La batalla de Dunkerque
“Sin aquel repliegue hubiera sido imposible que Inglaterra ganara la guerra.
En Dunkerque, Churchill ganó tiempo para el mundo” (Nick Hewitt, historiador inglĆ©s)
Soldados britÔnicos luchan resguardÔndose de un ataque de los cazas alemanes, durante la evacuación de Dunkerque, en Francia.
En mayo de 1940, la monstruosa mƔquina bƩlica del Tercer Reich era imparable.
Ocupada Polonia el primero de septiembre del 39, todo el campo era (o parecĆa) orĆ©gano para mĆ”s invasiones y el sueƱo de doblegar al planeta.
El 10 de mayo, la blitzkrieg (guerra relÔmpago de aviones y tanques) aplastó a Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Francia con 141 divisiones, 14 mil cañones, 2.550 tanques y 4.020 aviones.
La resistencia no fue poca: las fuerzas aliadas, sumada Inglaterra, alcanzaban esas cifras, pero en menos de un mes, la blitzkrieg, por su mortĆfera velocidad, quebró todas las barreras defensivas en lo que se llamó “La batalla por Francia”.
Ante el colosal ciclón, el alto mando britĆ”nico decide evitar una orgĆa de sangre y ordena el repliegue de sus casi 400 mil hombres que luchaban en tierra francesa, que se refugian y quedan acorralados en el bolsón de mar que rodea el puerto de Dunkerque.
Solo hay para ellos cara o ceca: evacuación o muerte.
En la maƱana del 28 de mayo de 1940, Winston Churchill (1874ā1965) llegó a la CĆ”mara de los Comunes, analizó en su despacho, ante 25 ministros y consejeros, la marcha de la guerra.
“DespuĆ©s aƱadĆ, con toda tranquilidad, que, por supuesto, independientemente de lo que pasara en Dunkerque, seguirĆamos luchando”, recordó en sus memorias: seis volĆŗmenes que ganarĆan el premio Nobel de Literatura en 1953.

Soldados franceses son evacuados de Dunkerque el 5 de junio de 1940
Casi todos se levantaron, gritaron “Ā”bravo!” y le palmearon la espalda. Sobre ese instante, escribió: “No dudo de que si hubiera titubeado, me habrĆan expulsado de mi cargo”.
Y a partir de ese punto nació una de las mayores hazaƱas āleyendas, para ser mĆ”s justoā de la segunda gran guerra.
Desde el 20 de mayo, la Corona britĆ”nica hizo arder sus genes marinos. Todo barco -toda cosa capaz de flotar- fue requisado entre Londres y el sur del paĆs para salvar esas vidas. La cruzada se llamó Operación DĆnamo, al mando del almirante Bertram Ramsay, pero inspirada por la fĆ©rrea decisión del mariscal de campo John Vereker Gort.
SegĆŗn narró Churchill, “los oficiales del Almirantazgo, registrando varios astilleros, lograron 40 lanchas a motor, botes salvavidas de los transatlĆ”nticos, remolcadores, veleros, barcos y botes pesqueros, y hasta yates āgrandes y mĆnimosā de placer. Todo para salvar a nuestro querido ejĆ©rcito”.

Alrededor de 400 mil soldados debĆan ser evacuados por las fuerzas britĆ”nicas de la playa de Dunkerque en junio de 1940
Sobrevuelo sobre Dunkerque, Francia, en junio de 1940. Europa estaba sometida a la maquinaria de muerte de Adolf Hitler
Empezaba a nacer la frase que el premier hizo cĆ©lebre en septiembre de 1941, despuĆ©s de que los ingleses (y los londinenses, sobre todo) soportaran, dĆa y noche, los letales bombardeos nazis: “Nunca tantos debieron tanto a tan pocos”, dedicada a las hazaƱas de los pilotos de la Corona en la Batalla de Inglaterraā¦
El 27 de mayo a la noche, esa desigual fuerza de profesionales y voluntarios (Ć©stos, jóvenes y viejos) pusieron proa a Dunkerque: en total, 800 embarcaciones. “La armada mosquito”, como la bautizó Churchill por su habilidad para moverse rĆ”pido, en silencio, atacar, huir, volver a atacar, enloqueciendo al enemigo.
Pero esa gesta contó ācuestión polĆ©micaā con uno de los tantos errores de Adolf Hitler, que poco o nada tenĆa de estratega: solo su pavorosa maquinaria bĆ©lica y humana.
El 24 de mayo, con las tropas enemigas inermes en Dunkerque, Lille, Boulogne y Callais, en lugar de asestarles el golpe final, le ordenó al general Gerd von Rundstedt, jefe de los vehĆculos blindados del grupo de ejĆ©rcitos A de la Wehrmacht (todas las fuerzas unificadas), detener a los tanques panzer en las puertas de Dunkerque. ParĆ”lisis casi decisiva para el Ć©xito de la Operación DĆnamo.

