19 abril 2024
CRÓNICAS

El Queco ya fué

Qué época aquella en que las puertas de calle del barrio Palermo, no tenían una reja adelante y se dejaban abiertas hasta la cancel, cosa que también se tenía por costumbre en las casas de familia también.

En Vázquez y Soriano en casa quedaba la puerta de calle abierta y la cancel sin pasador hasta la hora de ir a dormir y en el patio había un tubo lux de 40 Wts. que iluminaba cuasi a giorno.

Una noche un tipo se mandó porque le erró de cuadra y mi viejo lo casó con cajas destempladas como diría una persona fina, pero en los hechos fue a puteada limpia.

Pero cuando éramos chicos y pasábamos por la puerta de esas casas, con la cancel que emanaba una luz roja, preguntábamos que eran y nuestra madre se hacía la distraída, seguía con la conversación como si uno fuera un estúpido, sin derecho a enterarse, por qué la diferencia de unas canceles de unos vecinos con las otras, pero no había caso, la vieja no aflojaba.

Con el tiempo con otros gurises nos fuimos enterando más o menos como era la historia y creo que la vieja cuando no preguntábamos más, calculaba o que sabíamos que no nos iba a contestar o que ya estábamos avivados del tema.

Cuando íbamos a la Chupadora de la Rambla y Vázquez, hoy Martínez Trueba, donde estaban las bombas de agua del río de la Plata que refrigeraban la usina del tranvía en Gonzalo Ramírez, Vázquez, Morales y Salto, que en la época de la segunda guerra, quemaba marlos de maíz con granos y todo, para producir energía para el tranvía eléctrico.

Ahí en la Chupadora, era donde todos los gurises de barrio que no apalearan (hacer bochinche y espantar a los peces) y dejaran pescar, a los, valga la redundancia, pescadores, en momentos apropiados nos enseñaban a nadar.

Los profesores “ad hoc” eran el director técnico de la selección uruguaya de fútbol campeona en Maracaná en 1950, Juancito López y su hermano mellizo Pedro López, que lo distinguíamos porque tenía un diente de oro, Quemada, y otros “fanintes” (que viene de “fareniente”, no laburantes) que nos enseñaban a nadar y nos cuidaban, claro que usaban un sistema pedagógico similar al del Boxing Club Palermo, te tiraban al agua y si no atinabas a salir a lo perrito, no insistían, no eras candidato a aprendiz de nadador, pero si no le hacías asco al agua, te seguían enseñando, lo elemental, nada de estilos.

La referencia al boxing club, era porque el que quería aprender boxeo, en el club te calzaban un par de guantes y te largaban al ring sin conversación previa,de que no le pegues fuerte que es un chiquilín, ni ninguna otra contemplación, con un negro barrigón, del tipo del Pocholo Burgues, y te probaba, dándote unas buenas trompadas, si querías más, eras candidato, si no te daba la nafta, no perdían más el tiempo contigo y afuera los guantes y había terminado tu carrera de boxingdanga.

Cuando escribí “El Loco Ramón”, (buscar por el nombre con buscador de la publicación) que era todo un personaje, pero no del Palermo Country Club, que venía a ser la Chupadora, sino del Ansina Country Club, un tonto que nunca falta, comentó que los “fanintes” no eran vagos, porque el padre de él era miembro del rancho de “Los Fanintes”, y su viejo era laburante, y lo sé muy bien porque el Rancho era de un primo mío, el Pancho, que tenía su sede en Cebollatí y Ejido y mi primo era un auténtico faninte, pero mi tío que tenía terror a que los hijos le salieran fanintesvagos, porque un hermano de crianza suyo “sin encontraba al inventor del laburo lo fajaba” y nunca agarró para las ocho horas, ni cuatro, ni media, fue el único de los ocho hermanos de crianza que salió bueno para la joda y nada más, pero logró que todos sus hijos fueran laburantes, este del Rancho, laburaba en la Intendencia y también con el camión llevaba los diarios a los sucursaleros, o sea que tenía dos laburos, y con el camión también había mudanzas de yapa, pero su vida de bohemia y comilonas era el Rancho.

