25 abril 2024
CRÓNICAS

Hay que tener defectos

Es el tipo sin curiosidad, con una cultura prefabricada, que no sale de sus límites. Es el tipo que niega lo que no entiende y censura lo que se opone. Es el tipo cuya trayectoria en la vida puede vaticinarse desde el punto en que uno le haya, en adelante. El tipo que tiene un sistema, un método, una especie de reglamento personal al que se somete en todo m o.merfto.

Recuerda un poco aquello del cuento de Aniano, del caminante que en un anochecer de invierno, perdido en el bosque, llamó, pidiendo amparo a la carsena del leñador. Y el leñador le hizo entrar. Y mientras le precedía para guiarlo a la mesa, se iba el leñador soplando las manos. Entonces el caminante, curioso, le preguntó por qué las soplaba. Y le contestó el otro: “Pues, porque las tengo frías v para exentármelas”. Se sentaron a la mesa y sirvió el leñador en el plato de su huésped la sopa cordial. Pero cuando fue a tomarla él, la sopló con una cuchara antes de llevársela a la boca.

Y el caminante le volvió a preguntar: —“¿Por qué soplas ahora la sopa?” Y le dijo el leñador: “Porque está muy caliente y para que se enfríe”. Y entonces el caminante se levantó airado y al tiempo que se alejaba hacia la puerta para irse, dijo: “No quiero tratos con gentes tan imbéciles que lo mismo le soplan a lo frío que a lo caliente”. Le había leído una vez a la Rochefoucauld que sólo los grandes hombres tienen grandes defectos v ahora volvió a encontrarse con casi lo mismo en la porte donde Stelcel dice que las prendes acciones humanas sitúan en las fronteras que seriaran el talento de la ton-j ter?av Como quién dijera, en el filo de la rtavain. Es interesante observar, por ejemplo, qué el tino formal a nue «átá. Uno refiriéndose censura a los demás su informalidad aparente v. sin embarco, él vive determinado por opinión de los demás. Es quién más se cuida del inicio ajeno.

Del qué dirán. Y Bernard Shaw había hecho es revivir con letras grandes en la chimenea de su casa: “¿hablan?; que hablen!” Es el hombre que nunca se olvida de las llaves, amigos. Es el hombre que siempre sale con dos pañuelos, que antes de salir piensa un rato si lleva todo: la cédula de identidad, peine, espejito. Lápiz, lapicera… Siempre tiene de todo en los bolsillos: pastillas de menta, escarba dientes, cambio de 100 pesos con cada billete en su sitio —los de diez con los de diez, los de cinco con los de cinco, los de uno con los de uno.

Todo en orden

Y siempre igual. Es el hombre que sabe por las calles que pasan todos los colectivos y los tranvías y se entera en seguida cuando cambia el recorrido alguno. Es el hombre que hace las cosas por “principio”. “No es por los diez pesos, es por la acción. A mí no me va a agarrar nadie de zonzo”. ¿Es que no basta, con no ser zonzo que, encima, hay que estarse tomando trabajo de demostrárselo a cada rato a todo el mundo? Es el hombre que da consejos: —“usted hágame caso a mí que yo sé porque se lo digo” y que tiene una frase hecha para todo. Hay que cuidarse la salud porque salud hay una sola. No hay que derrochar porque el que guarda siempre tiene. No hay que prestar dinero porque el que le presta dinero a un amigo pierde el amigo y pierde el dinero. Es el hombre que critica que el prójimo beba… “El alcohol es un veneno lento…” ¡y a él quien le habrá dicho que los que toman alcoholes tienen apuro, no es cierto! ¡Qué poco entretenido y, sobre todo, qué poco inteligente es ser perfecto! Por otra parte, ni incluso la verdadera perfección sería tolerada por nadie. Por eso es que Benjamín Franklin dice en su autobiografía que cuando un hombre es bueno, al mismo tiempo, para vivir tranquilo, tendría que inventarse cuatro o cinco defectos bastantes grandes, así deja contentos a los demás que pueden criticárselos…

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