Charles Darwin II
El final del viaje del Beagle lo aprovechó Darwin, entre otras cosas ordenando sus notas rumbo hacia Plymouth, Darwin escribía que de probarse sus crecientes sospechas sobre los pinzones, las tortugas y el zorro de las islas Malvinas, “estos hechos desbaratan la teoría de la estabilidad de las especies”, más tarde, reescribió prudentemente “podrían desbaratar”.
Posteriormente reconoció que en aquel momento, los hechos observados le hacían pensar que “arrojaban alguna luz sobre el origen de las especies.
Cuando el Beagle regresó el 2 de octubre de 1836, Darwin se había convertido en una celebridad en los círculos científicos, ya que en diciembre de 1835 Henslow había promovido la reputación de su anterior discípulo distribuyendo entre naturalistas seleccionados un panfleto de sus comunicaciones sobre geología.
Darwin fue a visitar su casa en Shrewsbury y se encontró con sus parientes, apresurándose inmediatamente a Cambridge para ver a Henslow, quien le recomendó buscar naturalistas disponibles para catalogar las colecciones, y acordó encargarse de los especímenes botánicos.
El padre de Darwin organizó las inversiones que permitieron a su hijo ser un caballero científico sustentado por sus propios ingresos, y le animó a hacer una gira por las instituciones de Londres para asistir a recepciones en su honor y buscar de ese modo expertos para describir las colecciones.
Los zoólogos tenían ante sí un enorme trabajo acumulado, y había peligro de que los especímenes quedaran abandonados en almacenes.
A mediados de julio de 1837 Darwin comenzó su cuaderno “B” sobre la “Transmutación de las especies” y en su página 36 escribió “pienso en el primer árbol de la vida”.
Charles Lyell, entusiasmado, se encontró con Darwin por primera vez el 29 de octubre y pronto le presentó al prometedor anatomista Richard Owen, quien disponía de las instalaciones del Real Colegio de Cirujanos de Inglaterra para poder trabajar en los huesos fosilizados recolectados por Darwin.
Entre los sorprendentes ejemplares que clasificó Owen se encontraban los de perezosos gigantes extintos, un esqueleto casi completo del desconocido Scelidotherium, un roedor del tamaño de un hipopótamo, que recordaba a un carpincho gigante, y fragmentos del caparazón de Glyptodonte, una especie mulita o un tatú gigante, tal y como inicialmente supuso Darwin.
Estas criaturas extintas estaban estrechamente relacionadas con especies vivas de Sudamérica.
A mediados de diciembre, Darwin buscó alojamiento en Cambridge para organizar su trabajo en sus colecciones y reescribir su «diario».
Escribió su primer artículo en el que defendía que la masa continental de América del Sur se estaba elevando lentamente, y con el apoyo entusiasta de Lyell lo leyó en la Sociedad Geológica de Londres el 4 de enero de 1837.
El mismo día presentó sus especímenes de mamíferos y aves a la Sociedad Geológica de Londres.
El ornitólogo John Gould pronto anunció que las aves de las islas Galápagos que Darwin había pensado que eran una mezcla de tordos, picogordos y pinzones, eran en realidad especies distintas de pinzones.
El 17 de febrero Darwin fue elegido como miembro de la Sociedad Geográfica y el discurso de presentación, que estuvo a cargo de Lyell en su calidad de presidente, expuso los hallazgos de Owen a partir de los fósiles de Darwin, enfatizando la continuidad geográfica de las especies como apoyo a sus ideas uniformistas.
A comienzos de marzo Darwin se mudó a Londres para residir cerca de su trabajo, uniéndose al círculo social de científicos de Lyell, con eruditos como Charles Babbage, quien le describió a Dios como diseñador de leyes.
La carta de John Herschel sobre el “misterio de misterios” de las nuevas especies fue ampliamente discutida en estas reuniones, con explicaciones que se buscaban en las leyes de la naturaleza, no en milagros ad hoc.
Darwin permaneció con su hermano Erasmus, quien era un libre pensador, miembro del círculo del partido Whig y amigo íntimo de la escritora Harriet Martineau que promovió el Malthusianismo que subyacía a la controvertida Ley de Pobres de 1834 de los whigs para impedir que el bienestar produjera sobrepoblación y más pobreza.
La llamada ley de Bronce de Malthus decía que el hombre moriría de hambre por la sobrepoblación de la tierra, tal vez tarde o temprano se le haga realidad, claro que en ese entonces no pudo tener en cuenta la maquinaria, los fertilizantes, la clonación los transgénicos de plantas y otras ewspecies.
Como unitarista recibió bien las implicaciones radicalistas de la transmutación de las especies, promocionadas por Robert Edmond Grant y jóvenes cirujanos influidos por Étienne Geoffroy Saint-Hilaire, pero que eran anatema para los anglicanos que defendían el orden social.
En su primera reunión para discutir sus detallados hallazgos, Gould le dijo a Darwin que los pinzones de las distintas islas de las Galápagos eran especies diferentes.
Los dos ñandúes también eran especies distintas, y el 14 de marzo Darwin publicó el hecho de que su distribución había cambiado, desplazándose hacia el sur.
A mediados de marzo, Darwin especulaba en su cuaderno rojo sobre la posibilidad de que “una especie se transforme en otra” para explicar la distribución geográfica de las especies de seres vivos como los ñandúes, y de las extintas como Macrauchenia, una especie de guanaco gigante.
Desarrolló sus ideas sobre la longevidad, la reproducción asexual y la reproducción sexual en su cuaderno “B” en torno a mediados de julio hablando de la variación en la descendencia para “adaptarse y alterar la raza en un mundo en cambio” como la explicación de lo observado en las tortugas de las Galápagos, pinzones y ñandúes. Realizó un esbozo en el que representaba la descendencia como la ramificación de un árbol evolutivo, en el cual “es absurdo hablar de que un animal sea más evolucionado que otro”, descartando de ese modo la teoría de Lamarck en la cual líneas evolutivas independientes progresaban hacia formas más evolucionadas.
A su vuelta al Reino Unido, Darwin publicó la obra Diario del viaje del Beagle. Cuando las “crónicas” de FitzRoy se publicaron en mayo de 1839, los diarios de Darwin eran ya un éxito tal que el mismo FitzRoy costeó la publicación del tercer tomo.
Durante más de una década, se dedicó a realizar pruebas de cruce de animales y numerosos experimentos con plantas, mediante los cuales encontró indicios de que las especies no eran realidades inmutables que le permitieron profundizar las implicaciones de su teoría.
Durante más de una década estos trabajos constituyeron el trasfondo de su investigación principal, consistente en la publicación de los resultados científicos del “viaje del Beagle”.
A principios de 1842, Darwin escribió una carta a Lyell exponiéndole sus ideas, quien observó que su camarada “se negaba a ver un origen para cada grupo similar de especies”.
Tras tres años de trabajo, Darwin publicó en mayo sus estudios sobre los arrecifes coralinos, y comenzó a esbozar su teoría.
Para escapar a las presiones de la capital, el matrimonio Darwin se mudó a su “Down House” rural en septiembre.
El 11 de enero de 1844 Darwin comentó sus especulaciones con el botánico Joseph Dalton Hooker, admitiendo con humor que era “como confesarse culpable de asesinato”.
Hooker replicó que en su opinión había “series de producción en diferentes puntos, así como un cambio gradual en las especies”, y le manifestó su interés en “escuchar su explicación sobre cómo puede producirse este cambio, dado que por el momento las opiniones al respecto no me satisfacen”.
A mediados de año, Darwin había ampliado su esbozo a un ensayo de 230 páginas, destinado a completarse con el resto de sus investigaciones en el caso de una muerte prematura.
En noviembre la opinión pública reaccionó con polémica ante la publicación anónima de la obra Vestigios de la historia natural de la Creación, escrita por Robert Chambers. Se trataba de una obra bien redactada que llamó la atención sobre el tema de la transmutación.
Darwin le censuró su bisoñez en geología y zoología, pero las críticas que recibió esta defensa de la evolución hicieron que revisara cuidadosamente sus propios argumentos.
En 1846 Darwin ya había completado su tercer libro sobre geología.
Recuperó su fascinación por los invertebrados marinos, que había despertado en sus años de estudiante cuando diseccionaba y catalogaba con Robert Edmond Grant los percebes recogidos durante su viaje, observando con placer sus complejas estructuras y planteando analogías con estructuras similares.
En 1847, Hooker recibió el “ensayo” y envió algunas notas críticas a Darwin, que le ayudaron a ver su obra con distanciamiento científico y cuestionarse su oposición al creacionismo.
Preocupado por su enfermedad crónica, Darwin acudió en 1849 al balneario del doctor James Manby Gully, y descubrió con sorpresa las virtudes de la hidroterapia.
En 1851 su querida hija Anne Darwin enfermó, avivando los temores de Darwin de que su mal pudiera ser hereditario, y tras una serie de crisis falleció.
A lo largo de ocho años de trabajo sobre cirrípedos, la teoría de Darwin le había ayudado a encontrar homologías que indicaban que mínimas alteraciones morfológicas permitían a los organismos cumplir nuevas funciones en nuevas condiciones, y el hallazgo de minúsculos machos parásitos en organismos hermafroditas le sugirió una progresión intermedia en el desarrollo de seres sexuados.
En 1853 este trabajo le valió la Medalla Real concedida por la Royal Society, trayéndole así la celebridad como biólogo.
En 1854 continuó su trabajo sobre la teoría de las especies, y en noviembre ya había anotado que las diferencias en los caracteres de los descendientes podían obedecer a su adaptación a “diversos entornos en la economía natural”.
Durante el desarrollo de su profundo estudio sobre la transmutación de las especies, Darwin se cargó con más trabajos.
Mientras aún escribía su “diario”, continuó editando y publicando los informes de los expertos sobre sus colecciones y con la ayuda de Henslow obtuvo una asignación del tesoro de 1000 libras para patrocinar su obra en varios volúmenes Zoología del viaje del Beagle.
En esta última y en su libro Geología de Sudamérica acepta datos no realistas en apoyo de las ideas de Lyell.
Darwin acabó de escribir su diario en torno al 20 de junio de 1837, día de la coronación de la Reina Victoria, pero posteriormente tuvo que corregir las pruebas.
La salud de Darwin se resintió por la presión.
El 20 de septiembre tuvo una “incómoda palpitación del corazón”, de modo que los médicos le conminaron a “abandonar todo el trabajo” y vivir en el campo durante algunas semanas.
Tras visitar Shrewsbury se reunió con sus parientes de la familia Wedgwood en Maer Hall, Staffordshire, pero les encontró demasiado entusiasmados con los relatos de sus viajes como para proporcionarle algún descanso.
Su encantadora, inteligente y cultivada prima Emma Wedgwood, nueve meses mayor que Darwin, estaba cuidando de su tía inválida.
Su tío, Jos señaló un lugar donde las cenizas habían desaparecido bajo el terreno y sugirió que podría ser obra de los gusanos, inspirando una “nueva e importante teoría” sobre su papel en la formación del suelo que Darwin presentó ante la Sociedad Geológica de Londres el 1 de noviembre.
William Whewell animó a Darwin a aceptar las obligaciones de secretario de la Sociedad Geológica.
Tras declinar inicialmente la oferta, aceptó el cargo en marzo de 1838.
A pesar de la abrumadora labor de escribir y editar los informes del Beagle, Darwin realizó destacables progresos en el problema de la transmutación, aprovechando cualquier oportunidad para poner en cuestión a naturalistas expertos y, de forma menos convencional, a personas con experiencia práctica, como granjeros y criadores de palomas.
Con el tiempo su investigación tomaba datos de sus parientes e hijos, la familia Butler, los vecinos, colonos y antiguos compañeros de navegación.
Entre sus especulaciones incluyó desde el principio a la naturaleza humana, y observando un orangután en el zoológico el 28 de marzo de 1838 reparó en lo semejante de su conducta a la de un niño.
Los esfuerzos le pasaron factura, y en junio tuvo que permanecer varios días en cama con problemas estomacales, dolor de cabeza y síntomas de afección cardíaca.
Durante el resto de su vida se vio repetidamente incapacitado con episodios de dolores de estómago, vómitos, abscesos graves, palpitaciones, temblores y otros síntomas, en particular durante las épocas de estrés como la asistencia a reuniones o visitas sociales. La causa de la enfermedad de Darwin sigue siendo desconocida, y todos los intentos de tratamiento tuvieron poco éxito.
El 23 de junio se tomó un respiro y se fue a “hacer algo de geología” en Escocia.
Visitó Glen Roy con un tiempo extraordinario para ver los “caminos naturales” cortados en las laderas de las colinas a tres alturas.
Posteriormente publicó su interpretación de este fenómeno, afirmando que eran playas de mar elevadas por los movimientos geológicos, pero posteriormente tuvo que aceptar que eran líneas de la orilla de un lago proglacial.
Totalmente recuperado regresó a Shrewsbury en julio.
