CINE - SERIESMODAS

La diplomática: Embajadora a todo riesgo

La temporada 3, ya disponible en Netflix donde Keri Russell se prepara para nuevos desafíos y traiciones que pondrán en la línea de fuego a la estratega Embajadora de Estados Unidos

Hay un elogio que pocas series se ganan y que The Diplomat reclama con descaro en su tercera temporada: la capacidad de absorber, destilar y reimaginar lo mejor de un cuarto de siglo de televisión política —desde la verbena idealista de The West Wing, pasando por la sátira afilada de Veep, hasta las intrigas oscuras de House of Cards— para devolvernos algo que se siente, a la vez, como un abrazo familiar y una sacudida enteramente nueva.

De nuevo seguimos a Kate Wyler (una Keri Russell que aquí respira, se quiebra y se recompone como si la diplomacia fuera un ballet de alto voltaje), embajadora de Estados Unidos en el Reino Unido y protagonista de un laberinto político que jamás pidió, pero que parece haber nacido para enfrentar. Lo que debería ser un cargo de té, sonrisas y ceremonias se transforma, desde aquel ataque al buque británico en la primera temporada, en una partida de ajedrez mortal donde cada pieza —incluido su esposo Hal, interpretado con deliciosa ambigüedad por Rufus Sewell— oculta un filo.

Esposo manipulador con ansias de Vicepresidente

La tercera temporada redobla la apuesta. El ascenso de Hal a la vicepresidencia no solo altera el equilibrio geopolítico: hace implosionar su matrimonio con Kate. La separación es dolorosa, inevitable, casi cinematográfica. Y en ese vacío irrumpe un nuevo vértigo: un romance con un operador político británico interpretado por Aidan Turner, cuya presencia —magnética, enigmática— opera como un disparo de adrenalina en la narrativa.

Tensiones con Rusia y Europa

Es él quien arrastra a Kate hacia un misterio submarino digno de una novela de espías: un sumergible nuclear ruso averiado, encallado en aguas británicas, aguardando como un monstruo dormido a punto de despertar. La trama vibra, se expande, se acelera. Sí, por momentos la serie parece girar sobre sí misma, como si dudara hacia dónde apuntar su brújula narrativa, pero basta llegar al salto temporal de mitad de temporada para sentir cómo el motor vuelve a rugir con potencia.

A partir de allí, The Diplomat se torna una tormenta controlada: cada episodio un latido más rápido, cada escena un paso hacia un final que estalla con la fuerza de un clímax largamente contenido.

Lo que nos entrega esta tercera entrega no es solo política y tensión: es un romance quebrado, un deseo que renace, una diplomacia al borde del colapso y, sobre todo, un retrato apasionado de una mujer que intenta salvar al mundo mientras intenta salvarse a sí misma.

Oscar Alas

Crítico de cine

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *