19 abril 2024
CRÓNICAS

Mi Moñita Azul

Fui a una escuela humilde y casi en ruinas.

En vacaciones, si esos tres meses de exageradas vacaciones en que se fomentaba el ocio del no hacer, tal cual si viviéramos en un país tropical.

Los padres de los alumnos la mayoría obreros o empleados de comercio, con los fondos que había juntado la comisión pro fomento de la propia escuela, se compraba pintura y se pintaba todo el local.

No había que arreglar los wáter closet porque eran letrinas con taza turca o sea que se defecaba de cuclillas.

No había extractores de aire porque el corredor de los baños (de alguna forma hay que llamarlos) no tenía techo, era una ventilación forzada un tanto exagerada en invierno, pero no apestaba y la señora que limpiaba, doña Cledonia, la esposa de Antonio Delfino el que nos hacía las plomadas para pescar en la rambla, cada tanto tiraba un par de baldes de agua, de los grandes, a pesar de que ella era chiquitita, como sería de chiquita para que Nosotros a esa edad nos diéramos cuenta de su tamaño y era la que también con una inmensa olla gigante calentaba la leche con un primus (calentador a gas de kerosene a presión) de seis boquillas, la cual nos servía a todos y cada uno un vaso de aluminio con leche, que para muchos era gran ayuda alimenticia para todo el día.

La población de alumnos era de todas las procedencias étnicas ellos mismos o hijos de emigrantes gallegos, italianos, negros, judíos, criollos, etc. era con una población tan surtida como la Sociedad de las Naciones, hoy Naciones Unidas pero tenías casi todos algo en común vivían en los conventillos del Barrio Palermo.
El patio se dividía al medio, en sentido transversal con dos tipos distintos de baldosas, al fondo baldosas chicas para los alumnos de primero y segundo año y al frente baldosas blancas y negras de mármol grandes, para los grandes donde a pesar de las maestras de entonces que no dejaban correr, se armaba algún picado con una pelota de trapo y si alguno tiraba a uno chico iba inexorablemente a la dirección, y se llevaba una cartita para la casa que tenía que volver firmada y los padres aplicaban las medidas del caso que podía quedarse sin salir a la puerta o como entre padres e hijos, en aquel entonces, no existía la violencia doméstica, se podían llevar una pateadura.

Me contaba el otro día la empleada de casa que cuando zamarreó a su hija, esta le dijo que la iba a denunciar al INAME por violencia doméstica, pero cambió de idea al segundo saque que le pegó la madre.
Los bancos de la escuela que eran como un trencito, el asiento de uno tenía el pupitre en el respaldo para el otro, que tenía en el medio un hoyo donde iba el tintero, donde yo tenía la habilidad suficiente de meter la trenza de una compañerita que se sentaba adelante llamada Dalia y me acuerdo del apellido pero no la pongo.
El tintero era de porcelana o algo similar y todos los días los repartíamos con una bandeja escritorio por escritorio, algún viaje se llevó mi querida túnica de tinta y arreglamos cuentas después con mi vieja.
Las madres conversaban entre ellas a la entrada y a la salida, se pasaban los partes y noticias del rioba, pero el orgullo materno, estaba en el almidonado y la hermosura de los lazos de la moña, que eran como la frutilla de la torta.

La cosa empezó alguna vez en que un niño de otra escuela tenía sabañones, que yo no tenía la menor idea de lo que eran hasta que hoy agarré el pequeño mataburros ilustrado de Larousse y dice que “es una lesión inflamatoria de la piel, especialmente en las manos, pies y orejas, causada por el frío y que se caracteriza por su intenso picor”
O sea que con un buen calzado unas medias de lana y una gorra con orejeras se arreglaba la cosa y mi vieja era más tejedora que Penélope la novia de Ulises (Odiseo), pero se armó flor de lío cuando una maestra agarró a un niño de la oreja y se le reventó el sabañón y la agarró la Tribuna Popular y la pasó por la máquina de grano fino y fue el pan de los periodistas de cada día por 15 días, creo que hasta la sumariaron.
Nosotros cuando estaban por terminar las clases, teníamos que llevar un limón, un pedazo de vidrio y procedíamos bajo la dirección de la maestra a aflojar la tinta y pulir la mancha azul con el vidrio.
Quedaban como nuevos.
Los padres arreglaban la escuela, nosotros los bancos bajo la dirección de la maestra, eran otros tiempos, hoy los maestros hacen paro porque la escuela está despintada o se taparon los caños y los bancos rotos los apilan en el fondo y los mandan a remate, los padres no existen salvo cuando vienen a pegarle a una maestra por las malas notas que le puso a su hijo.