Acostumbraba a tomar notas diarias sobre la cría animal, al tiempo que pergeñaba pensamientos inconexos sobre su carrera y proyectos en dos pedazos de papel, en los que valoraba las ventajas e inconvenientes de contraer matrimonio.
Tras tomar una decisión favorable, lo discutió con su padre y fue a visitar a su prima Emma el 29 de julio.
No llegó a hacerle proposiciones, pero en contra del consejo de su padre le mencionó sus ideas sobre la transmutación.
Continuando con sus investigaciones en Londres, a las extensas lecturas de Darwin se añadió la sexta edición de la obra de Thomas Malthus
Ensayo sobre el principio de la población:
En octubre de 1838, esto es, quince meses después de comenzar mi indagación sistemática, sucedió que leí por diversión el ensayo sobre la población de Malthus, y comencé a estar bien preparado para apreciar la lucha por la existencia que se da en todas partes a partir de observaciones a largo plazo de los hábitos de animales y plantas, y de inmediato me impactó el hecho de que bajo tales circunstancias las variaciones favorables tenderían a ser preservadas, mientras que las desfavorables serían destruidas. El resultado de esto sería la formación de nuevas especies.
Aquí, por tanto, por fin había una teoría con la que trabajar.
Malthus afirmaba que si no se controlaba, la población humana crecería en progresión geométrica y pronto excedería los suministros de alimentos, alcanzando lo que se conoce como catástrofe maltusiana.
Darwin estaba bien preparado para percatarse de que eso se aplicaba a lo que de Candolle denominaba “guerra de especies” entre plantas y a la lucha por la existencia en la vida salvaje, explicando cómo el tamaño poblacional de una especie permanecía bastante estable.
Puesto que las especies siempre se reproducían en cantidad mayor que los recursos disponibles, las variaciones favorables mejorarían la supervivencia de los organismos transmitiendo las variaciones a su descendencia, mientras que las variaciones desfavorables se perderían.
Esto acabaría dando como resultado la formación de nuevas especies.
El 28 de septiembre de 1838 anotó esta intuición, describiéndola como un tipo de cuña que introduciría las estructuras adaptadas en las fisuras de la economía de la naturaleza al tiempo que las estructuras más débiles se hacían a un lado.
En los meses siguientes comparó a los granjeros recogiendo lo mejor de su cosecha con una selección natural maltusiana a partir de variantes surgidas “al azar”, de modo que “cualquier parte de [cualquier] estructura nuevamente adquirida está completamente experimentada y perfeccionada”, y pensó que esta analogía era “la parte más hermosa de mi teoría”.
El 11 de noviembre volvió a Maer y se declaró a Emma, contándole una vez más sus ideas.
Ella aceptó, y en los intercambios de cartas de amor mostraba cómo valoraba su apertura a compartir sus diferencias, y exponiendo también sus creencias unitaristas y su preocupación por que sus dudas honestas pudieran separarlos más adelante.
Mientras estaba buscando casa en Londres, los accesos de enfermedad continuaban y Emma le escribió apremiándole a que se tomara algún descanso, comentando de modo casi profético “No sigas poniéndote malo, mi querido Charley hasta que pueda estar contigo para cuidarte.”
Él encontró una casa que llamó una “cabaña de guacamayos” (por sus llamativos interiores) en Gower Street, y trasladó allí su museo durante las navidades.
El 24 de enero de 1839 Darwin fue elegido miembro de la Royal Society.
El 29 de enero Darwin y Emma Wedgwood se casaron en Maer en una ceremonia anglicana preparada para acoger a los unitarios, e inmediatamente tomaron el tren a Londres para ocupar su nuevo hogar.
A comienzos de 1856 Darwin investigaba si los huevos y semillas podrían sobrevivir a un viaje en el agua del mar diseminando de ese modo las especies por los océanos. Hooker cada vez dudaba más de la doctrina tradicional en torno a la inmutabilidad de las especies, pero su joven amigo Thomas Henry Huxley era un firme detractor de la evolución.
Por su parte, Lyell estaba fascinado por las especulaciones de Darwin, aunque sin percibir el alcance de sus implicaciones.
Cuando leyó un artículo de Alfred Russel Wallace sobre la Introducción de especies, observó similitudes con los pensamientos de Darwin y le apremió a publicarlos para establecer la precedencia.
Aunque Darwin no percibió amenaza alguna, comenzó a trabajar en una publicación corta.
La contestación de difíciles cuestiones retenían su desarrollo una y otra vez, y finalmente amplió sus planes a la redacción de un “gran libro sobre las especies” titulado Selección natural.
