Shenzhou-20 dañada: tres astronautas chinos perdidos en el espacio
Cuando la nave Shenzhou-20 fue ametrallada por basura espacial, los tres tripulantes chinos fueron protagonistas de un dramático momento al mejor estilo ciencia ficción-terror de Hollywood
Durante 204 días, Chen Dong, Chen Zhongrui y Wang Jie orbitaron la Tierra sin imaginar que su regreso dependería de un plan de emergencia ejecutado casi al límite. La misión Shenzhou-20, que debía traerlos de vuelta a casa, quedó comprometida cuando un fragmento diminuto de basura espacial —demasiado pequeño para ser detectado, pero lo bastante veloz para perforar metal— abrió una grieta en una de las ventanas de la cápsula. Una fisura de apenas milímetros, pero suficiente para convertir un viaje de retorno en un riesgo inaceptable.
La noticia cayó como un golpe silencioso en el interior de la estación Tiangong. El cristal agrietado significaba una certeza incuestionable: la Shenzhou-20 ya no podía traerlos de vuelta a salvo. Era una verdad que Chen Dong, comandante de la misión, dijo sin rodeos: la nave “no cumplía las condiciones para un regreso tripulado seguro”. Y así, en cuestión de horas, China tuvo que activar un protocolo que nunca antes había puesto a prueba.
Nueva nave aparece para el rescate
La llegada reciente de la Shenzhou-21, con otra tripulación recién llegada, se transformó en una salvación inesperada. La nave que debía servir solo como reemplazo terminó convirtiéndose en el vehículo de emergencia para quienes debían regresar primero a la Tierra. Fue el único camino.
Apenas horas antes del regreso, las autoridades chinas finalmente confirmaron lo que hasta entonces era solo un rumor entre analistas: el impacto de basura espacial, rápido como una bala y casi invisible, había comprometido la ventana de retorno. Simulaciones, fotos ampliadas y pruebas en túnel de viento lo habían dejado claro. Y ese peligro silencioso, común en la órbita baja, obligó a rediseñar todo el plan.
El viernes por la madrugada, en la vasta soledad del desierto del Gobi, la Shenzhou-21 abrió su paracaídas como un suspiro de alivio. Los tres astronautas aterrizaron en Dongfeng a la 1:29 a.m., agotados pero intactos, con sonrisas que escondían el peso de lo vivido. Habían completado la misión china más larga en el espacio, y lo habían hecho sorteando una amenaza invisible que podía haber cambiado la historia.
Tres astronautas sanos y salvos: La nave no se salvará
Quedaban, sin embargo, tres compañeros en la estación Tiangong —Zhang Lu, Wu Fei y Zhang Hongzhang— dependiendo ahora de una cápsula dañada que ya no podía protegerlos. La Shenzhou-22 llegará en una fecha aún no anunciada, llevando suministros en lugar de una tripulación, mientras la Shenzhou-20 permanece orbitando como un recordatorio silencioso de la fragilidad del espacio.
La misión, dijeron los medios estatales, fue “la primera implementación exitosa de un procedimiento de retorno alternativo” en la historia del programa espacial chino. Para Chen Dong, fue algo más íntimo: “La exploración espacial nunca ha sido fácil”, dijo apenas salió de la cápsula, apoyado por los equipos médicos. “Esta experiencia nos dejó una certeza profunda: la seguridad de los astronautas siempre será lo primero”.
Bajo el cielo inmenso del Gobi, con la cápsula aún humeante detrás de ellos, esa verdad resonaba más fuerte que nunca. El espacio sigue siendo hermoso… y despiadado.

