta el agua del perro, que sake ni sake, del ahorro de agua en los wáter closets no escribiré, porque tienen poca agua y muchas necesidades.

Entre tanto los paisanos de a caballo arreaban vacas propias y ajenas, esas vacas de la calle en que el que no tiene campo las hace pastorear, se la llevaban mezclada de yapa, claro que eran otros tiempos, hoy te achatan el alambrado o lo cortan lisa y llanamente y te roban el rodeo completo.

Volviendo a lo de la suerte, alguna vez me han regalado un billete de lotería y se me hizo polvo en el bolsillo, nunca lo revisé, si había sacado o no, por fala de costumbre.

Hablar de vacas robadas me trae a la cabeza que el ladrón, al igual que el timbero, es un financista apresurado y haragán, esperan que todo les venga de arriba.

De arriba les viene bien hasta un rayo.

Son incapaces de agacharse para arrancar un yuyo.

Hubo un viejito, don Modesto Cenoz, que hoy no está con nosotros, pero lo conocía ya con una tropa de años encima y con mucho uso, muy sabio y proseador y escritor autodidacta, pude hablar no mucho con él, pero más que otros que no lo conocieron y tengo un libro suyo con sus cuentos, que no son cuentos sino parábolas que marcan pautas de vida acordes con su filosofía.

Era hijo de un matrimonio pobre, trabajador, que tuvo una prole numerosa y en un momento de vacas gordas el padre pensó y lo hizo bien, si hacía un baño adentro de las casas para evitar los fríos invernales y clausuraba la vieja letrina de afuera.

Tenía que bien administrar el gasto porque le daba para una sola cosa y le metió mano, hizo una pieza más y se trajo contratada una maestra para el guriserío de las casas y también de algún vecino.

La escuelita casera no daba lugar a que los gurises tuvieran la oportunidad de perderse una clase por un resfrío o una tos, si igual la letrina ventilada de afuera iba a servir para los mismos menesteres aunque aumentaran los usuarios, a lo sumo habría que esperar algún turno un poquito.

Era un hombre de campo don Modesto, pero un libre prensador, que lo mostraba en alguno de sus cuentos, de política nada, simplemente educación y expresión libre y sin límites del pensamiento.
Con esa gente conocí a un agricultor, de arado de manilla y buey y en una reunión previa a un buen asado, lo sentí hablar nada más ni nada menos que de Ortega y Gasset, a un paisano que aprendió a escribir robándole horas al sueño, nunca al trabajo.

Gran mentira uruguaya y por qué no rioplatense, igual que Gardel, es el “no tuve tiempo”.
No mienta señor, patrañas, todos tenemos tiempo, si hacemos como el florista japonés.
No se va a morir nadie si le roban un par de horas al sueño, o al truco de la noche en el boliche, entre caña y caña.

Me decía un mozo en un boliche de campaña, Carlitos, era bastante afeminado y me decía quebrando la muñeca, el que cena caña, escribano, desayuna agua, por mi hábito matinal de tomar una naranjita.

Conocí a un hombre que fue médico rural e inclusive llegó por mérito propio y no por incompetente a Ministro de Instrucción Pública, lo que hoy viene a ser el Ministerio de Educación y Cultura, materia más o materia menos, y ya viejo me contaba que en invierno, para seguir estudiando y no dormirse, llenaba una palangana de agua fría y metía los pies adentro, que no los sentía de frío, pero podía seguir estudiando.

Hay una cosa que siempre les recomiendo a las muchachas medio despiertas, que le roben unas horitas al novio y hagan magisterio y con el pobre sueldo de maestras después estudian la carrera universitaria que mejor les guste.

En mi caso tuve dos profesores en facultad, que me honraron con su amistad y cariño, los Escs. María Celia Corral Varela y don Raúl Crottogini, los cuales no le pesaron al presupuesto familiar con sus carreras, porque con lo que ganaban como maestros se bancaban la vida, y los libros, no eran una carga para nadie.

Después que se recibieron de escribanos, ejercieron sus carreras y llegaron como profesores en la facultad a ser de gran jerarquía, porque había en ellos una materia que no se enseñaba en la universidad y se necesitaba, “pedagogía”.

Siempre trabajé bien, regular o mal remunerado, pero no por ello le hacía asco al trabajo, y nunca miré cuanto iba a cobrar, sino lo que tendría que hacer y si no había algún gato encerrado.

Hoy me calientan sobremanera los que se quejan de la vida por tener mala suerte, mala suerte puede ser la desgracia de agarrarse una enfermedad o perder un hijo, pero eso no es mala suerte, amigos, eso es una desgracia que nada tiene que ver con la suerte.

Lo que gané me lo gané trabajando de lucero a lucero y estoy jubilado y me levanto con el lucero, pero me acuesto más tarde, y con el amigo COMOUSTE, hacemos estas historias.

En Facultad me bocharon en las tres materias más estúpidas de toda la carrera y les juro que no fue por mala suerte, ni los profesores me hicieron alguna mala pasada, eran excelentes personas, las perdí porque como eran fáciles, de relleno, me dejé estar, las leí por arribita y los profesores estuvieron perfectamente bien en bocharme.

Ahí aprendí a que no hay que dormirse en los laureles.

Bien dicen en campaña que “vaca que se echa y no rumia, se muere” y es verdad porque rumiar, forma parte de la digestión y si no comió y sigue echada será pasto de los zorros y de las aves de rapiñas barrenderas del campo y demás alimañas.

Amigo hágame caso, trabaje de lucero a lucero y deje que los demás se quejen de la mala suerte, cuando no lleguen a fin de mes.

Que todo sea para bien…

Un comentario en «La suerte»

  • Ups! nos queres sacar a todos las excusas? mira que la mala suerte existe y no digo de que cuendo se te cruza un gato negro te pase algo o cuando pasas por debajo de una escalera pero por las dudas evitalo.
    Si sos de ir al super a hacer compras fijate, si te cambias de cola porque la tuya va lenta-que ocurre con la que te cambiaste, se tranca- por todos los santos, si eso no es mala suerte!!!! jajajaajajaja….
    nunca salis a ningun lado, tenes una fiesta, vas a la peluquería-cuando salis que pasa…NO!!!..llueve!!! llevastes paraguas?…tener que irte 4 cuadras en taxi!!! si eso no es mala suerte!!!
    que hay que ayudar si, hay que ayudar, pero que hay mala suerte, la hay!!!!
    Saludos y Bsss.
    Rita

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *