MÚSICA

Pablo Milanés viaja a la eternidad un 22 de noviembre

Tres años sin Pablo Milanés: parte de la música añora aquella voz que con un abrazo, te llenaba de poesía la vida

Han pasado tres años desde aquella madrugada en Madrid en que Pablo Milanés, a los 79 años, emprendió su viaje definitivo. La noticia —primero un susurro en su oficina artística, luego un eco mundial— dejó un vacío que solo dejan quienes consiguen convertirse en memoria colectiva.

Porque Pablo no fue simplemente el trovador de versos firmes: fue un latido compartido, una forma de mirar la vida con ternura con su verdad. Desde entonces, el 22 de noviembre dejó de ser un día cualquiera para convertirse en un faro: un recordatorio de quiénes éramos cuando sonaban sus canciones y de quiénes seguimos siendo los mismos al escucharlas.

Aquel amanecer de 2022, las redes sociales se transformaron en un inmenso altar digital. La palabra “eternamente” comenzó a multiplicarse, como si todos intentaran abrazar a “Yolanda” una vez más; como si la música pudiera sostener lo que la ausencia se llevaba. “La cultura cubana está de luto”, escribió la Orquesta Failde. Pero la frase se quedaba corta. Pablo no era solo cultura: era un pedazo del alma sonora de Cuba, un refugio que muchos aún buscan cuando el mundo se vuelve demasiado ruidoso.

La dura lucha con la enfermedad

Su partida llegó tras varios días ingresado en un hospital madrileño, consecuencia de una enfermedad oncohematológica que llevaba años enfrentando con la discreción de quienes saben que su obra ya habla por ellos. En España vivía desde 2017, donde halló cuidados, tranquilidad y, siempre que la salud lo permitía, el impulso para seguir regalando música. Aunque tuvo que cancelar conciertos de su gira Días de luz, alcanzó a ofrecer un último recital en La Habana el 21 de junio de 2022. Para miles de cubanos fue más que un concierto: fue una despedida sin decir adiós.

Hoy, tres años después, la Casa de América en Madrid proyecta la miniserie Son para despertar a una negrita, dirigida por Alejandro Gutiérrez Morales y protagonizada por Haydée Milanés.

Más que un homenaje, es un viaje al corazón de un vínculo padre-hija marcado por complicidades musicales, silencios compartidos y una ternura que desbordaba incluso entre notas. Los episodios —“Amor”, “El gorila pipón”, “Segundas voces”— reconstruyen, entre fotos y grabaciones inéditas, ese universo íntimo donde Pablo siempre fue “Pablito”, no por tamaño, sino por la dulzura que irradiaba.

El legado de Pablo Milanés

Haydée, heredera luminosa de su sensibilidad, escribió estos días: “La Habana vendrá, será alguna vez lo que un día fue…Citaba “Vestida de mar”, una de las últimas canciones de Pablo. En ella, La Habana trasciende a la ciudad: es herida, sueño, esperanza. Es la promesa de que lo bello resiste, incluso cuando la oscuridad quiere imponerse. Y es, al mismo tiempo, la certeza de que la voz de Pablo no fue despedida, sino legado.

Tres años después, la tristeza ya no pesa: se convierte en melodía. “Para vivir”, “Años”, “El breve espacio en que no estás”… siguen ahí, intactas, como puertas que uno abre cada vez que necesita volver a casa. Pablo Milanés ya no está físicamente, pero dejó una discografía que contiene abrigo, una voz que no envejece y una forma de cantar la vida que se queda para siempre.

Eternamente.

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