20 abril 2024
CRÓNICAS

Uruguaya en New York

Después de un día y medio de aviones y aeropuertos llegar a “La Gran Manzana”, como le llaman los gringos a Nueva York es gratificante, pero hay que repasar las zonas donde a uno no da el sol, porque no hay delineadores para el tema y hay rayas que se han borrado.

Pero con la alegría de encontrar a la familia, después de más de un año sin verlos, a uno la dosis de adrenalina en la sangre, lo sacude y sigue y sigue, la cuerda sin parar.

Más cuando la mujer tuvo que viajar sola, eso no es changa. Estamos en una época difícil para los vuelos comerciales, porque no se puede llevar esto, ni lo otro y los chirimbolos cosméticos que usan las mujeres, los miran como si fueran granadas de mano.

A más de un nervioso lo han bajado por el camino.

Un día y medio sin fumar, porque si no se puede fumar en el avión, en los aeropuertos tampoco, pero no se puede salir, porque a uno lo tienen estibado y en tránsito.

La cosa no es fácil, ni cómoda, y la ansiedad no se combate con un sanwichito de morondanga, porque la economía llegó a eso y el pasaje es tanto y las escalas tanto, y digo, pará un poquito, las escalas la hacen las aerolíneas para dejar pasaje y tomar pasaje y yo no hago escala, el que hace escala es el avión, para negocio de la empresa y por qué me la cobran a mí.

Tiene razón, pero marche preso.

El idioma en el avión no es problema, todos hablan una especie de idioma parecido al nuestro, pero la “y”, la “ll”, se pronuncian “i”.

Yo no soy yo, sino que soy “io”, el equipaje es suio, y si iueve hay que ievar paraguas.

En Chile hay que decir la hora exacta, porque la una y pico, es una grosería decirla, se dice tantos minutos pasada la una.

Donde todos dicen “aquella” palabra nosotros nos apresuramos a decir que vamos a “agarrar” tal cosa, aunque para los mexicanos no nos podemos hacer los astutos porque para ellos no es como para el resto de los latinoamericanos, sino que “agarran” como los rioplatenses.

En el artículo del Negro Jefe, les conté que en Rio de Janeiro, para acreditar que era uruguayo y no argentino tuve que invocar al Negro Jefe, y el que manejaba el “taque”, como le dicen ellos al taxí, ahí entró en razones. “Vôce e creolo, no e aryentino” con una sonrisa de una boca llena de dientes blancos.

En el estadio de Maracaná, se puede entrar a determinadas horas y hay un veterano que cuenta los goles de Ghiggia y de Schiaffino, y yo presumo que es un negro mentiroso, porque no debe de haber visto ninguno de los goles, por no tener edad suficiente para ello, pero por unos reales “tudu certo” o “tudu legal”.

Bueno resulta que a mi señora le tocó volver de New York y me cantó que volvía el martes y yo me constituí en Carrasco a las 3.15 a.m. para esperar ese tren lechero, que resultó el pasaje barato de avión que había sacado la doña.

Iba calculando que mientras encontraba las valijas y se entretenía buscando alguna oferta en el free shopp no sería la primera en salir, sino por el contrario, más bien calculé que sería la última.

Salieron unos amarillos, porque no se si eran japoneses, coreanos, o chinos, pero había una señora con una hoja de papel con unos dibujitos que parecen arbolitos muy prolijitos, presumo yo con los nombres de las personas a las que iba a buscar, pero se levantó corriendo y fue hasta ellos y con unos sonidos guturales se identificaron.

Seguro acá no tienen problema porque bajaron tres todos juntos, pero como debe ser allá, de donde son oriundos, donde todos son iguales, ahí si que tienen que utilizar los arbolitos en serio y como acá que los llevan por las dudas.

Apareció una delegación de básquet ball que venían todos separados, porque después de tantas horas de avión juntos, lo primero que hicieron fue separarse e ir con sus familiares y besos para todos lados.

Por qué de básquet ball por los tales lomos que tenían.

Había unos niños que a pesar de la hora le daban a la pata que era un gusto, (léase disgusto) y se revolcaban, y se tiraban a patinar con la ropa por el piso, menos mal que el piso brilla de limpio, pero la ropa se debe de enterar de esas acrobacias.
Cuando vi que no aparecía más nadie me aproximé a un hombre, presuntamente empleado de una empresa de alquiler de automotores y le pregunté si habían bajado todos los pasajeros de tal empresa.

Muy criollo y piola se metió y consiguió a una muchacha de la empresa que ya se iba y le pregunté si fulana había venido en ese vuelo, entró y consulto la lista, y me dijo que no se había embarcado.

Solo, absolutamente solo, no tenía a quién preguntarle, porque toda la familia de ella estaba en el hemisferio norte y bueno, mandé un mail a USA.

En mi interior estaba convencido de que no había agarrado la combinación en El Salvador o en Lima y chau pasaje.
Me contestaron el mail que se estaba embarcando en esos momentos en el JFK, respiré un tanto más tranquilo, yo le había errado de día.

Al día siguiente a la misma hora en el aeropuerto como un solo hombre.

Estaba como en la época en que los velorios eran de toda la noche, estaba con dos velorios de corrido, porque dormir había dormido pero entrecortado y se me caían las cortinas de los ojos.

Y bueno apareció y poco free shopp, ya no es la misma de antes o no le daban los brazos para cargar tanta cosa, digo yo, no se.
Resulta que en New York para ir al aeropuerto se tomó un taxi, y una cosa que es muy común allá, es que los conductores sean pakistaníes o de cualquier parte del mundo y no sé como ostias se enteran para manejar en tamaña ciudad y no saben el idioma.

El chofer era un negro azul que en el hispanenglish de mi señora y el francenglish con un toque de acento tribal se enteró que el chofer era de Ghana.

El chofer estaba que se salía de la vaina por saber de donde era mi señora y cuando se entendieron le dijo que era de Uruguay.

Y el negro se hacía unos nudos para decir Loui Soures.

Mi esposa se avivó y le dijo a Luis Suárez y el ghanés loco de la vida repetía en su jeringonza Louis Souarez.

Que nobleza de hombre.

Acá nos hubiéramos hecho los checos, para no dar el brazo a torcer, con el que atajó la pelota con la mano cuando iba derechito para adentro y gracias a ese penal tiramos, a Ghana, del Campeonato para afuera, siendo además el único equipo africano que quedaba en la eliminatorias del mundial.

El gentil hombre se reventaba la boca para poder decir otro nombre Diegou y mi señora le dijo Diego Forlán y el taxista loco de la vida. Encantado con dos nombres, de dos individuos que le amargaron la vida a un pueblo, tirándolos para afuera de un campeonato mundial de fútbol.

Somos malos nosotros, porque cuando algún argentino, habla de la mano de dios, refiriéndose a Maradona, lo tratamos poco menos que de delincuente, entre otras cosas.

Y el ghanés con una hombría de bien, contento de haber conducido a una coterránea, de los que le amargaron la vida a un pueblo entero, nada menos que el suyo.

Lo mismo que me pasó a mi con el motorista en la greve de Rio de Janeiro con el negro que quedó encantado conmigo porque le nombré a Obedulio Varela, como decía el carioca.

Pensar que Brasil tiene tantos jugadores profesionales de fútbol como el número de habitantes que tiene Uruguay, 3.500.000.
Como decían en las patriadas, pocos, pero bien montados.

Nos hacen felices cuando nos conocen por estas pequeñas cosas para el mundo y tan grandes para nosotros.

Un comentario en «Uruguaya en New York»

  • ja ja ! ya paso el tiempo y el negro se olvido de ese momento porque ghana no es una tan futbolero como el nuestro – aca te llegan a meter esa mano que puso suarez y el tipo no sale en una pieza del estadio y si al ultimo te patea el penal picandola abreu te queres matar ja ja que momento- el negro del taxi era de otros deporte…

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