Volviendo al Palermo Country Club, no había mujeres, pero para el lado de la calle Ejido bajaban las pupilas del prostíbulo de la calle Médanos, que sin mezclarse con el resto de la gente, por el “que dirán” y con unos trajes de baño bien cerrados iban a tomar sol y a bañarse en temporada.

El otro prostíbulo del barrio Palermo estaba en la calle Ejido 1060, entre Durazno e Isla de Flores, o sea que yo, cuando iba o venía de la escuela pasaba por la puerta de los dos quilombos, el de la Calle Ejido se llamaba el Gallo, creo que porque tenía un gallo pintado y está escrito en la tapa del libro que nunca entré ni de chico, ni de mediano, ni de grande, no por puritano, sino por ser del barrio y porque la damas que habíamos visto desde niños en las rocas de la rambla eran más para un geriátrico que para un queco.

Había otro en la calle Magallanes, donde muere o nace la calle Charrúa, la capataza de ese era doña Elvira, a la que con los amigos le golpeábamos la cancel o saltábamos sobre la tapa de la sanitaria y la vieja Elvira salía a atender y quedaba puteando porque no había nadie, claro que no se lo hacíamos una vez, sino varias, nos entreteníamos barato.

Había otro en la calle Arenal Grande casi Rivera, atrás de donde estuvo muchísimos años emplazado el David, frente a un supermercado, cosa que creo que les complicaba la entrada a los galanes a contrapelo, por cualquier conocida que anduviera de compras porque ese lo vi abierto a muy tempranas horas.

Había otro en la calle Convención, casi Soriano, al lado de una whiskería que se llamaba La Dolce Vita y a la vuelta de un lugar de coperas, o sea donde se iba y había damas de compañía que después de consumir determinado número de copas, el patrón del lugar la dejaba salir a hacer la noche con el cliente, se llamaba La Cueva del Faraón.

Claro que ahí en dos manzanas estaba para tres categorías económicas, el más barato era el prostíbulo, La Dolce Vita era un lugar donde se iba con una conquista (de alguna forma hay que llamarle) y se consumía alcohol y creo que se bailaba también y en La Cueva, se cenaba, se tomaban copas y todo eso no era barato y después había que arreglar con la dama y todavía bancar la casa de tolerancia aparte, claro que estamos hablando de una época en que la plata rendía mucho más.

Ya mayorcito frecuentaba La Cueva, porque el encargado era un amigote mío, y me tomaba unos whiskys gratis, invitación del amigo sin que se enterara el patrón, el Faraón, y de paso con 18 años frecuentaba lugares que eran materias reglamentadas en la Universidad de la Calle.

Había otro en la ciudad vieja en la calle Piedras antes de llegar al Mercado del Puerto, recuerdo que un jefe que tuve, iba por la calle conmigo y otros muchachos de la oficina, creo que a un remate que había cerca y nos explicaba que ese era el último quilombo que quedaba en Montevideo y nos dijo que éramos unos mocosos maleducados, cuando le dijimos todos los que a él le faltaban en su guía mental, inclusive el de la Comercial, por la que cortaba Gral.

Flores en la esquina de la Parrillada Llano, en la calle paralela, en que habíamos ido un montón de compañeros del laburo a comer a dicho local y a la salida arrancaron para el quilombo y a mí se me hizo tarde porque me había quedado arreglando las cuentas con el bolichero.

Cuando salí para el prostíbulo, que no sabía bien donde era, pero tampoco me iba a perder, por la luz roja, siento que mis compañeros andaban a las patadas con la puerta cancel y gritándoles “yiras putas” a las pupilas, cosa que era una redundancia, pero lo hacían por los vinos que habían ingerido previamente y porque a un compañero negro, no lo querían atender y solidariamente se fueron todos sin ocuparse, sin perjuicio de haber armado flor de merecido escombro, lo de irse estuve de acuerdo lo del lío en la calle no porque si venía la cana íbamos a tener problema.