Antes la escuela era de todos, de padres, alumnos, maestros y el Estado hoy es tierra de nadie.

Los días lindos íbamos a jugar al fútbol en la placita que está frente al Cementerio Central, el maestro era el juez, el hijo del gallego almacenero, el del tano zapatero, el del armenio también zapatero no había monopolios, el del judío que era un klaper que vendía puerta por puerta y le rendía cuentas al kuentanic, del negro que era portero del London París, y todos mezclados de tal forma que no había discriminación de especie alguna, éramos todos iguales, unos más oscuros que otros y unos más rubios que otros, casi todos vivían en los conventillos cercanos, tenían piojos por unanimidad y la maestra nos ponía en fila y con dos lápices nos revisaban si teníamos visitas en la azotea y discretamente la maestra escribía una cartita para la madre del que tenía habitada la cabellera y una recetita de vinagre con no se qué, y discretamente se la hacía llegar a la madre del infestado, venía a ser como la cuenta del negro de la época de Aparicio Saravia, “degüéllese al portador”.

Cuando pasaba el Negro Pirulo, un maricón famoso por haber sido boxeador y por su físico y le gritábamos cuando niños, cosa que hicimos también cuando adolescentes y ya creciditos desde una Lambretta (una motoneta parecida a la Vespa) que vibraba tanto que te bajabas con parkinson, y la motoneta cuando se vino el negro, se quedó, y yo rajé, y el dueño de la motoneta lloraba cada vez que la levantaba el negro y la reventaba contra el piso.
Hablamos de los padres estaban ocupados en sus empleos y arreglando o pintando la escuela fuera de su horario de trabajo, nosotros dejábamos los bancos a nuevo para el marzo siguiente y las madres dejando a nuevo la túnica y la moña.
Estos días, esos que no pintan ni reparan la escuela, ni van a la comisión Fomento para organizar una kermese o algo para tener fondos para la escuela, esos que no pagan el impuesto de primaria y si mandan a sus hijos a la escuela es para cobrar algo del MIDES o la Asignación Familian han iniciado una recolección de firmas para eliminar la moña, si la querida moñota y la túnica por una camiseta y jeans.
Argumentos banales y pueriles como que vienen a casa con la moña hecha un pingajo, desarmada y colgando, claro que ninguno tuvo tiempo de enseñarles a hacerse la moña y tampoco a atarse el cordón de los zapatos.
El odio es un mal consejero y asocian el uniforme escolar, el más económico de todos, sin grifas diferenciadoras, una moña y una túnica, porque atribuyen su creación a la dictadura, claro que yo usé moñota azul y la túnica y la dictadura me agarró en Facultad.
Pero el odio es ciego, claro que hay muchos profesionales de la palabra que viven del pregón y no son ningunos burros, simplemente están haciendo el mandado que les da de comer y quien dude, daré los nombres, claro que estos no lo hacen por odio, sino por el mango.
Tampoco comentarán que hay más de 100.000 ni ni y esto es un tsunami que no se sabe dónde irá a parar, y quien dice camiseta, en poco tiempo tendremos mallas endodérmicas en las mayorcitas en edad de merecer.
Que los chicos en la escuela utilizan la moña para pegarle una ahorcadura a otro, lo cual habla muy mal del compañerismo infantil y de la maestra que no es capaz de separarlos, es un cuento mentiroso.
Claro que si la maestra se mete en un lío puede terminar con problemas ella, tanto con los chiquilines, como con los padres, como con la administración escolar.
Probablemente le convenga más estar muy ocupada resolviendo algún solitario en el celular o cuereando a otra con alguna compañera o simplemente mirando la luna bajo techo o rascándose estoicamente el ombligo para que pasen de una vez las larguísimas cuatro horas diarias de los cinco días de la semana durante los ocho meses y medio del año, sin contar los feriados, sin meterse en líos ajenos.

Otro argumento que las moñas vienen ya hechas y las sujetan con un elástico o un alfiler de gancho.
La moña es todo un símbolo de una educación que debe ser obligatoria, le educación pública debe ser gratuita y la escuela debe ser laica.

Claro que los de la campaña antimoña, empezaron por ahí, y es antitúnica, cambiándola por un equipo, que en algún momento pueda llegar a ser verde olivo o camuflado como gustan en los estados fascistas, ignoran de tan ignorantes que son que la ignorancia no es un derecho, sino que es un abuso.
Son seres que nunca construyen y siempre destruyen, los ni ni son buenos para nada.
Hoy por obra y parte de no se sabe de quién en que se han suprimido las conmemoraciones patrias, como el natalicio y fallecimiento de Artigas y nadie conmemora más los otro aniversarios del nacimiento de José Pedro Varela, aunque la primera escuela laica y gratuita la fundó el Gral. Leandro Gómez, 20 años que Varela fuera el impulsor de la idea, en Salto, en el local de la Logia Masónica Hiram.

Si señor laica y gratuita y el pobre individuo que dice que la moña fue en 1950 para no pagar el boleto en el ómnibus es un pobre ignorante, yo fui como ya lo dije a la escuela pública antes y de a pie con mi moñota que era el orgullo de mi madre.
Hubo un escritor en prosa y en verso que escribió estos versos, no se si antes o después de que yo lo conociera y fuera amigo de él y que me ganara hasta el cansancio los partidos de truco que jugábamos, estoy hablando del minuano Santos Inzaurralde, conocido como el poeta de la Sierra con el cantautor Santiago Paravís (Chalar de seudónimo) y en este poema que transcribimos brinda con fervor y entusiasmo un homenaje a la escuela pública uruguaya.
Llama la campanilla de la Escuela;
que difícil adiós, el de esta tarde;
se han abierto sus puertas, como siempre,
y hoy, por primera vez, quiero quedarme.
Adiós Escuela, he de decir, y no hallo
la forma ni la voz para expresarme;
todo está igual como la tarde aquella,
cuando de moña, me vistió mi madre.
Qué inmensa escuela pareciste entonces;
que severos los patios y la clase,
y niños, mis pensamientos de esas horas
volaban a mi casa y a mis padres.
Después, poco después, te vi más mía,
y han corrido los años, incesantes,
desde aquella niñez de jardinera
a este botón de adolescencia que abre.
Siento que el corazón va a mis maestros;
cuenta hasta diez, repasa las vocales,
conjuga un verbo, multiplica adioses,
y suma todo en la emoción más grande.
Y la puerta está abierta, y puerta afuera,
donde hasta ayer me ilusionó escaparme,
creció mi mundo y me quitó de pronto,
la moña azul, y la prendió en el aire.

Que alguien ilumine a esta gente que vive en un solo apagón y que todo sea para bien…

2 comentarios en «Mi Moñita Azul»

  • Me quedo con los deseos finales de que todo sea para bien. Y vera que al final en algo coincido con ud.
    Las sociedades cambian, no se si para bien o para mal, pero no se evita que cambien. No podemos atarnos al pasado, porque ya no existe. Los chicos de 10 años actuales, tiene mas herramientas para interactuar con el mundo que en la epoca de quien vivio el que escribe este buen articulo. Hoy existen muchos problemas en la enseñanza, pero sería bueno encontrar soluciones adecuadas a las herramientas y las exigencias del mundo moderno. La moña azul y el delantal es de la época que habia tinteros y plumas para escribir. En la era de la informática hay que elegir cual es el uniforme mas adecuado, nada más que eso.
    Si estoy de acuerdo con este articulo en el fondo del razonamiento, pues la enseñanza de antes, tenía mas valores que la actual.

  • Lindos recuerdos yo fui a la escuela 152 en el cerro, me quedo con todo lo escristo, lo moderno que dicen los gobiernos atuales del sur son manipulados por aquellos que nunca sabes su verdadero nombres y donde viven, me que aca un abrazo grande. Nelson de fitchburg,massachusetts

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