12 de junio de 1940: refugiados buscan resguardo de un bombardeo alemƔn en Dunkerque
ĀæPor quĆ© esa vacilación? Dos teorĆas se esgrimieron por aƱos. La primera habla de la bipolaridad de Hitler: ataques de furia seguidos de largas caĆdas en mutismo, decisiones alocadas, cĆ”lculos irracionales sobre su poderĆo (en especial cerca de la derrota, despuĆ©s del desembarco aliado en NormandĆa ā6 de junio, 1944ā). La otra es polĆtica: conjetura que no quiso humillar a Gran BretaƱa para lograr un tratado de paz (versión del mismo von Rundstedt en 1945), ya que no querĆa enfrentarse a ellaā¦, al parecer porque un consejero le advirtió que atacarla podĆa ser un trĆ”gico error: solo habĆa que revisar la historia para comprender el valor y la determinación del viejo león.
Mayo 26, once y media de la noche, hora de las islas. Comienzo oficial de la Operación DĆnamo: llega a Dover, desde el continente, el primer grupo de tropas, recibido con infernal fuego de artillerĆa, bombardeo aĆ©reo, y la metralla en picada de los veloces aviones Stuka.
Miles de soldados ingleses, franceses y belgas forman una desesperada fila en la playa, esperando ayuda: esa evacuación que suena imposibleā¦
Para peor, las bombas nazis devastaron el puerto de Dunkerque, solo practicable con marea alta para los 40 destructores y los 130 barcos mercantes y de pasajeros alistados por la Royal Navy para la evacuación.
La Batalla de Dunkerque en sĆ misma (en la pura acción) duró apenas 10 dĆas: del 26 de mayo al 4 de junio de 1940. Pero sus hechos y su resultado la elevaron al mĆ”ximo Parnaso de la guerra.
Porque en esas 240 horas quedó expuesta toda la materia del horror (aquella Ćŗltima palabra de Kurtz, el terrible personaje de Conrad en su libro El corazón de las tinieblas): la guerra en su total caleidoscopio de locura, coraje, sacrificio, sangre y muerte, crueldad, sadismoā¦: lo peor y lo mejor de la especie humana.
Un resultado en el que nadie en Inglaterra creyó, y que rozó el milagro: mÔs de 200 mil soldados britÔnicos y mÔs de 100 mil de sus pares franceses y belgas que nunca vieron a la muerte tan cerca, regresaron a sus tierras y a sus casas.
El 4 de junio, final de la epopeya, Churchill le habló a toda la nación con un doble mensaje: “Las guerras no se ganan con evacuaciones.
Seguiremos hasta el final. Lucharemos en Francia, lucharemos en los mares y ocƩanos, lucharemos cada vez con mƔs confianza y mƔs fuerza en el aire, defenderemos nuestra isla sea cual fuere el precio a pagar.
Lucharemos en las playas, lucharemos en los campos de desembarco, lucharemos en las calles, lucharemos en las colinas⦠”nunca nos rendiremos!”.
Antes, el primer dĆa de junio, en su editorial, el The New York Times dijo: “Mientras la lengua inglesa sobreviva, la palabra Dunkerque serĆ” reverenciada. Gran BretaƱa fue golpeada pero nunca conquistada. Siempre tendrĆ” un esplendor para enfrentarse al enemigo: la luz brillante de los hombres libres que Hitler no ha podido conquistar. El milagro de Dunkerque levantó el espĆritu nacional”.
El 7 de diciembre de 1941, el imperio de Japón atacó por sorpresa la base naval norteamericana de Pearl Harbor. Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial. En los dĆas del final, Churchill admitió que sin ese aliado la victoria habrĆa sido imposible.


Dicen que Churchill fue un zorro viejo y manipulador y que cuando hablaba con los aliados, hacĆa sonar sus medalla logradas como soldado para imponer su plan de batalla. Durante 7 meses entre 1940 y 1941, Londres recibĆa bombardeos aĆ©reos relĆ”mpagos que mató a mas de 20 mil personas y dejo a 2 millones de personas sin hogar. Churchill no aflojó.