19 abril 2024
Artículos

Plaga de insólitos

Esta semana fue rica en cosas insólitas y eso que del Plunagate no hablaremos absolutamente nada.

Para que vamos a gastar tinta nosotros, que fuimos de los primeros en levantar la pelota y ustedes energía eléctrica, tubo de la pantalla, si hoy, es la comidilla de todo el mundo.

Además nosotros tenemos material de sobra, modestamente hablando.
Pareciera que Uruguay de ahora en más, va a tener cinco feriados no laborables pagos, más un par más por año, que se decretarán, no se sabe por quién, con motivo de las alertas rojas.

El Sr. Presidente Mujica, con el mayor de los respetos, aludió preclaramente sobre dicho meteoro, diciendo que la gente está esperando que haya un poco de viento para no ir a trabajar.

Claro que la otra persona que ocupa el cargo, más votado del país, para poder acceder a el mismo, o sea, la Intendente de Montevideo, mandó los ómnibus a guardar y dejó a los Juanes Pueblos de A Pie, totalmente de a pie, sin un mísero ómnibus que los arrimara a las casas.

Hubo broncas y el Presidente de la Sociedad Anónima que ostenta la mayor flota de ómnibus afectados al pasaje urbano de Montevideo, don Juan Salgado, dijo que la próxima vez, no le iba a hacer caso a la intendencia y mantendría la flota al servicio de la población a la que se debe.
Veremos si el sindicato le da pelota, cuando empiece el viento y la lluvia.

Fue algo verdaderamente insólito, que los trabajadores tuvieran que abandonar el abrigo de sus lugares de trabajo por eventuales razones de seguridad, así como Ud. lo lee, frente a la inclemencia del tiempo y se vieran acurrucados y ateridos, volando cual plumas al viento, sometidos a los elementos enloquecidamente desencadenados, a la intemperie en unos lugares mal llamados paradas de ómnibus, porque mal pueden parar los ómnibus si no circulaban.

El tema se complicó y fue como la culpa, no apareció por ningún lado quien fue el que dio la voz de ahura para dejar expeditos los lugares laborales.

Claro que este temporal o como quieran llamarle fue poco y nada comparado con el que empezó a las siete de la mañana del 10 de julio de 1923 y duró hasta el día 12.

Vientos de más de 150 kmts. por hora, destruyó las terrazas de madera al mar del Hotel Pocitos y las bodegas también de dicho hotel, para solaz felicidad de los beachcomers (recorredores de playas) conocidos en nuestro argot ciudadano como bichicomes, que le dieron abierto a cuanta botella entera con bebidas espirituosas encontraron en la vuelta.

También despareció una balsa que hacía el servicio en el río Santa Lucía y hubo de ser repuesta oportunamente por otra.
Aunque Ud. lo tome a chanza, las aguas en la bahía de Montevideo, subieron medio metro por sobre los muelles del puerto, lo que se traduce nada más ni nada menos que estaban a 4.5 mts. sobre el cero de la bahía que es lo que determina las alturas de todos los puntos del interior del país y luce en la columna derecha de los carteles que obran en todas las estaciones de ferrocarril que subsisten en el territorio nacional.

Una cosa que siempre me dieron por cierta los viejos de cuando era niño y muchas veces pensé que pudo haber sido un cuento de esos que se hacen en los boliches o de entre casa, fue que estaban velando a un negro, en aquel entonces, afrodescendiente hoy, en el Conventillo Medio Mundo y las aguas se llevaron el cajón con muerto y todo.

Verdad o cuento de barrio, no me quedó en mi disco duro, si apareció el cuerpo y lo pudieron enterrar, como dios manda o si siguió viaje.
Con mucha menos población que hoy, pero con viviendas más precarias, el meteoro cobró siete víctimas mortales.
Tengo en mi poder, por herencia familiar fotografías de la época, con los bloques de granito de la rambla, que el mar embravecido los había sacado a pasear por ahí.

Este hecho de los bloques de granito, lo he visto con mis propios ojos en otras oportunidades, preferentemente los bancos que están entre los cubos de la rambla.

La obra faraónica de la Rambla Sur que en primera instancia iba de la escollera Sarandí hasta el Parque Urbano (Rodó), se comenzó a construir en 1922 y se le fueron agregando tramos y el último fue por los años setenta en que se comunicó el medio puente, que hacía años estaba esperando, con la otra mitad del departamento de Canelones.

