19 abril 2024
CRÓNICAS

Vívoras

Sobre gustos no han nada escrito, decía una vieja y el dicho termina con una chanchada.

He conocido coleccionistas de infinidad de cosas agradables, sin perjuicio de ser uno de ellos, pero también he conocido coleccionistas de cosas desagradables, por lo menos para mi gusto, como ser víboras, tanto culebras, como boas y tortugas de gran variedad de tipos y procedencias.

Iba a Buenos Aires y compraba las boas pichonas, pero que desde chiquitas tienen sus buenos dientes y las pasaba de contrabando en el bolillo del saco y tiene más cicatrices de mordidas que capincho viejo de espinas de monte en el cuero

Así conocí la tortuga roja norteamericana, que hizo famosa Disney la que se cierra como una petaca, para bronca de Pluto y hacen un ruido como si fueran un patito y a esa no hay por dónde entrarle, porque a diferencia de las nuestras el cierre es hermético y una colombiana horrible con crestas y agresiva como ella sola.
Un querido amigo tiene ese hobby y esos bichos y muchos más, tenía arrendada una casa vieja para meter ese bicherío y en especial las boas, creo que todo ello para evitar que la esposa lo echara de la casa.

Ni que decir si los vecinos de puerta se enteraran que atrás de un vidrio, en la casa lindera, hay un lote de boas de regulares dimensiones, que todo termina con un lío grande delo por seguro y las tortugas de patitas enla calle, no así las boas porque no tienen patas.

No se preocupe por los vecinos que tiene, capaz que en vez de boas tienen un arsenal o una enfermedad contagiosa, mi amigo ya no está más en esa casa y no sé donde alquiló la otra.
Un día me lo encontré en la feria de Tristán Narvaja comprando un montón de conejos chicos, de esos que le regalaría uno a la nena, que a pesar de ser un poco sucios, son un símbolo de la dulzura con los niños.

Hoy estoy para Disney, o nadie recuerda a Tambor, el conejo amigo de Bambi, aquel que se le moría la madre al empezar la película e hizo llorar a varias generaciones.
Además tienen una ventaja sobre otras mascotas, porque no ladran, ni aúllan a horas impropias ni muerden a los vecinos y tampoco levantan la pata.

Volviendo a lo nuestro, cuando llegó con los conejitos a la casa de las víboras empezó a mandarlos de a uno por terrario (domicilio de las boas) y ni picaban porque de un lance, eran mordidos y envueltos rápidamente por las boas.
Los conejitos ni patalearon.

Todo duró un minuto o un poquito más o tal vez menos.

No soy ningún flojo, pero ese espectáculo dantesco fue demasiado para mí, anduve el resto del día con el estómago apretado y no podía concentrarme en nada porque seguía enroscado con los pobres conejos.
Sin pretender justificar nada, creo que sufren menos con las boas que cuando los va a faenar un cristiano y les da el palo en el hocico o en la nuca y ahí el bicho patalea hasta que la queda y teniendo siempre en cuenta que el de la faena sea baqueano y no improvisado y lo curta a palos y no logre despenar de primera al bicho.

Por lo menos la boa como vive de eso, no es ninguna improvisada.
Mi amigo para criar sus tortugas arrienda pequeñas fracciones de campo con tajamares o a cambio de hacer un tajamar, le dejan echar las tortugas para la cría, por un plazo de X años.

Cuando las tortugas ponen los huevos en el tajamar, para evitar los depredadores, junta los huevos y se los lleva para incubar en la casa de los bichos.
Tiene un ojo clínico para saber donde hay víboras.
Una vuelta estábamos en una estancia muy grande, no sé que había pasado, que no estábamos trabajando, salimos a recorrer un potrero bien abierto, que era el que se utilizaba como pista de aterrizaje.

Teníamos un rifle Brno 22 y como a cien metros había unas chapas, aclaro que era pleno invierno y me dijo señalando las chapas, ahí debe haber víboras.
Ante tan agradable noticia, lo acompañé hacia las chapas como a unos 15 o 20 metros de él, por las dudas.

Cuando llegó a las chapas, revolvió un poco y de repente lo veo cinchando de algo que parecía una cuerda, pero era víbora y la había agarrado de la cola, bueno digamos la parte de atrás, porque no puedo acreditar bien, dónde termina el cuerpo y dónde empieza la cola de una víbora.

Cuando logró sacarla de la tierra, la víbora quedó dura como un palo, pero con la cabeza para el otro lado de donde estaba él, debe ser por la forma en que la agarró, hacía como una comba hacia adelante.

Si la hubiera agarrado yo, se daba vuelta y me picaba, póngale la firma.
Anduvo en la vuelta hasta que consiguió agarrar una vara de caraguatá y fue aplanando a la víbora hacia el piso y en un santiamén le agarró la cabeza y terminó con la víbora enroscada en el antebrazo.

Teníamos que volver a las casas y vino el chofer con el jeep y zonceando se hizo el distraído y pasó de largo un par de veces hasta que el chiste dejó de serlo y paró.

Bueno fuera, yo era el jefe, faltaba más.
Subimos calladitos la boca, sin ningún reproche, hasta que el amigo de la víbora, como lo teníamos convenido, la sacó de debajo de la campera, se la arrimó al cachete, hasta una distancia suficiente como para que la lengüita bífida pareciera que llegaba, pero no le llegaba.

Al chofer no le dio un infarto por esas cosas, creo que dijo alguna palabrota “pero de Ud.” por respeto a la jerarquía.
Cuando llegamos a las casas metió la víbora en un frasco para que pasara la noche en el dormitorio con nosotros.

Víbora de dos patas, si, pero víbora sin patas no.

Antes de acostarnos agarré el frasco y lo venté lejos de las casas por si la moza se había encariñado con nosotros.

Dormir con víbora en la pieza a sabiendas, nunca.

Un comentario en «Vívoras»

  • Pobres conejitos, que maldad!. las vivoras deben de ser los bichos mas asquerosos que hay, les siguen las arañas, las ratas y las cucarachas…da gracias a que no chocaron y que el frasco no se abrio antes de tirarlo lejos…
    Saludos y feliz pascuas

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