20 abril 2024
MUNDO

Maestros

Teníamos maestro, porque las suplentes no duraban, por la mala conducta del grupo y se iban llorando y renunciaban, hasta que nos mandaron al maestro López Stemphelet y ahí no podíamos ni pedirle prestada la goma al del banco de al lado, porque con un bufido nos despeinaba.

Un hombre que no se quejaba de los sueldos de los maestros porque con el tiempo que le sobraba se preparó y entró como empleado bancario y se jubiló como Gerente del Banco de la República.

Una vecina le pidió a mi vieja si le preparaba a un sobrino para un concurso de banco y la vieja lo tuvo como dos meses y entró en el Banco Hipotecario, del cual se retiró también con un cargo gerencial.

Volviendo al match en lo mejor del partido el negro Justo Alberto Espinosa (que con el tiempo fue un gran gramillero en los lubolos) agarró la guinda y como buen negro hizo cualquier maravilla y arrancó para el arco.
Bueno, arco es un decir, arco no era, sino un montón de piedras con alguna túnica arriba para marcar el límite.

Espinosa iba gastando el útil (como dicen los comentaristas de fútbol) y derechito para el arco y suena el pito y se siente un grito: “qué cobrás la puta que te parió”.

Si señor, con todas las letras. No me gusta poner palabras groseras en un cuento, pero es la realidad y tal como se dieron las cosas eran las palabras apropiadas para ese momento.

El maestro era maestro, era hombre además grandote, del Interior donde las palabras gruesas no son de recibo y era el juez.

El habilidoso Espinosa era jugador y alumno.

El negro quedó gris, sin exagerar.

Había en la situación cierta incompatibilidad.

No hubo necesidad de recurrir al tribunal de penas de la A.U.F., ni plantearle el tema a la directora de la escuela, todo se arregló entre hombres, entre el negro y el maestro, sin hablar ninguna palabra, simplemente lo echó del partido y por una semana estuvo suspendido en el fútbol.

Eso era lo que más amargó al niño Espinosa.

En la escuela como si no hubiera pasado nada, claro que el negro no dio revancha ninguna al maestro, porque se le fue la boca, pero no era estúpido.

Esa fue una de las mejores lecciones que recibió de la escuela pública.
Los Crottogini eran unos cuantos hermanos y la mayoría hicieron magisterio.

Nosotros en facultad elegíamos para las materias difíciles los mejores profesores y para las fáciles o esas que estaban de relleno a profesores light.
Otro maestro con mayúscula fue el Esc. don Raúl Crottogini, que para pagarse los estudios había estudiado magisterio y con sus haberes de docente se bancó la carrera universitaria, la cual se vio favorecida, con un catedrático que sabía de pedagogía, materia inexistente en la universidad de la República, asimismo fue actuario en el poder judicial.

El Crotto como le decíamos en la jerga estudiantil y sin que se enterara el profe, era de los que nos hacía pasar al pizarrón y solitos, con tiza y borrador, resolver los problemas tributarios, sin nadie que soplara y con él hasta las tablas teníamos que saber.

No era la época de las maquinitas y si las había costaban una fortuna.
Sus exámenes eran un puente de burros, el que no sabía no pasaba y a quejarse a Magoya porque Hortencia está de licencia.

Nosotros elegimos a Crottogini y nos tuvo todo el año en el aire, estudiando como locos, habiendo llegado al extremo que había un impuesto muy difícil de calcular y que había sido derogado y nosotros luchábamos para que no lo preguntara en el examen, pero él se paró en los pedales, dijo que estaba en el programa. Ante nuestra insistencia levantó la mesa un jueves, porque nosotros no lo habíamos estudiado y la convocó `para el martes siguiente con ese tema incluido.

Cuando se levantó el cuarto intermedio, no preguntó el tema en cuestión, pero sostenía que haberlo estudiado ese fin de semana nos servía y serviría en el futuro, porque nadie podía recibirse ignorando tal impuesto.
Por eso lo habíamos elegido a él como profesor, no por lindo, por piola, sino por buen docente.

Otra maestra con mayúscula fue María Celia Corral Varela, maestra, no recuerdo si de jardinera o de primero y escribana.

Se recibió de maestra y ejerció, simultáneamente como tal, cuando inclusive era catedrática en facultad e inclusive llegó a ser integrante del Consejo de la Facultad.

