19 abril 2024
CRÓNICAS

Vinicius de Moraes: A felicidade sim

“Voce e argentino”, no yo soy uruguayo – como Obdulio Varela en Maracaná. “Ah, voce e creolho, come Obedulio Varela”.

Hace de esto mucho tiempo, podríamos decir que fue por los 70 y algo.

Estábamos reunidos una noche con unos compañeros de estudios, todos ya recibidos y un matrimonio nos hablaba de las ventajas que había en el Brasil de aquel tiempo, en que el cambio nos favorecía en gran forma.

Ellos iban siempre que podían y se habían trillado el país norteño de punta a punta.
Dicho y hecho, me fui a TTL y saqué pasaje para Rio de Janeiro, tan es así que perdí los pasajes, por circunstancias fortuitas y al día siguiente los volví a sacarlos y no se me movió un pelo de la cabeza, no por millonario sino porque no hacían a la cosa.
Los pasajes estaban regalados.

Salió el ómnibus de noche y amanecimos en un lugar cuyas paredes estaban cubiertas por mosaicos blancos, parecía una lechería.
Acá los sandwiches calientes cuestan una fortuna, allá los mixtos quentes, costaban poco y nada, eso sí, los servían con una asquerosa ensalada rusa, que de tan fulera que era, no tenía ni mayonesa, era todo un pegote.

Pensar que la dejábamos en el plato y vino una señora, la pidió y se la comió con fruición.

Los mixtos quentes eran la cuarta parte de un cuadrado y pálidos al lado de nuestros sandwiches calientes, pero cumplían con la misión de saciar el apetito y valían tres o cuatro de ellos, menos de la mitad de uno de los nuestros.

Cada tres horas, tres horas y media, el ómnibus hacía una escala técnica, en la cual íbamos a o banheiro y a jantar.

Cambiamos de ómnibus en Porto Alegre y seguimos dale que va hasta Sao Paulo, donde cambiamos de empresa, creo que se llamaba Pluma o algo así.
Nunca en mi vida había visto tantos camiones cargados que se cruzaban con nosotros en la carretera.

Un infierno el tráfico comercial en la rodovía.

Vinicius de Moraes: A felicidade sim – VER AQUÍ

Cuando llegó el ómnibus a Rio de Janeiro, aprendí lo que era la “greve do motoristas”, huelga de chóferes.

Me quería morir, en la rodoviaria de Rio varado, hasta que apareció un negro, a mis ojos del tamaño de King Kong, agarró las malas (valijas, maletas) y sin decir agua va, rumbeó para una brasilia que tenía estacionada ahí nomás, y yo corriendo atrás porque ya me veía que me iban a afanar.

La brasilia, había sido taxi en su época y ahora, era un señor carnereando a su paladar.
“Voce e argentino”, -no yo soy uruguayo- , “ma voce e argentino”, -no soy uruguayo, como Obdulio Varela en Maracaná.

“Ah, voce e creolho, come Obedulio Varela”.

Sim eu sou y de ahí en más nuestras relaciones mejoraron sensiblemente.

Eran mis primeras armas en portunhol, pero no me fue tan mal.

Por unos pocos cruzeiros arreglamos la cosa y me llevó hasta el apartamento que había alquilado desde Montevideo, por un conocido de un conocido.
Era en Djalma Ulrich, todo un tema para que el hombre entendiera el nombre de la calle hasta que concluyó que era Djalma Ulrichi, según su pronunciación.

Son duros de oído y también se hacen.

El miedo al afane lo tuve permanentemente.

Otra vez hablaremos de lo que era Rio y lo que fue y lo que seguirá siendo.
Recuerdo que era en el mes de junio, porque ellos hacen unas fiestas especiales por San Juan y fogatas en la playa.

Yo estaba a una cuadra de Nossa Senhora de Copacabana sobre el final, donde hay una dependencia de la marina y luego viene Ipanema.
A propósito de Ipanema, fuimos a Canecao, donde para fortuna estaba Vinicius de Moraes y Toquinho.

Había aprendido de un porteño viejo, que en todos lados del mundo civilizado, uno se arrima a la boletería y en una mano tiene el dinero para la entrada y en la otra, en forma que también se vea, está el dinero para el boletero, para la coima.

