La herencia
Hace muchos, pero muchos años, antes de que la Onda dejara su hábitat de la Plaza Cagancha a los juzgados y los choferes y guardas, cuando el viaje era a tiro largo, hacían noche en el pueblo y al otro día arrancaban temprano.
No sé cómo era el tema del pernocte, porque pienso que habría que presentar la factura al volver, para el reembolso de los gastos, también recuerdo muy bien, que quedé muy impresionado, cuando en un restaurante pedía la cuenta y el mozo me dijo: ¿ por cuánto se la hago?
Me cayó mal y le dije que incluyera la propina.
Siempre que fui a trabajar al mal llamado interior, porque salimos decimos que vamos para afuera, los gastos y los comprobantes no me cerraban y termianba poniendo plata de mi bolsillo.
El récord mío fue una vez que inadvertido me metí en el Mirador de Colonia y cuando pagué y vie el muerto me lo banqué yo para evitar de que alguno pensara que me estaba pasando de vivo.
Cambiar un refuerzo de mortadela por una cena o un almuerzo, el asiento de atrás del ómnibus por la cama de hotel, hacían una cifra que mejoraba el sueldo de los choferes, guardas y viajeros en general, tal vez en ese caso tuvieran un viático fijo y se las arreglaban por la de ellos.
Claro que esos viajes, mejor dicho esos pernoctes, han dado lugar a muchos romances, algunos que llegaron a buen fin y otros que quedaron por el camino y algún gurisito andará esperando la Onda para ver si conoce a su padre.
Había una señorita que no era ni joven ni bella, todo lo contrario, pero era sobrina única de unas viejas solteronas, las que tenían más campo de lo que un ser humano, en sus cabales puede calcular, o simplemente visualizar, los viejos tenían más de 12.000 Hectáreas, eso al dinero de hoy es un fortunón, claro que al dinero de aquel entonces estimándolo a una vaca por hectárea era muy buena plata.
La ecuación económica hoy cambió con el tema de la la soja y la imaginación no da para tantos ceros en verdes.
Recuerdo un campito de ciento y pocas hectáreas, que se había pagado 4 millones de los de antes, se vendió a fin de año en un 1.300.000.- dólares, claro que antes una persona con ciento y pocas hectáreas vivía más o menos en un campo criador, pero hoy el mismo campo plantado con soja, da muchísimo dinero.
Volviendo a nuestra homenajeada de hoy, Tata Dios no había sido muy generoso con la belleza de esta dama, más bien había sido muy avaro, era de esas gordas tipo cocineras de campaña y tenía un ojo que se le iba de garufa para atrás de la nariz.
Claro que bizca y gorda no es un desmérito, cuando se puede tener eventualmente un campito de tales proporciones.
Un de mis hermanos decía que era con tanto campo una mujer soñada.
En la estancia ganadera más grande que estuve, tenía unas 6.000 hectáreas y pregunté dónde estaba uno de los dueños y me dijeron que había ido al potrero, no me acuerdo el número, para traer el ganado para bañar.
Claro que era un campo largo y desparejo en su ancho, este puesto quedaba por campo propio a unos 24 kilómetros.
No se veía nada y me señalaron para el lado en que estaba el hombre, tampoco me orienté, claro que ellos habían nacido en ese campo, además conocían las costumbres y los trillos de los movimientos en ese campo, lejísimos se veía una nubecita de polvo que levantaban las haciendas para venir hasta el casco.
En un bajo a nos 500 mts. aproximadamente estaba el cementerio de la estancia, claro está que no soy baqueano para dar pesos y medidas en el campo, lo que estimo en 500 metros podrían ser 1.000 o 200, claro que como iba en una petiza, medio mansa, pude llegar al camposanto privado, que estaba compuesto de dos o tres criptas, como las de los cementerios de Buenos Aires, con un edificio hacia arriba y más adelante, estaba un lugar marcado como material, donde estaban las tumbas en que se enterraba propiamente.Ese otro lugar era para los peones y algunos allegados, en la época en que la familia vivía en la estancia cimarrona.
Las criptas era para los dueños y familiares.
Até a la petiza en un talita que estaba ahí al lado y fui a mirar como era eso de las criptas en campaña y pude ver unas urnas destapadas con un desparramo de huesos alrededor.
Cuando volvía a las casas le avisé al dueño que los zorros se habían hecho una farra con los huesos de los abuelitos.
