23 abril 2024
PERSONALIDADES

Tiradentes

En Montevideo en Av. Brasil entre Juan Benito Blanco y la Rambla, sobre el conocido bar el Expreso Pocitos, está una plazoleta que recuerda el nombre de Tiradentes, la cual luce diversas placas de distintas logias de la Masonería del Uruguay.

Joaquim José da Silva Xavier (Minas Gerais, 16 de agosto de 1746 – Río de Janeiro, 21 de abril de 1792), entró a la historia con el sobrenombre de Tiradentes -que su traducción vulgar del portugués viene a ser: sacadientes- fue un odontólogo, militar, minero, comerciante y activista político brasileño, considerado como héroe nacional de su país por haber asumido en exclusividad la responsabilidad de la Conspiración Minera -estrictamente Inconfidência Mineira-, primer intento serio de independizar a Brasil del Reino de Portugal, a fines del siglo XVIII.

Primeros años

Nacido en un pueblo del distrito de Pombal, Tiradentes era hijo del portugués Domingos da Silva Santos, propietario rural, y de la brasileña Maria Antônia da Encarnação Xavier. Era el cuarto de siete hermanos. En 1755 y 1757 murieron sucesivamente su madre y su padre.

No estudió de manera formal, sino que se puso bajo la tutela de un padrino, que era cirujano. Trabajó ocasionalmente como minero y en diversas tareas relacionadas con la farmacia y la odontología, lo que le valió su apodo de Tiradentes.

Con los conocimientos adquiridos en su trabajo de minero se hizo técnico en reconocimiento de terrenos y en exploración de sus recursos, y empezó a trabajar para el gobierno.

En 1780 se alistó en el ejército de Minas Gerais, y en 1781 fue nombrado por la reina María I(1), comandante de patrulla de Caminho Novo, que conducía hasta Río de Janeiro y que garantizaba el transporte del oro y los diamantes de la región. En ese periodo, comenzó a criticar las misiones de exploración del Brasil por parte de la metrópoli, lo que resultaba evidente cuando se comparaba el volumen de riquezas tomadas por los portugueses y la pobreza en la que seguía viviendo el pueblo.

Descontento por no conseguir ascender en su carrera militar (en la que sólo llegó al grado de alférez) se licenció en 1787. Esto ocurría porque en la Policía Colonial Portuguesa, así como en todas las Fuerzas Armadas de la metrópoli lusitana, todos los rangos militares arriba de alférez (teniente) eran reservados a los nacidos en Portugal, en una práctica muy común durante el colonialismo en América Latina.

Actividad política

Durante un año Tiradentes vivió en la capital de la colonia, Río de Janeiro. Pero la imposibilidad de obtener beneficios en grandes proyectos de canalización que se desarrollaban allí hizo que sus sentimientos antiportugueses se acrecentaran. De regreso a Minas Gerais, empezó a preconizar en Vila Rica y sus alrededores la creación de un movimiento de independencia para Brasil.

A este movimiento se integraron miembros del clero y personajes de cierto relieve social, como los poetas Cláudio Manuel da Costa, antiguo secretario del gobierno, Tomás Antônio Gonzaga e Inácio José de Alvarenga Peixoto.

El movimiento ganó apoyo ideológico con la independencia de las colonias británicas en Norteamérica y la formación de los Estados Unidos. Factores regionales y económicos también influyeron en consolidar la rebelión en Minas Gerais, ya que la región producía cada vez menos oro. Los colonos ya no eran capaces de cumplir con el pago anual de cien arrobas de oro destinadas a la Real Fazenda, motivo por el que se unieron a la rebelión.

El sentimiento de rebelión alcanzó su momento álgido con la implantación de un nuevo impuesto por parte del gobierno colonial: una tasa obligatoria de 538 arrobas de oro, 8entre 588 y 845 kilogramos aproximadamente) en impuestos atrasados (desde 1762), debía ser ejecutada por el nuevo gobernador de Minas Gerais, Luís Antônio Furtado de Mendonça, vizconde de Barbacena.

