18 abril 2024
CRÓNICAS

Discriminación: “Trabajar como un negro”

Aclarando dijo un vasco y le echaba agua a la leche

Soy agnóstico, heterosexual, no tengo una gota de sangre semita en mi torrente sanguíneo, fui rubio cuando niño, crecí castaño y ahora soy tordillo.

No adolezco de falencias intelectuales muy notorias, o sea tengo más de cuatro dedos de frente.

No se me ha caído el cabello en la zona de la tonsura y las entradas que tengo las conservo desde mis años jóvenes, o sea no tengo ni un centímetro de calvicie.

Uso lentes porque soy checato, miope que le dicen los oftalmólogos.

Étnicamente caucásico, aunque me quemo fácilmente con el sol. Soy hijo del país, lo que equivale decir que mis padres, ambos de ellos los dos, eran orientales.

Pido disculpas a mucha gente que últimamente le gusta llamarse uruguayo, por denominar a mis padres orientales, pero lo hago así porque nuestro prócer, don José Artigas, nos llamó orientales y así me denominaré, mientras mi cuerpo haga sombra sobre la tierra.

Fui a una escuela laica, gratuita y obligatoria, donde los que mandaban eran los maestros, con la venia de los padres y a los maestro los mandaba la directora, salvo cuando venía la inspectora.
En mi escuela había más de un treinta por ciento de origen afrodescendiente, otro tanto de origen semita y el resto descendientes de italianos, en proporciones parejas de napolitanos, calabreses, sicilianos, había un español, aragonés, de Zaragoza, que hablaba de tú y marcaba bien las ces, las eses y las z que se llaman igual que el hongo “setas” y no se escribe con “z” porque dicha letra no va con la “e”, ni con la “i”.

He escrito todo esto con una prudencia no común para no zaherir a los que se consideran diferentes, aunque yo nunca los consideré tales ni les hice notar que lo fueran.

Todos mis amigos me dicen “negro”, por la forma en que me quemo con los rayos del sol, pero no me enojo con ellos, ni ellos me tienen a menos, ni me siento disminuido, sino que lo hacen así en forma cariñosa y amigable.

Creo que si se deben retirar ciertas expresiones del diccionario del lengua española, como por ejemplo “trabajó como un negro”, también hay que eliminar “estás haciendo cosas de negro”, cuando uno está metiendo la pata en algo.

Claro que no considero denigrante el hecho de trabajar, ni el de equivocarse, como pareciera entreverse de la observación formulada al DRAE.

También habría que eliminar la palabra “judiada”, cuando se le están gastando bromas pesadas a una persona aunque sea cristiana, porque se refiere muy agresivamente y en forma despectiva a otra colectividad minoritaria, como la de origen africano en nuestro país, acusándola gratuitamente de agredir a otra y todo ello sin comerla ni beberla.

Si se refieren a Judas Iscariote que la Iglesia Cristiana lo tome a su cargo, que si entramos a hablar de la inquisición es un tema mucho más pesado que la esclavitud.

“Está cargado como un turco”, dado que ahí hay un doble error, los vendedores ambulantes, llamados “klapers”, como el conjunto de parodistas que sale o salía en carnaval, son de origen judío , por lo general sefaratitas, los cuales se trillaban todo el país urbano y rural a pie, a lomo de burro y hoy motorizados y vendían a cuotas y fiado de palabra, mercadería que el oriental nunca se hubiera comprado, no por no consumista, sino por ignorar la utilidad de tales cosas.

La palabra apropiada es mercachifle y menos despectiva sería buhonero.

Tampoco se les debe llamar “turcos” a los armenios, porque los turcos otomanos hicieron una pirámide con un millón de cabezas de armenios en 1912, otro holocausto en la historia y son fácilmente distinguibles porque sus apellidos terminan en “ián”.

Es tan agresiva la designación y solamente comparable con llamarle nazi a un judío.

A los “negros lubolos”, que al principio eran blancos pintados de color negro, habría que llamarlos de otra forma, claro que “afrodescendientes lubolos” no pega ni con exudados nasales.

Llamarle “franchute “ a un francés es despectivo, como “brasuca” a un brasileño, o “porteño” a un provinciano argentino, o “ponja” a un japonés.
“Se agarró un chino bárbaro” por enojarse y en lo que me es personal nunca en mi vida vi a un chino enojado.

Claro que a un “criollo” cuando sale a dominguear a los prostíbulos le dicen “chinero” y los chinos qué tienen que ver.
Lo mismo que llamarle “chinas” a las “quitandeiras”, las prostitutas ambulantes que circulan por el interior.

También es despectivo llamar “milico” a un militar, así como “politiquero” a un político.

Por aclarar ese concepto a un coronel en la época de la dictadura tuve un buen encontronazo y lo dejé con la marca ardiendo.
También es despectivo y descomedido expresarse con términos soeces con referencia a las personas, utilizando también nombres de hortalizas, o frutos en general, o tubérculos.