Esta obra faraónica, orgullo de los montevideanos y de los uruguayos en general, llevada a cabo por diversas autoridades departamentales, que en su construcción soportó temporales, crisis económicas, como la del treinta que llegó un poco más tarde, y otras cuya violencia no se ha registrado, ahora se encuentra INSOLITAMENTE enfrentada al peor de los temporales, que no se si denominarlo el de la pusilanimidad parapetada tras las buenas intenciones o una falta total de ubicuidad en el planteamiento de esos seres, que en vez de mejorar el silencio callándose, lo estropean hablando.

Resulta que por el pecado de las estadísticas, han descubierto que caídas en la Rambla Sur causaron 66 muertes en 7 años, si señor, si señora, leyeron bien 66 muertes en 7 años.
Un promedio anual de 9.42 muertos por año, por accidentes, suicidios, suicidios que aparentan accidentes y accidentes que aparentan suicidios.

Sin informe técnico que lo apoyara un edil demostrando una profundidad de pensamiento no común, propuso nada más, ni nada menos, que poner barreras de contención en la Rambla Sur.
Pensado pronto y ligero a este señor con la ayuda de la ley de los grandes números tendría que prohibir el tránsito de motos en la ciudad, porque en accidentes, aunque conducen a velocidades suicidas perecen uno o uno y fracción por día.
También prohibir el tránsito de los automóviles en los fines de semana por la rutas nacionales tenemos un montón de muertes al año.

Con el mismo criterio o se prohíbe la venida de turistas argentinos que dejan una friolera de cadáveres propios y ajenos, en los accidentes carreteros.
Me olvidaba de los carritos con esos rocinantes que los llevan de tiro, muchas veces por menores, sin cascos, ni los conductores ni los pobres caballos, ni cinturones de seguridad, ni chalecos de colores refractarios.

No me extrañaría que apareciera otro edil y planteara un muro de hormigón armado de tres metros todo a lo largo de la Rambla Sur, así evitamos ver las aguas del río de la Plata y las caídas intempestivas de los suicidas o los accidentados y cada 10 o 15 metros poner una batería de sprays de diversos colores para fomentar el arte de los graffiteros como lo hacen en el Metro de Nueva York y que los suicidas se sigan suicidando en los espacio públicos como lo han hecho siempre o en el patio del edificio central del BPS, en el patio interior que se tiren como se han tirado montones de veces del tercer piso y poner algún sensorpara que los que están haciendo cola abajo no los mate por accidente un cuerpo que cae de las alturas.

Todo ello si el Sr. Presidente del Ente de las jubilaciones no tiene alguna idea mejor.
Un tío mío, bastante veterano, quedó viudo, sin hijos y me decía, mirá antes con la jubilación de la patrona y la mía, tirábamos, pero no hay pensión para los viudos, como la hay para las viudas.
Aguantó un tiempo como pudo y se fue a vivir con otro viejo en una pieza, pero no era lo mismo.

Una cosa es convivir con la patrona y otra con un tipo que tiene sus propias mañas, sin perjuicio que las de mi tío no serían ni mejores ni peores que las de su compañero de pieza, pero mañas son mañas.
Un día el viejo, rumbeó para la Rambla Sur, por donde está La Chupadora y se tiró y fue.

Solucionó los problemas existenciales que tenía, matándose dignamente, sin andar arrastrando la lata atrás de nadie.
Y ya que venimos hablando de cosas insólitas, un par de uruguayos, oriundos de Punta Gorda, radicados en Nueva York, uno propietario de un restaurante de nombre Tabaré y el otro diseñador Web, inspirados por dos eventos salieron a dar la nota tan uruguaya como insólita.

Agarraron todos los avíos de Halloween y se disfrazaron, hasta acá todo normal, excepto que son uruguayos y la nota la dieron cerrando el comercio y antes que cerraran las carreteras, consiguieron una casa prestada en Long Island a 20 metros de la orilla del mar.

Salieron a surfear las olas del Sandy (el huracán no el whisky), disfrazados de negro con las caretas alusivas a la fiesta celta, eso si no sé a quién le van a cantar “Trick-or-treat” (obsequio o truco) porque con los elementos desencadenados, las carreteras cerradas, no iban a encontrar muchos feligreses para lo de los dulces.

No sé si se salvaron o no, pero no se preocupen estimados lectores, ningún socorrista o bombero correrá riesgo alguno intentando rescatarlos porque por formación los yankees no gastan pólvora en chimangos y arriesgarán su vida para salvar gente que está jugándose la vida por desgracia, por trabajar, o por bajar un gato de un poste, pero no por andar paveando.

Estamos viviendo un mundo de lo insólito.

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