El movimiento se inició la noche de la insurrección cuando los líderes de la conspiración salieron por las calles de Vila Rica dando vivas a la República, con lo que obtuvieron la inmediata adhesión de la población.

Sin embargo, antes de que la conspiración se transformara en revolución, fue delatada por los portugueses: coronel Joaquim Silvério dos Reis, teniente coronel Basílio de Brito Malheiro do Lago y el natural de Azores Inácio Correia de Pamplona, a cambio de ver condonadas sus deudas con la Hacienda Real.

El vizconde de Barbacena suspendió el impuesto y ordenó la prisión de los conjurados (1789). Tiradentes se escondió en casa de un amigo en Río de Janeiro, pero fue delatado por Joaquim Silvério dos Reis, quien más tarde, por su delación, entre otras cosas, recibiría de la corona el título de fidalgo.

Entre los conspiradores destacaron los religiosos Carlos Correia de Toledo e Melo, José de Oliveira Rolim y Manuel Rodrigues da Costa; el teniente coronel Francisco de Paula Freire de Andrade, los coroneles Domingos de Abreu y Joaquim Silvério dos Reis -a la sazón, delator del movimiento- y los ya mencionados Cláudio Manuel da Costa, Inácio José de Alvarenga Peixoto y Tomás Antônio Gonzaga.

EL mayor deseo de los inconfidentes era establecer un gobierno independiente de Portugal, crear una universidad en Vila Rica, formar industrias y hacer de São João Del-Rei la nueva capital de la región.

Condena y muerte

Joaquim José da Silva Xavier, Tiradentes, era probablemente el participante en la revuelta de menor posición social (era alférez y dentista práctico). Por esa razón, fue el único que asumió la responsabilidad por la conspiración, a pesar de que al principio negó su participación, y trató de exculpar a sus compañeros.

Encarcelados, todos los conspiradores tuvieron que esperar durante tres años hasta que finalizó el proceso por traición a la corona portuguesa. Algunos fueron condenados a muerte y otros al destierro. Luego, por orden de la reina doña María I, todas las sentencias fueron conmutadas por el destierro, excepto la de Tiradentes, que siguió condenado a muerte.

Y así, en la mañana del sábado 21 de abril de 1792, Tiradentes recorrió en procesión las calles engalanadas del centro de la ciudad de Río de Janeiro hasta el patíbulo. Ejecutado y descuartizado, con su sangre se firmó la certificación de que se había ejecutado la sentencia de muerte y se declaró su memoria infame.

Su cabeza se plantó en un poste en Vila Rica y sus restos mortales se distribuyeron a lo largo de Caminho Novo: Cebolas, Varginha do Lourenço, Barbacena y Queluz, la antigua Carijós, lugares en los que expuso sus discursos revolucionarios. Su casa fue destruida y todos sus descendientes deshonrados.

Legado

Tiradentes siguió siendo tras la Independencia de Brasil, una personalidad histórica relativamente oscura ya que, durante el Imperio, los dos monarcas, Dom Pedro I y Dom Pedro II, pertenecían a la línea masculina de la Casa de Braganza, y eran, respectivamente, nieto y bisnieto de la reina Maria, que había emitido la sentencia de muerte de Tiradentes.

Además, el republicanismo atribuido a Tiradentes lo hacía inaceptable como héroe nacional, en tanto la independencia de Brasil había tenido como protagonista principal al príncipe Pedro I de Braganza.

Tuvo que ser la Vieja República, o más exactamente los ideólogos positivistas que presidieron su fundación, los que buscaron en la figura de Tiradentes una personificación de la identidad republicana de Brasil, y mitificaron su biografía.