Creo que una forma de ir domesticando a la gente en el uso del idioma, es cuando dice un término fuera de tono o lugar en los medios de comunicación, ya sea oral o escrita, debería aplicársele una multa elevada a la emisora o a la publicación, regulada en forma tal, que sea mayor el monto si se utiliza en forma general, o desprestigiando a una persona que ostenta cierta posición en la sociedad.

Asimismo el que hable por radio utilizando palabras malsonantes o mal usadas, agraviantes en forma gratuita, verbos mal conjugados, también tiene que ser objeto de una multa.

Creo que habría muchos que no les alcanzaría el sueldo para arreglar tal desatino verbal.

La encargada de hacer un vademécum de terminología que apologiza el mal gusto, podría ser la “Academia Nacional de Letras del Uruguay”.

Lo mismo periódicos, que están conceptuados como finos, éticos, no groseros, los que con la excusa de la transcripción ponen cualquier palabrota en primera plana.

Una forma de transcribir, sin descontextualizar las palabras, se puede hacer poniendo que “Fulando de tal dijo que el señor Zutano era un hijo de p….”, aunque también se puede escribir de infinidad de formas, sin caer en la grosería de poner tal palabra.

Se puede poner “malnacido”, “hijo de una tal por cual”, “cuya madre ejercía el meretricio”, etc.
Sobre los órganos sexuales tanto femeninos como masculinos podemos utilizar un montón de eufemismos.
El diputado Fulano, parece un eucaliptus, está lleno de “pájaros verdes”.
El edil Perengano, le dicen loro ciego, porque nunca vio una “c….rra”.
Ya sé que llamarle pedazo de estiércol no es tan eficaz como decirle a un tipo que es una b…ta.

Pareciera que esta última palabra llenara más la boca, al decirla.

Pero principio quieren las cosas, si vamos a limpiar el lenguaje, aplicando términos que no sean hirientes para los destinatarios, no nos quedemos solamente con los problemas étnicos, religiosos, o simplemente hacer referencia a sus formas de vivir o sus vinculaciones con otras personas.

Debemos evitar decirle “barquinazo” a un rengo, o cantar por lo bajo cuando se aproxima “mira que sabroso camina, chachacha”.

“Espalda con altillo” al jorobado.
“Busca nidos” al que tiene el cuello retorcido y la cara siempre está apuntando para arriba.

Nuestros criollos son una cantera de dichos ingeniosos y muchas veces hirientes.
Extraño mis años de niño, cuando el negro o negrito, era negrito en forma cariñosa, salvo cuando le ponían un adjetivo grosero y no había que llamarlo de una forma tan rebuscada.

A los de origen gallego o asturiano, sería muy complicado llamarlos como los que descendieron del barco, antes, ahora, del avión, aunque Iberia no viene más y dejar de utilizarlos como comparativos de un ser bruto, porque en el barrio tenemos muchos nacionales que “si se paran en 4 patas” nadie los puede diferenciar con un caballo o con un burro.

Otro término ofensivo y amplio, “gringo”, se lo zampamos con brocha gorda a todo aquel que no hable español, o lo haga con dificultad, a pesar de que nosotros hablamos un idioma que como español deja mucho que desear y a mi hablar o que me hablen en uruguayo no me molesta en absoluto.

Claro que el otro día estaba buscando el chupete de mi nieto y pregunté si alguien había visto “el pete” y me rezongaron porque estaba refiriéndome al sexo oral.

Recuerdo que mi sobrino, a los dos años la madre lo llevó a España, a su Betanzos natal, de ella, no de él, y cuando volvió, un par de años después, era el hazme reír de toda la clase cuando decía que iba a agarrar algo y castizamente lo “cogía” y un montón de palabras más.
Al principio nosotros también nos reíamos, pero después daba calor y nos dio un gran trabajo que hablara nuestro querido uruguayo.
Pienso y escribo a vuelo de teclado, ninguno que no tenga confianza con un afrodescendiente lo va a llamar “negro”, sino sus amigos del barrio o del club o del boliche y los extraños lo harán por su nombre y si alguno se pasa de vivo y le mete un adjetivo pesado, habrá que aplicarle el correctivo correspondiente y a otra cosa.

No saldremos a la palestra internacional como país que discrimina a nadie.
Creo que es peor la enmienda que el soneto.

Antes en la escuela del barrio Palermo el futuro de los hoy llamados afrodescendientes, estaba como jugadores de fútbol, como Rodríguez Andrade, campeón mundial del 50 y varias veces con Peñarol, en el candombe como las alumnas de esa prestigiosa escuela 94, hoy Roger Balet, Martha Gularte y Lágrima Ríos, que siendo oriundas de Tacuarembó, se educaron en esa escuela y la Negra Johnson, que era venezolana y vivía en la esquina, boxindangas hubo unos cuantos del conventillo Medio Mundo, los Pereira, homosexuales famosos hubo pero no eran de esa escuela como el Negro Pirulo, Armandito y el Negro Mora, del Mar de Fondo.

Claro que había que ser muy guapo para decirle el equivalente lunfa de homosexual a Pirulo o a Mora.

Metían las manos, como el mejor boxeador y las hermanas del negro Pirulo, en los líos de Ansina, podrían haberle dado cátedra a Chirst Namús.

Mi problema era con mis compañeras que cuando salieron de la escuela, ya grandecitas y no estaban ni para el London París, ni para limpiezas, ni para vender en las mercerías del Cordón, se dedicaron a la profesión más vieja de la humanidad y hacían el yiro en 18 de Julio y Tristán Narvaja.

Salía de Preparatorio con mis compañerítas y se me venían como trompada, a los besos conmigo, en plena vía pública, al mediodía y con mis nuevas amigas de clase a la vista, ni siquiera intentaba explicar mi situación.
Claro que terminé preparatorio y seguí en la Facultad de Derecho que estaba en la misma esquina donde trabajaban las chicas y siempre me saludaron con el mismo cariño, hermano hay que asumirlo éramos chanchos del mismo chiquero, ellas me querían y yo a ellas también.

Viví la escuela y la universidad de la calle, la del mostrador, con mis compañeros blancos, negros, judíos, prostitutas, estudiantes urbanos y del interior y aprendí tanta cosa que no me enseñó ni el liceo, ni la facultad, como el don de lidiar con gente que era como uno, porque ellos no me discriminaban a mí por ser caucásico ni universitario.

A nadie le corre por la cabeza lo que me sirvió la universidad de la calle y la escuela laica, gratuita y obligatoria, el codearme de igual a igual con todo el mundo. Eso no tiene precio.

Aprendí que la vida no era tan como me la enseñaron mis padres, ni los profesores, era un poco más complicada y si algún día tuve que llegar apurado a mi casa porque el Negro Mora, estaba en la esquina, haciendo señas que me arrimara, y yo achatando la pezuña para rajar y no ser la víctima del pedófilo como le dirían ahora a un bufarrón (en castizo “bujarrón) que estaba tratando de masticarse un chiquilín.

Conocí “señores de color” como don Aguilar, que llegó en el Poder Judicial al cargo de Alguacil, o sea la mano del Juez, a Gradín (no el jugador de fútbol) que llegó a jefe de despacho, al Bochín, Procurador, a otro que fue gerente del Banco Hipotecario, con una capacidad no común, que vivía desemburrando profesionales con sus conocimientos de derecho civil, a otro abogado que por las malas juntas, terminó suspendido en el foro sine die por la Suprema Corte de Justicia, sin ser mala persona, pero amigo de sus amigotes y estos le pegaron el esquinazo.

Que hermosa universidad de la calle me tocó vivir a mí, claro que ahora es distinta, por la fuerza que meten los narcos y la droga, no era tan violenta como lo es ahora, ni nada que se pareciera y si había alguna bronca se arreglaba a las trompadas.

En una palabra no soy homosexual, ni judío, ni negro, ni armenio, ni turco, hice mi vida, ninguno de ellos me molestó en lo más mínimo y yo a ellos tampoco y tengo un montón de amigos que gozando de tales atributos me enriquecen o enriquecieron la vida.

Hay otras formas de conseguir votos sin tratar de dividir a la sociedad, reflotando broncas que hubieron en otras épocas, y los mal entretenidos juntándose con media docena de carteles, que no juntan más de 15 personas, haciendo reivindicaciones por los indios mapuches, acá en Montevideo, a varios miles de kilómetros. de donde los mapuches tienen sus broncas.
Por favor señores, si quieren prensa reivindiquen a los orientales primero y si les sobra el tiempo, que no creo que si hacen las cosas bien les sobre, dedíquense a ayudar a más orientales.

Muchos están desubicados como chupete en el c…, casi me desboco al final.
Que todo sea para bien…

Un comentario en «Discriminación: “Trabajar como un negro”»

  • Medio persecuta veo la cosa de la descriminacion racial. Yo estoy en desacuerdo que haya descriminacion de ningun tipo pero hay maneras de decir negro y afrodesendiente para que ambas sean con tono de burla y descriminatorias. Las palabras no cambian nada porque los agresores no se fijan en razas, sexo ni nada vivimos un mundo violento. Que no se convierta en fijacion porque esto va terminar en que se puedan malinterpretar de todo para que aparescan los violentos que no reconosen razas, religiones, nivel cultural, ni economico…miren el basquet y el futbol que es una prueba de eso…creo que racismo es otra cosa es no darte el lugar que te mereces por el simple hecho de pertenecer a una etnia, y los agresores y violentos son muy democraticos con esas cosa se ligan a todos por igual.

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