26 abril 2024
PERSONALIDADES

Cupido Psique

Sabemos que la mitología nos llega de sus orígenes más remotos e inesperados, integrándose con las distintas culturas y en la parte final, con la griega, la cual le aportaba sus elementos y luego la romana.

Los griegos, grandes estrategas, cuando conquistaban un territorio o un imperio, llevaban a sus dioses, a los cuales integraban con los dioses locales.

Un solo ejemplo y bien fácil, cuando conquistaron el Egipto, le incorporaron los reyes griegos “los Ptolomeos”, pero los Ptolomeos, se adaptaron a las culturas egipcias y mezclaban sus dioses con los egipcios sin perjuicio que sus reyes por ejemplo adoptaron las costumbres de los faraones, una de ellas el incesto, los faraones se casaban entre hermanos, de ahí Cleopatra antes de ser la amante de los romanos Julio César y Marco Antonio, ya había concebido un hijo con un hermano de su propia sangre.

Los mitos, fábulas y leyendas se transmitían al principio oralmente y les iban agregando detalles de otras y por ello muchos mitos son copias de los otros o muy parecidos o con pequeñas diferencias de detalle.

Los grandes transmisores de leyendas, mitos y fábulas fueron Homero, Virgilio, Ovidio, entre muchos otros y llega un momento en que hasta se encuentran en la Comedia, si así se llamó al principio y luego fue La Divina Comedia del Dan te que aparecen montones de los personajes históricos y mitológicos en el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso.

En esta entrega vamos a terminar con Cupido, del cual dejamos para atrás una parte muy sabrosa del mito.

Cuenta la leyenda que en cierta tierra lejana hubo un rey y una reina, padres de tres hijas.

La menor y más bella de todas se llamaba Psique (representación del alma, nótese la radical psiquis).

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Su hermosura era tal, que le dio renombre de ser una segunda Venus.

Su padre, a través del Oráculo de Delfos, intentó conseguirle un compañero.

El Oráculo le dijo que ella no estaba destinada a ningún amante mortal, “porque el amor del alma siempre es inmortal”, sino un dios deforme y temible a los otros dioses y hasta al mismo Plutón. Añadió también que debían abandonar a la princesa en un monte al borde de un precipicio, pero vestida con su traje de bodas.

Venus, celosa de la belleza de Psique, pidió a Cupido que usara sus flechas doradas para hacer que Psique se enamorase del hombre más feo del mundo; Cupido ni lerdo ni perezoso accedió.

Mientras eso pasaba, Psique fue a la cima de la montaña.

Céfiro, el dios del viento, llegó, la arrebató, y la condujo flotando suavemente en medio de un bosque, donde había un magnífico palacio, al parecer deshabitado.

En ese momento apareció Cupido, quien al ver a Psique quedó prendado de su belleza.

Al entrar Psique al palacio, se sorprendió de hallarlo lleno de joyas y adornos.
Llegada la noche, Cupido se unía a ella, y la dejaba antes de que amaneciera, recelando ser visto: muchas noches duró esto.

Cupido pidió a Psique que no encendiese jamás ninguna lámpara porque no quería ser visto.

La princesa se sentía muy segura cuando él la visitaba por las noches, aunque no viese su rostro, pues sentía que era el esposo anhelado.
El rey y la reina, preocupados después de un tiempo, enviaron a sus hijas en busca de Psique.

Cupido prohibió a Psique que se dejara ver de ellas, pero viéndola entristecida y melancólica, consintió al fin que les hablase, a condición de que no siguiera sus consejos.

Céfiro, el viento, condujo al castillo a las hermanas de Psique, quien después de contarles las dichas que gozaba, les dio ricos presentes.
En una segunda visita las hermanas descubrieron que Psique no veía a su marido, y celosas como estaban que su hermana menor viviera en tan hermoso palacio, le dijeron que el Oráculo de Apolo había dicho que su esposo era un monstruo, seguramente una serpiente que acabaría con su vida de una manera horrible.

