26 abril 2024
INSÓLITOS

Buscapie

En lo que me es personal, comparto esa sensación de Comousté y a mí también me pasó, por ejemplo, siendo muchacho en el IAVA, en la cantina del rincón, una vez se puso a tomar un café de parado el grande de Carlitos Real de Azúa y me pagó un café a mí, un caralisa estudiante, que por supuesto me imaginó pelado como “culo de mono” y por unanimidad y en tren de evocar a los de una generación, se tienen que acordar del profesor de filosofía San Miguel, que era un loco lindo, a pesar de que era decentemente feo, con unas cicatrices en el rostro de unos fórceps mal hechos y en clase, una compañera, desubicada como chupete en el tuges, le preguntó, ¿profesor que le pasó en la cara?.

El profesor que no estaba para avivar gilas y si la tomaba en serio, la tendría que haber echado de la clase, por desubicada, le contestó: “Son cicatrices de las trincheras de la primera guerra mundial”.

La muy torpe era muy capaz de preguntarle a un rengo como había perdido la pierna, no tenía un criterio para nada.

Había otro compañero, el “tuerto” López, que tenía una fea cicatriz en el ojo y contaba que cuando la coca cola traía no sé qué premio abajo del corchito (ahora plástico) de la tapa corona, sacando el corchito, con un cuchillo de punta, se le zafó y se lo envainó en el ojo y el gallego Vázquez que era rápidamente cruel, le dijo “pero hermano, esa coca cola te costó un ojo de la cara”.

Sería porque el tuerto estaba acostumbrado a ser tuerto, pero si me lo dice a mi le parto algo en la cabeza.

El gallego era rápido de respuesta, recuerdo en un partido de la liga universitaria, donde la educación y las buenas costumbres se dejaban en el vestuario, cuando salían a la cancha, en un partido muy picado contra Química, de la tribuna nuestra partió una flor de puteada, a beneficio de nuestros rivales del otro equipo y el gallego cual si fuera en una asamblea de la FEUU, se paró en la tribuna y gritó: “Hago mías las palabras del compañero”.

Con esos personajes como los que surgen en aquel artículo, el mismo se vende solo, con Mario Benedetti o el viejo Piria, sin entrar a detallar que Piria se trajo a los antepasados de Benedetti para trabajar con él, diciéndolo así pronto y ligero, sin entrar en detalles y con el paso del tiempo Mario terminó trabajando en La Industrial Francisco Piria, no en lo que Benedetti era un virtuoso, sino como un escribiente común y silvestre, porque Mario tenía que comer todos los días y precisaba el sueldo y también trabajaba en La Mañana y El Diario, pero ahí si con las letras, no todo era poesía ni arte, pero ayudaba a yugar más aliviado.

Otro grande que trabajó en La Mañana, fue el poeta Iván Kmaid, conocido por el “Turco”, un estudiante de derecho, oriundo de Rivera, que escribió versos y publicó libros, pero vendía espacios en La Mañana-El Diario, para sobrevivir al principio y para vivir mejor después, un tipo muy querible y amigo de los amigos y tenía un pueblo de amigos.

Era mayor que nosotros, los de mi barra, pero se juntaba igual, era el prototipo del hombre ligador con las mujeres, que no se me enoje la Chola, (la mujer) por ser indiscreto, y siempre como buen turco fronterizo que era, tenía algo lindo para decirles y ellas quedaban contentas como perro con dos colas.

Recuerdo que con el Turco, ya mayores, en la Coronilla salíamos a caminar por la orilla de la playa y algunas parejas, en el balneario, se apartaban de la bajada de los hoteles, para que la dama se sacara el soutien y tomara sol en el par de huevos fritos, porque si tuvieran la forma del Batoví, no se sacarían nada.

El turco que además de buen proseador, le encantaba aterrizar giles, me decía, mirá allá hay una tomando sol en tetas y el marido le está haciendo pantalla y en forma descuidada, rumbeábamos bien cerquita de la pareja, como quien no quiere la cosa y buscando distraídamente ese par de caracolitos que pudieran estar arriba de los huevos fritos y el marido molesto se interponía para que no viésemos, lo que ya habíamos visto y no pagaba la pena seguir viendo y que no nos importaba un rábano, sino que lo hacíamos simplemente de malos, pura y exclusivamente para molestarlo por guampa chata y seguíamos nuestra caminata arreglando el mundo, ignorando la furia desatada en ese ser complaciente al cual omitíamos en forma agraviante el mero hecho de darle bola y lo dejábamos haciendo más morisquetas que mono comiendo hormigas.