Mi viejo que conmigo nunca trató ninguno de esos temas, porque murió siendo yo un adolescente y tampoco era tema que le gustara tratar, y con mis hermanos tampoco se hablaba del tema, porque era el menor y me llevaban un montón de años, pero un día me dijo, con referencia a las yiras que hacían la calle que en la zona había muchas y fuleras, que eran un mal necesario, porque había muchos individuos que no podrían tener sus conquistas por sus limitaciones mentales, físicas o de otro tipo y con estas mujeres trabajando se evitaban problemas sociales como la violación de niñas o muchachas, entre otro montón de cosas.

No llegué a entrar en el tema y tengo que cerrar el artículo por un problema de espacio, pero antes cabe decir, que hoy deben existir clandestinos.
Por la forma en que funciona la sociedad hoy en día, los prostíbulos y las yiras de la calle, siguen existiendo pero la competencia es muy grande, porque están las amateurs en pleno y los otros que hacen la calle al igual que ellas.

Pensar que iba a contar de un lugar muy representativo y tendré que dejarlo para la semana que viene.

No creo que haya descubierto nada nuevo para nadie…, ni fui ni dejé de ir a tales lugares, porque eran del barrio… espero que todo sea para bien…

6 comentarios en «El Queco ya fué»

  • casa de tolerancia!!! que lindo nombre jajajaja………….y lo de la tarifa esta buenisimo por que te das cuenta lo caro que son 2 srtas juntas

  • Cuando se escribe del barrio debería de fundamentarse mejor, el Rancho Los Fanintes nunca estuvo en la calle Cebollati y Ejido, tampoco tuvieron DUEÑOS, el tal “Pancho”, nunca fue mercadería de nadie para que fuera comercializada.

    El rancho los Fanintes existe gracias al espíritu de aquellos “vagos” que como pudieron custodiaron y supieron de su preservación, jamás estimularon a nadie a la vagancia, por el contrario te podían dar un abrazo y llegarte el corazón.

    El tiempo paso, el barrio se transformó, la gente cambió, pero el rancho sigue en el barrio Palermo y muchos de los “intelectuales” del barrio migraron a otros barrios y se dedicaron a escribir.

  • Gerardo sigue porfiado: El significado lunfardo de fare niente es faninte. La última ubicación del rancho ya no era físicamente un rancho, sino un galpón rodeado de muro y parte techado de zinc y parte a cielo abierto, en la misma manzana que El Enrique Lopez. La ubicación anterior era donde había unos árboles , si mal no recuerdo ombues, frente al Edificio Lamaro de Salto y Tacuarí, recuerdo que hasta tenían un carpincho. Tal vez en su afán de revolver el pasado niega que en Gonzalo Ramírez y Vázquez estaba otro rancho llamado La cumparsita
    tan es así como pasó el tiempo que en su lugar hay un edificio de apartamentos y enfrente vivía el “Soreja” Bartibás un buen jugador de fútbol en aquellos tiempos. Estamos rememorando un montón de personas que hace muchísimos años no están en la superficie de la tierra. Gerardo podría escribir sus memorias del rioba y con seguridad El Reporte se las publicará, pero si no le da la nafta, no califique de seudo intelectuales a aquellos que lo hacen, tal vez pueda ser un camionero o un tinterillo sin pretensiones.

  • Los kilombos no se fueron solo cambiaron de nombre ahora son casas de masajes y si tiras unos mangos mas se arma la cachanga, no digo que todos sean pero si googlean hay una larga lista que son casas de masajes con kilombo incluido.

  • Q”ueeee en las casas de masajes dan masajes? como es eso? que alguien me lo explique.

  • Si no me engaña la memoria, el rancho estaba en Santiago de Chile entre Cebollati y Gonzalo Ramirez, mirando el agua a mano derecha. Me llevo mi viejo en el año 51 en sus brazos.

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