Psique, aterrada por tan funesta noticia, admitió el pérfido consejo de sus hermanas: a la noche siguiente, cuando su esposo dormía, se salió del lecho para tomar una espada con que darle muerte; más en el instante en que tomó la lámpara, observó que en lugar de un monstruo era el dios Cupido el que dormía.

En el despecho de haber dudado de su felicidad, Psique toma la espada e intenta clavársela en el pecho, pero la espada se le cae de las manos; considera entonces usar el arco y las flechas de Cupido, pero se hiere un dedo al tocar una punta de flecha.

Se vuelve para mirar de nuevo a su esposo, que le genera inmensa pasión, pero una gota de aceite de la lámpara cae en la espalda de Cupido; éste despierta, y al instante emprende el vuelo.
Psique intenta detenerlo tomándolo por un pie, pero la fuerza de Cupido es superior, y eleva a Psique.

Acercándose a un ciprés, Cupido deja caer a Psique, reprochándole su desconfianza.

Psique, desesperada, se precipita a un rio, pero el agua la arroja en seguida a sus márgenes.

Se encuentra con el dios Pan, que trata de consolarla.
Errando por el bosque, Psique llega al fin a casa de una de sus hermanas, y le dice, para vengarse, que Cupido la ha amenazado con casarse con una de ellas.

Ilusionada, la hermana de Psique, corre al precipicio desde donde esperaba que apareciese Céfiro para conducirla, como había hecho con Psique, al palacio de Cupido.

Cuando sintió un extraño viento sobre su rostro, la muchacha se lanzó al precipicio creyendo que Céfiro la sostendría, pero pereció miserablemente.
Psique se vengó de la misma manera con su otra hermana.

Venus, al enterarse de que su hijo sufría un cruel dolor, creyó su deber ir en busca de Psique para hacerla sufrir por su temeridad. Psique, desde hacía días, caminaba por el bosque en busca del palacio de su amado Cupido.
Habiendo llegado cerca de un templo, hizo un manojo de espigas que encontró esparcidas en el suelo, y las ofreció a Ceres, rogándole le dispensara su protección; pero la diosa le respondió que la única gracia que le podía hacer era no entregarla en manos de su enemigo.
Juno, a quien también halló en uno de sus templos, le dio la misma respuesta en casi iguales términos.

Psique decidió ir en busca de Venus, en cuya compañía estaría Cupido.
Encuentra, en efecto, a Venus, pero la diosa, indignada, no presta atención a sus súplicas y sube al Olimpo.

Ruega entonces a Júpiter que envíe a Mercurio (Hermes) en busca de Psique, que estaba en el templo en actitud suplicante.

Cuando Psique es presentada a Venus, la diosa, irritada, le arranca el cabello, le hace trizas la ropa, le da golpes en la cabeza, y habiendo en seguida formado un montón de granos mezclados de trigo, cebada, mijo, adormideras, guisantes, lentejas y habas, le mandó separar todos estos granos antes de que llegara la noche, y la dejó en compañía de la Tristeza y la Solicitud.

Psique, desolada, permaneció sin articular palabra e inmóvil, pero las oficiosas hormigas separaron los granos y la sacaron del compromiso.
Venus la mandó luego a que le llevase un mechón de lana dorada de ciertos carneros que pacían en la margen opuesta de un río en sitios inaccesibles.
Psique, en vez de tratar de cumplir la orden, intentó precipitarse a las aguas del rio, pero un juncal, articulando unos sonidos extraños, le enseñó la forma de tomar el mechón, que en seguida llevó a Venus.

Venus, a quien una obediencia tan eficaz no apaciguaba, ordenó entonces a Psique que le llevase una vasija llena de una agua de color negro que corría de una fuente custodiada por dragones.

Un águila toma la vasija, la llena de dicha agua y la pone en manos de Psique para que la presente a Venus.

Una nueva tarea, más difícil que las anteriores, se le ocurrió entonces a Venus.

Como la diosa lamentaba que a causa de la preocupación por su hijo su belleza había menguado, mandó a Psique que descendiera al Inframundo (el mundo de los muertos) y pidiera a Proserpina un cofre que contuviese algunas de sus gracias.