Amigo, en Uruguay no hay playas privadas y si las quiere hacer de desnudistas y propia, bánquesela, mientras el marinero no le diga nada.

Lástima que el querido Turco se nos fue, sin despedirse, pero nos dejó un gran recuerdo muy disfrutable y querible por cierto, personaje que trabajo de montón de cosas, como de smoking en el casino en la temporada, vendedor de libros en Losada, a quién con mi primer sueldo le hice una buena compra, casi una inversión y que todavía lucen juntos en un estante de la biblioteca y terminó con un alto cargo en La Mañana-El Diario, por el cual estaba obligado a comer con los clientes, cosa que le encantaba, comer, los clientes eran la excusa.

De don Arturo Piria, un vendedor de ropa en un local ubicado en los restos de la ciudadela de Montevideo, el que un incendio le dio la oportunidad de rematar la mercadería y fraccionó y remató casi todo Montevideo, y sus alrededores y balnearios.

No da para detallar todos los barrios o balnearios que fraccionó o remató porque sería un inventario y no un artículo, pero no lo dude en la mayoría de los títulos de propiedad hay un antecedente con Francisco Piria, como dueño o como apoderado.

Llevaba los remates de una forma tal que en determinado momento los paraba y les decía a los interesados si estaban locos, porque lo que estaban rematando era el monto de la cuota mensual a pagar en treinta años, o sea $ X por 12 por 30, sí, cada peso aumentaba $ 360.- el precio total y resulta que eso, en aquel entonces era mucha plata y la gente con el entusiasmo, porque el remate tiene algo de timba también, en el sentido de que este otro no me va a ganar y subir la apuesta llegaba un momento que hacía no viable la operación.

Don Francisco no paraba el remate para hacer caridad pública, lo paraba porque si seguían subiendo los precios, iban a terminar no pudiendo pagar y el negocio de él era vender a precios normales y no quedarse con el clavo de terrenos vendidos a medias.

Los bajaba a la realidad porque era un tipo inteligente y sabía que a la corta o a la larga las cuotas astronómicas iban a engendrar un montón de no pagadores y su negocio estaba en los pagadores.
Don Arturo Piria fue masón, el que se dedicaba a la alquimia era el Arquitecto Pittamiglio, ambas corrientes esotéricas.

Pero don Arturo fue un gran visionario para los negocios y no mezcló una cosa con la otra porque el castillo de Piria, al igual que el edificio de la Suprema Corte de Justicia o la casa donde vivió doña Carmen Piria en Ponce, Av. Brasil y Br. Artigas no tienen ninguna simbología en especial, que sea ostensible, al menos.

Por el contrario el Arq. Pittamiglio del cual recorrí el Castillo de Las Flores y el de la Rambla con su Vittoria de Samotracia al frente y su entrada por la calle Vidal, tiene escaleras que no conducen a ningún lugar, símbolos y caras especiales e incluso una inscripción en unos vidrios, que si la memoria no me es infiel dice “ORA ET LAVORA” y dicen que el tema de él era la alquimia.

De eso no entiendo nada mejor no escribo, no como Coelho y otros que no entienden, ni saben, e igual escriben y venden.
Si algún día me entero y logro transformar los metales en otro, no escribo más y los dejo en la ignorancia.

Todo lo que convierta será para mí, no sé si he sido claro.

Muchos barrios se deben a ideas de don Francisco Piria, cuya vinculación a la masonería la dejó estampada en muchos nombres, por ejemplo en el fraccionamiento de los Pocitos, la avenida principal, hoy Av. Brasil, a la altura del Expreso, se llamó calle de la Masonería como surge de planos de remates publicados en libros de la época y también da la casualidad que en el frente del Expreso por Av. Brasil, en el retiro se hizo una Plaza pública que lleva el nombre de Joaquín José da Silva Xavier “Tiradentes”, un masón que fue el principal mártir de la independencia de Brasil, con un muro lleno de símbolos e inscripciones de claro origen masónico por así establecerlo a texto expreso.

Este artículo es bien insólito empecé por un lado y miren a donde vine a dar, es exactamente como un cohete volador sin cañita, salió para cualquier lado.

Como dijo un reo de mi barrio, se me merogrulló todo y puede ser nomás…

Un comentario en «Buscapie»

  • Termine de leer media embarullada pero estuvo buena la historia y estuvo de mas la buchoneada de la metida de pata de Carlitos, jajajaja, muy buena. me alegró el final del día. tengan todos una buena noche del 24 de agosto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *