27 abril 2024
MUNDO

Gracias pero NO

Por Lorenzo Olivera
Decía el siempre mordaz Mark Twain que rechazar un premio es otra manera de aceptarlo, pero haciendo más ruido. Y es posible que algo de eso haya en las razones que han llevado a muchos premiados a negarse a ser reconocidos oficialmente.

No parece ser el caso, sin embargo, de los cada vez más intelectuales y artistas que están rechazando últimamente las más altas distinciones, con un denominador común: su oposición a las políticas que realizan los gobiernos que les condecoran. Con carreras consagradas o éxito más que conseguido, no es precisamente ruido lo que necesitan. El rechazo al premio es, más bien, un posicionamiento ético o una forma pública de protesta. El último en sumarse a la lista ha sido indirectamente el cantautor Bob Dylan al premio Nobel de Literatura 2016
La Academia Sueca otorga el galardón al músico “por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”

El cantautor Bob Dylan durante un concierto en Basilea, en 1984. EFE / EL
Por primera vez en la historia del Nobel de Literatura, la gente no correrá a las librerías sino a las tiendas de discos. Cuando la secretaria de la Academia Sueca Sara Danius ha pronunciado el nombre, han retumbado todos los cimientos. Bob Dylan (1941, Duluth, Minnesota), premio Nobel de Literatura. La sorpresa en los mundos de las letras y la música solo puede ser comparable a la que seguro ha sido una legendaria, hipnótica, imbatible sonrisita pícara del galardonado al enterarse, perdido como siempre en su gira interminable alrededor del mundo, al margen del mito. Era el eterno aspirante, así como un recurrente chiste entre los más escépticos y, sobre todo, más ortodoxos. ¿Un músico, cuya única obra en prosa fue un fracaso, cosechando el mayor de los premios literarios? Imposible. Pero lo imposible –y vivir a contracorriente- es lo que mejor se le ha dado a este compositor que cambió como nadie el concepto de canción popular en el siglo XX, añadiendo una particular dimensión poética a la música cantada.
El único que lo rechazó bien rechazado fue Jean Paul Sartre.

El Premio Nobel de Literatura es concedido a Jean Paul Sartre el 22 de octubre de 1964 ‘por su estilo imaginativo y espíritu de independencia y libertad en la lucha por alcanzar la verdad’.
La decisión de la Academia Sueca había sido reñida, aquel año los favoritos eran varios.
Pero el autor de La Náusea fue clarividente y temiendo lo ‘peor’ había escrito una carta muy reservada, fechada el 14 de octubre al presidente de la Fundación Nobel.
En ella le advertía de que en caso de ser galardonado rehusaría recibirlo.
Ello comportaba el rechazo no solo del reconocimiento intelectual, también de la considerable atribución pecuniaria, habida cuenta de que se acompañaba de una cuantiosa cantidad, 52.000 dólares de la época. Sartre, rogaba que entregaran el premio a algún otro escritor más digno de tal consagración.
Pero su carta deja de ser secreta por la indiscreción involuntaria de su editor, Gallimard.
Uno de sus lectores, Gustave Bjustrom, corresponsal en París en la época del diario sueco ‘Dagens Nyether’, encargado de entrevistar a Sartre, filtra a su director la valiosa información.
Pese a que la noticia se hace pública, la Academia Sueca hace caso omiso de la petición del laureado y le otorga su galardón.

El filósofo y escritor es coronado a su pesar Nobel de literatura.
Sartre reacciona acorde con el mismo espíritu inconformista que años antes le había llevado a renunciar a la Legión de Honor.
Comunista confeso aun cuando no milita en el partido, su ideología de izquierdas le impelía a renunciar a toda distinción.
Le Monde le retrata con excepcional precisión.
Para el prestigioso diario parisino Sartre es ‘el más apasionadamente antiburgués de todos los escritores burgueses’.
Tres días después de rehusar el galardón, el filósofo publica en Le Fígaro, una aviso financiado por su propio bolsillo en el que razona su decisión.
En esas líneas manifiesta que el premio es político y que se niega a ser ‘institucionalizado por el Oeste o Este’.
A sus 59 años el más polémico y controvertido de los escritores de la época, existencialista y exaltado defensor de la libertad del hombre, es un apasionado moralista y no se cree merecedor de la distinción.
El escándalo se desata en la sociedad francesa: media Francia descarga con inusitada virulencia su ira contra el hombrecillo sabelotodo, de ojos desviados, ateo y de izquierdas que, creyéndose superior, se atrevía a rechazar los honores de la Academia Sueca.
El autor de La Náusea parecía haber escrito una obra premonitoria, la reacción que genera su decisión al rechazar el premio tiene la misma naturaleza.

Sus detractores elucubran todo tipo de argumentos para justificar su infamia: que si no perdona que Suecia, a la que Sartre se había apresurado a manifestar su afecto tras su desplante, hubiese otorgado el premio a su presunto enemigo Camus años antes; que si lo rechazaba por respeto a su pareja, Simone de Beauvoir, o que simplemente su soberbia le hacía incapaz de convertirse en un ‘intelectual más’.
El laureado escritor se muestra impasible y no replica públicamente hasta el 19 de noviembre de 1964.
Inquirido por el entrevistador en Le Nouvel Observateur reafirma que su rechazo al premio es consecuencia de su ideología política a la par que argumenta que su renuncia al cobro de la cantidad obedece a esa misma razón.
La historia hizo caso omiso a la decisión del portentoso intelectual y Sartre pasó a su pesar a engrosar el listado de los Premios Nobel franceses, siendo enumerado como el undécimo en recibirlo.
Pero el suceso no acaba aquí.
Once años después, en 1975, el curtido filósofo intentaría por medio de un enviado especial obtener la cantidad correspondiente al premio, pingüe en su día pero humilde por entonces.
El eco de su ignominia indignó a los sartrianos del mundo.

Pero su pretensión no pudo ser satisfecha, ya que tal y como ocurriera en su día con Bernard Shaw, en 1926, las retribuciones rechazadas por los premiados pasan a engrosar el Fondo Nobel.
Jean-Paul Sartre, auténtica dinamita intelectual del siglo XX, no sabía con quien se las veía y es que Alfred Nobel había apadrinado la explosiva sustancia hacía ya 92 años.
Cinco años después el insigne filósofo fallecía, contaba 74 años.
La muerte de ‘la conciencia del mundo’, como le había calificado Herbert Marcuse, conmovió a toda Francia.
Aquellos ciudadanos que aquel lejano 1964 al estallar el ‘escándalo Sartre’ le habían censurado y atacado ignominiosamente se ufanaron en llorar su pérdida.
Francia había perdido al más querido de sus Nobel.
Estoy en total desacuerdo con este artículo. Jean-Paul Sartre siempre fue una persona íntegra de valores inamovibles.
Como estudiante de filosofía me resulta bochornoso que un periodista se dedique a redactar toda una serie de datos sin tener en cuenta la veracidad de los mismos.
Sartre llegó a rechazar 26:000.000 por escribir, por tanto, resulta un poco contradictorio que tratase de quedarse con el dinero del Premio Nobel.

Por ello he decidido darme de baja de La Vanguardia.

Un comentario en «Gracias pero NO»

  • Bob no se deja pesetear y eso es lo que me gusta de el….arriba Bob Dylan y que aprendan los artistas nuevos de los que no se someten al circo para ganarse la vida.

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