Psique, creyendo no encontrar otro medio de llegar al reino de Plutón que darse muerte, fue a precipitarse de lo alto de una torre, cuando una voz le dijo que el camino a los infiernos era por el Tenaro, cerca de Lacedemonia, pero que debía ir provista de dos tortas, una en cada mano, y dos monedas, que llevaría en la boca; que hallaría a Caronte (el barquero del Hades, el que cruzaba a los muertos y les cobraba una moneda de oro a cada uno), que la pasaría en su barca, dando a éste una de las monedas, que él tomaría de su boca.

Caronte la pasaría en su barca.

Que cuando encontrase al Cancerbero (el perro custodio de la entrada del reino de los muertos), que guarda la corte de Proserpina, le diese una de las tortas, y que así hallaría a Proserpina, la cual después de acogerla favorablemente, la convidaría a un festín que estaba próxima a dar, pero que debía ser modesta y aceptar sólo sentarse en el suelo y comer pan moreno. Por último, la diosa le daría el cofre, que debería cuidar de mantener cerrado.

Psique cumplió con las indicaciones que la voz le dio, y recibió de Proserpina lo que Venus le pedía.

Después que hubo salido de los infiernos, tuvo curiosidad de abrir la caja con el objeto de tomar para sí alguna cosa de la belleza que encerraba, mas sólo halló un vapor infernal y soporífero que la hizo caer en tierra, aletargada.

No hubiera despertado jamás si Cupido, curado de su despecho, no hubiese escapado del palacio de su madre en busca de su querida Psique.
La encontró dormida, la despertó con un beso, volvió el vapor a la caja y le dijo a Psique que la llevara a su madre.

Cupido voló hacia el Olimpo, se presentó ante Júpiter, que reunió a los dioses, prometiendo a Cupido que él mismo guardaría a su querida Psique, y que Venus no haría más oposición a su enlace con ella. Previno al mismo tiempo a Mercurio que condujera a Psique al Olimpo.
Psique, admitida entre los dioses, bebió ambrosía (el néctar de los dioses) y se hizo inmortal.

Se preparó el festín nupcial.

Hasta la misma Venus tuvo que danzar.

Cupido y Psique fueron cubiertos con un velo transparente.

Cupido sostenía una paloma, símbolo del amor conyugal.

Los dos tenían las manos ligadas con una cadena de perlas. Himeneo los condujo, y en tanto un amorcillo coloca un cesto de frutas en la cabeza de los esposos, otro prepara el lecho.

Desde ese momento, Psique adquirió alas de mariposa, emblema ordinario del alma en los antiguos, por lo común replegadas y en forma de concha.
Celebradas las bodas, Psique dio a luz pasado poco tiempo a las tres Gracias: Voluptas, la Gracia de la Voluptuosidad, Castitas, la Gracia de la Castidad, y Pulchrito la Gracia de la Pulcritud.

Esta última Gracia, un balance entre las dos primeras.

El Oráculo daba un dato y los humanos por eludirlo se veían zambullidos de cabeza en lo que pretendían evitar.

En esta menuda tarea que le deparó la cólera divina, sin embargo hacemos una recorrida total de los lugares más recónditos donde moraban los dioses, pero es una leyenda de amor más dulce que las otras, donde siempre hay desgracias más crudas.

El poeta español Juan de Arguijo escribió un soneto sobre la leyenda de Psique y Cupido:

Psique a Cupido2
A tu divina frente, oh poderoso
niño, una venda con trabajo y arte
tejí de oro y colores, donde parte
retraté de tu triunfo glorioso.
Allí se muestra atado al victorioso
carro el gran Febo, que la luz reparte,
preso Mercurio, encadenado Marte,
y Vulcano con muestras de celoso.
Ni se pudo librar con las reales
insignias Jove: mal pudiera Psique
resistir, si a éstos rinde tu fiereza.
Agravan mi prisión mayores males,
siendo fuerza que a un niño sacrifique
mi firme amor, y a un ciego mi belleza.

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