Darwin continuó con sus investigaciones, obteniendo información y especímenes de naturalistas de todo el mundo, incluyendo a Wallace, que estaba trabajando en Borneo. El botánico estadounidense Asa Gray mostraba intereses similares, y el 5 de septiembre de 1857 Darwin envió a Gray un esbozo detallado de sus ideas, incluyendo un extracto de su obra Selección natural.
En diciembre, Darwin recibió una carta de Wallace preguntándole si el libro trataría la cuestión del origen del hombre.
Él le contestó que evitaría el tema al estar “tan rodeado de prejuicios”, mientras animaba a Wallace a seguir con su línea teórica, añadiendo que “Yo voy mucho más allá que Usted”.
El libro de Darwin estaba a la mitad cuando el 18 de junio de 1858 recibió una carta de Wallace.
En ella, Wallace adjuntaba un manuscrito para ser revisado en el que defendía la evolución por selección natural.
A petición de su autor, Darwin envió el manuscrito a Lyell, mostrándole su sorpresa por la extraordinaria coincidencia de sus teorías, y sugiriendo la publicación del artículo de Wallace en cualquiera de las revistas que este prefiriese.
La familia de Darwin estaba en crisis, y los niños de su pueblo estaban muriendo de escarlatina, de modo que dejó el asunto en manos de Lyell y Hooker.
Finalmente se decidió por una presentación conjunta en la Sociedad Linneana de Londres el 1 de julio bajo el título Sobre la tendencia de las especies a crear variedades, así como sobre la perpetuación de las variedades y de las especies por medio de la selección natural compuesta por dos artículos independientes: el manuscrito de Wallace, y un extracto del no publicado Ensayo de Darwin, escrito en 1844, junto con un resumen de la carta de Darwin a Asa Gray.
No obstante, la hija de Darwin murió pronto de escarlatina y estaba demasiado abatido como para asistir.
La presentación de la teoría de la selección natural ante la Sociedad Linneana no recibió demasiada atención.
Tras la publicación del artículo en agosto en el periódico de la sociedad, se reimprimió en varias revistas y recibió algunas reseñas y cartas, pero el presidente de la Sociedad Linneana comentaba en mayo de 1858 que aquel año no estaba señalado por ningún descubrimiento revolucionario.
Sólo una reseña le resultó a Darwin lo suficientemente incisiva como para tenerla en cuenta más tarde: el profesor Samuel Haughton de Dublín afirmaba que “todo lo novedoso del artículo es falso, y lo verdadero ya es cosa dicha anteriormente”.
Darwin se debatió durante trece meses para producir un extracto de su “gran libro”, sufriendo enfermedades del corazón, pero recibiendo continuos ánimos de sus amigos científicos. Lyell lo dispuso todo para que lo publicara John Murray.
El origen de las especies mediante la selección natural o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida (habitualmente conocido bajo el título abreviado de El origen de las especies) resultó inusitadamente popular, y el lote completo de 1250 copias tenía un número de suscriptores superior cuando salió a venta a los libreros el 22 de noviembre de 1859.
En el libro, Darwin expone una “extensa argumentación” a partir de observaciones detalladas e inferencias, y considera con anticipación las objeciones a su teoría.
Su única alusión a la evolución humana fue un comentario moderado en el que se hablaba de que “se arrojará luz sobre el origen del hombre y su historia.”
Su teoría se formula de modo sencillo en la Introducción:
Como de cada especie nacen muchos más individuos de los que pueden sobrevivir, y como, en consecuencia, hay una lucha por la vida, que se repite frecuentemente, se sigue que todo ser, si varía, por débilmente que sea, de algún modo provechoso para él bajo las complejas y a veces variables condiciones de la vida, tendrá mayor probabilidad de sobrevivir y, de ser así, será naturalmente seleccionado.
Según el poderoso principio de la herencia, toda variedad seleccionada tenderá a propagar su nueva y modificada forma.
Darwin argumentó contundentemente en favor de un origen común de las especies pero evitó el entonces controvertido término “evolución” y al final del libro concluyó que:
Hay grandeza en esta concepción según la cual la vida, con sus diferentes fuerzas, ha sido alentada por el Creador en un reducido número de formas o en una sola, y que, mientras este planeta ha ido girando según la constante ley de la gravitación, se han desarrollado y se están desarrollando, a partir de un principio tan sencillo, una infinidad de las formas más bellas y portentosas.