Un día la fui a buscar a la clase, por un material que necesitábamos y por lo que se sentía de afuera, estaba dando impuesto de herencias y parece que los compañeros estudiantes no les entraba lo que ella estaba explicando y la siento decir, para explicar un problema de sucesiones: “Resulta que Fulanito conoce a Menganita y hete aquí que se casan y por esas cosas, les cae del cielo un repollo y dentro del repollo había un nenito”.

En serio y a la chacota, por la vía del ridículo, les estaba haciendo entrar en las cabezotas un tema sencillo de herencias.

Esos profesores fueron excelentes en lo suyo, y en la docencia los ayudo a ellos y a nosotros, lo que sabían de pedagogía, porque se podría dominar mucho los códigos, pero si no se sabía explicar lo que decían iba a ser una conversación muy difícil de concretar, sobre todo cuando no veían las dificultades.

Fueron personas como muchas otras que no les gustaba que nadie les diera nada de arriba y acostumbraban a ganárselo ellos por sus propios medios.
Mi vieja a la que nombré en la primera tanda era de las maestras que ganaban, en el caso de ella 45 pesos por mes y pagaban 30 pesos de alquiler, mi viejo se agarraba las tales calenturas cuando le decían “marido de maestra”, como si fuera un mantenido, porque en aquel entonces la ocupación de las esposas era labores y las mujeres no salían a buscar el sueldo fuera de la casa.

En la casa cocinaban para afuera y ahí marchaban los chiquilines llevando las viandas, lavaban ropa para afuera y ahí se las veía con los tales atados sobre la cabeza haciendo equilibrio y no se les caía.

Por los años 50 hubo un movimiento de maestros, por la mejora de sus sueldos y la cosa llegó al límite, de estar al borde de la huelga, el Presidente de la República don Andrés Martínez Trueba, un farmacéutico de Florida, estaba en la contra de los maestros o simplemente cuidando el mando del presupuesto y recibió a los maestros que tenían un buen pasar, una ínfima minoría que lo tenían por herencia o por matrimonio, entre los que se encontraba mi madrina, los cuales se ofrecieron a ir a dar clases en forma gratuita si ocurría tal insuceso.

Mi vieja estaba del otro lado, y con la maestra María Noya, gran líder de los maestros, cuyo nombre lo tengo de oídas, los maestros salieron a superficie un rato en los años 50 y salió el famoso artículo 30 en una rendición de cuentas, que le permitió a mi madre como primer sueldo de jubilación pasar la astronómica suma de los $ 100 y algo más, cantidad que nunca había percibido, ni soñado percibir en sus más de 30 años de ejercicio.
Mi vieja le retiró el trato definitivamente a mi madrina, por tal actitud antigremial y yo me quedé lisa y llanamente sin madrina.

Eran otros Pérez los de aquel entonces, pero los maestros en aquella época tenían un empleo único, no corregían los deberes en clase poniendo a dibujar a los alumnos, sino que los deberes los corregían en su domicilio y se llevaban a los chiquilines que eran más limitados a casa, les deban café con leche, con algún pan chico y los adelantaban en los estudios.

Mi vieja nunca hubiera dejado a los niños sin clase, porque en la escuela se enseña y en la casa se educa y era totalmente contraria a la universidad de la calle, en la época actual está fracasando la escuela con la enseñanza y la familia con la educación.

Los padres y los alumnos no saben cuando hay clase o paro o lo que fuere con el peligro de dejar niños y adolescentes en la calle a la buena de dios, como está la cosa en los últimos tiempos.

Hoy todo se espera del Estado, desde arreglar un banco en la escuela o cambiar un vidrio roto en la escuela, pareciera que las comisiones pro fomento no existieran y la escuela y el liceo no fueran propiedad de los alumnos y del barrio.

Claro que antes las leyes de los chorros eran no afanar en el barrio y hoy se roba hasta los alimentos de los merenderos de los niños de los barrios carenciados, donde viven los propios chorros.

Estamos en una sociedad, que según la letra de la ley, debe dar todo y los malos integrantes de la misma le pegan a los caídos robándole una mísera sustentación diaria de lunes a viernes, porque los sábados y domingos no corre la caridad pública.

Un comentario en «Maestros»

  • Estan pa la joda y ojo que lo mas probable sea que los 22 dias que no dejaron que los botijas fueran a clase terminen recuperandolos con solamente 2 clases.
    Esta o no de vivos?

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