Me dijo que después mandaría a un peón a arreglar el zafarrancho, claro que los peones, son medio supersticiosos y las osamentas de cristianos les gustan bien poco.
Volviendo a la dama presunta heredera, se enamoró del guarda de Onda, e hicieron nido, claro que el hombre hacía noche de vez en cuando en las casas, porque como a veces salía para otros destinos,tenía que hacer noche por otros lares.
En el pueblo se maliciaba que el hombre tenía un nido paralelo en otros pagos.
Lo que tenía que pasar pasó, se fueron muriendo las viejas y ella estaba instituida heredera por testamento.
Pero en la vida, a veces las cosas se complican y hete aquí que por la plata baila el mono, y se presentaron los hermanos de la gordita para hacer caer el testamento, en beneficio propio.
Ella no puedo disponer del campo, de las 12.000 hectáreas por muchos años, mientras duró un juicio largo como esperanza de pobre.
No menos de diez años duró el trámite y pasaron a mejor vida los abogados patrocinantes (hicieron la suya), la gorditas bizca y muchos más.
Los hermanos, que a la corta o a la larga se hubieran quedado con el campo, brindándole cariño a la hermana y espantando al guarda, pero no, agarraron por el lado de los tribunales, como hace cierta gente.
Ignoran que juicio ganado es juicio perdido y en este caso además de haberlo perdido tuvieron que pagar a sus abogados por haber litigado sin justa causa.
Por lo general la gente mal aconsejada prefiere pleitear antes que llegar a un buen acuerdo, aunque en este caso no se planteó la transacción porque no había nada sucio.
Pero fue mucho tiempo, la señora no era una chiquilina y le apareció un cáncer malo y después de una buena batalla la parca se la llevó para el camposanto a ella también.
No había terminado de bajar la polvareda aún,cuando el señor guarda, devenido en estanciero, puso en venta el campo, en aquel entonces serían tres o cuatro millones de dólares y concretada la operación se vino para el Sur, donde no existe el tal mormazo y de noche refresca con la virazón del Río de la Plata.
Compró una empresa, la levantó en calidad y hoy en una de las mejores dentro del ramo.
El hombre se sacrificó, los miles de kilómetros que hizo, estudió el panorama y se aquerenció con una prenda, no la más codiciada del pago, porque los demás, no se daban cuenta, que la belleza exterior es efímera sino la que es muy valedera, es la belleza espiritual, como puede ser una buena estancia.
Lo escribo y hasta yo me lo creo, estimado lector no le parezco un tipo puro.
Son cosas de la vida y la fortuna lo acompañó al hombre, aunque ya se lo veía como un tipo de empresa, cuando cambiaba una cena o un almuerzo por un refuerzo de mortadela y un hotel con aire acondicionado, por el asiento largo de atrás del ómnibus.
Pensar que todos pensábamos que la Onda era lo más grande que había, como hoy pensamos en Conaprole, o como pensábamos en el Banco Transatlántico o el Comercial cuando tropezó y la Onda no existe más, los ómnibus con el galgo corriendo al lado, se puede ver alguno como casa rodante o como un galponcito en campaña.
Cuando se liquidó la Onda no sabíamos a dónde llevar las cartas y las encomiendas, tal cual el dicho a rey muerto rey puesto y se mandaron el tal shopping con la largada que ya les quedó chico, dicen.
Los integrantes del Poder Judicial de antes nunca pensarían que iban a tener sus juzgados en la manzanita de la Onda.
Recuerdo un amigo, el “Pichonero” Ramos, cuando se recibió se fue para el interior y la primera vez que bajó a Montevideo, con su auto y esposa ambos nuevos, fue a parar a uno de los hoteles que estaban en la vuelta de la Onda.Me comentaba, “si seré canario, vengo con auto y me meto en un hotel donde me tuve que bancar todas las largadas de la Onda” de las 23, 24, y las siguientes cada hora, con aquellos poderosos motores de los viejos Greyhounds, comprados de segunda mano a la compañía estadounidense, del mismo nombre, con aquella primera no sincronizada que entraba dando la sensación que se le iban a romper los dientes de la caja de cambios, metiendo el tal ruidaje.
Por rutinario se tuvo que bancar las largadas de la poderosa flota de aquel entonces.
Era lógico cuando estudiante pensión, como profesional un hotel y esos eran los que conocía.
Que todo sea para bien…