Primera fila y yo chocho conmigo mismo.
En Canecao, con Vinicius y Toquinho en primera fila.
Las localidades eran unas mesas redondas, así meten dos, cuatro o seis personas, depende como venga la mano.

Nos tocó con un matrimonio argentino, mieleros, muy buena gente y cuando las luces bajaron su intensidad para comenzar el espectáculo, los mozos, a los cuales hay que llamar garçón, porque mozo se les dice a los viados, enxutos, a los que hoy les dicen distintos, habían colocado como cuatro filas más de mesas adelante nuestro.

Recuerdo que unos porteños que había coimeado, al igual que todos los que estábamos en esa zona, se calentaron porque ahora estaba en quinta fila.

Vive y deja vivir y con mi música a otra cosa.

En lo que me es personal, apliqué el clásico uruguayo, calavera no chilla, junta bronca y dale que va.

Vinicius que había estado viviendo en Uruguay, como diplomático, tenía casa en Atlántida y en Punta del Este y cuando anduvo medio en las malas por la política, era un ciudadano de este gran país y también les hizo descubrir a los porteños y al mundo entero la bossa nova.

Las canciones eran de su autoría junto con Jobim, Antonio Carlos Jobim, que realmente se llamaba Antonio Carlos Brasileiro de Almeida Jobim y Vinicius se llamaba Marcus Vinicius da Cruz de Melo Morais y Toquinho se llamaba Antonio Bondeolli Pecci Filho.

Nos deleitaron con Garota de Ipanema, Canto a Lucia de Yoan, A felicidade, Agua de beber, Insensatez, Eu sei que vou te amar, Chega de saudade, O que tinha de ser, Tarde em Itapoa, A tonga da mironga do kabuletê, Samba de bênçao, Berimbau, Você e eu, entre otras más.

Vinicius, sentado en una silla, sin esfuerzo, apurando un vaso de whisky que tenía a su derecha, fue un deleite para la vista y para el oído.

A felicidade, era aquella canción de Vinicius y Jobim, que era el tema principal de Orfeo Negro, una película francesa, basada en una obra de teatro de Vinicius y referente a la leyenda de Orfeo y Euridice, trasladada al Carnaval de Rio y en la cual el personaje de la muerte lo encaraba Ademir Ferreira da Silva, el campeón olímpico de salto triple, durante varias Olimpíadas, el cual vestido de negro y con rayas blancas simbolizaba la muerte y vestido de tal manera daba el salto triple, también en la película y se metía en la parte de los muertos a secuestrar a Euridice.

Y en lo que era el final del carnaval un negrito chico, desde un morro y sobre la bahía de Guanabara, cantaba dicha canción, que decía más o menos así: Tristeza nao ten fim, felicidade sim.

Y narra la vida del pobre que trabaja todo el año para echar el resto en los tres días de carnaval.

La tristeza de mano de la miseria está permanente en la favela y la alegría del carnaval perece con este al tercer día.
Me pregunto y no le encuentro respuesta lógica, porqué el brasileño con esa miseria brutal es alegre y vive cantando y nosotros que no nos falta el churrasco diario con un par de huevos fritos somos tristes y nuestras canciones son en tal sentido.
Lo era, tanto la vidalita, como lo es la canción de protesta.

Por qué somos tristes y si nos reímos es porque alguno se tropezó y se dio contra el piso, haciendo el ridículo.

Nuestro humor es a contra pelo y ellos son millonarios esos tres días y después de vuelta a la favela y a vivir con un puñado de feijao o de arroz blanco.

No soy un conformista, pero la veo así.

Un comentario en «Vinicius de Moraes: A felicidade sim»

  • La pregunta del (porqué) dentro de la miseria los brasileños tienen tiempo para la alegría parecería que es el clima a igual que los que viven en la zona del caribe, por ejemplo los cubanos. Vinicius fue uno de los mas grandes de la música popular no solo del brasil. Sabía como nadie expresar en versos los sentires, alegrías y tristezas, amores y desamores. Y tenía un talento i-m-p-r-e-s-i-o-n-a-n-t-e para llegarles a las mujeres. Era muy feo y se dice que amarrete, pero dejaba un tendal de mujeres en cada lugar que visitaba.
    Buena historia.

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