Esto explica su iconografía tradicional desde fines del siglo XIX, con barba y camisola, al lado del cadalso, lo que le da un cierto parecido a Jesucristo y que, al parecer, carece de verosimilitud. Como militar, lo máximo que Tiradentes se permitió fue un discreto bigote. En la cárcel, en la que pasó sus últimos tres años de vida, los presos estaban obligados a afeitarse, incluso fueron encontrados en su celda después de su muerte una navaja de afeitar y un espejo. Todo esto reduce la credibilidad de la imagen histórica formada sobre el héroe a inicios del siglo XX.

Aunque nunca se casó, Tiradentes tuvo dos hijos, João, con la mulata Eugênia Joaquina da Silva, y Joaquina, con la pelirroja Antonia Maria do Espírito Santo, que vivía en Vila Rica.

Está considerado Patrón Cívico de Brasil y la fecha de su muerte es día festivo en todo el país. La Capitanía de Minas Gerais, donde él vivió, con el advenimiento de la República, se convirtió en el estado de Minas Gerais, y hasta hoy en día a muchos habitantes de esta región del país les gusta oír con mucho respeto la historia de su ilustre compatriota Tiradentes, el primer líder revolucionario de matiz verdaderamente republicano de Brasil.

(1) María de Aragón, la fanática

A pesar de ser pionera de la inquisición portuguesa y artífice de otras crueldades contra los judíos, María de Aragón y Castilla, Reina de Portugal, tuvo tiempo para tener diez hijos con el rey Manuel I de Portugal, apodado El Afortunado.

La cuarta hija de los reyes católicos se había casado con el viudo de su hermana mayor Isabel y había logrado darle la decendencia que la primera no logró. Los éxitos de sus hijos hablaron por ella. Juan, su primogénito, fue rey de Portugal, Isabel fue Emperatriz del Sacro Imperio Germánico al casarse con su primo el Emperador Carlos I, Beatriz tuvo descendencia de héroes, Fernando, Alfonso, María, Enrique, Eduardo y Antonio tuvieron sus propias gestas.

Pero su dolor de cabeza fue su cuarto hijo Luis, quien se casó en secreto con una mujer judía con quien tuvo un hijo natural.

Quizá esto acrecentara la inquina de la reina contra los judíos, hasta convertirla en la principal promotora del proyecto imperial de su esposo de destruir ciudades santas, empezando por Jerusalén y terminando en las islamitas Medina y La Meca. A la hija de los reyes católicos esta posibilidad le complacía.

Por suerte no vivió demasiado para seguir alentando las intervenciones destructivas y violentas del pogromo (squeo y matanza de judíos), pero sí lo suficiente para ver gobernar a su rey afortunado sobre Brasil y buena parte de África. A su muerte a los 35 años, su viudo Manuel I Rey de Portugal, se casó en terceras nupcias con la sobrina de sus difuntas esposas: Catalina, la última hija de Juana La Loca. Todo volvía a quedar, otra vez, en familia.

(2) Pedro I, el emperador que declaró la independencia de Brasil

Pedro de Braganza y Borbón, el joven hijo del rey de Portugal, fue quien en 1822 proclamó la independencia de Brasil en lo que se conoce como el Grito de Ipiranga. Personaje polémico, admirado y repudiado, representó los vaivenes políticos, ideológicos y culturales de una época convulsionada de la historia americana y europea, pero ¿quién fue este personaje?

Pedro I de Brasil y IV de Portugal nació en 1798, en el Palacio de Queluz, cerca de Lisboa, en Portugal, siendo hijo del rey Juan VI y de Carlota Joaquina de Borbón, quien a su vez era hija del rey de España Carlos IV.

Tenía nueve años cuando Napoleón invadió su país y hubo de huir junto a sus padres al exilio en Brasil, en 1807, trasladándose con ello la única monarquía europea que se implantó en América. En Río de Janeiro, en 1817, se casó con Leopoldina de Habsburgo (1797-1826), archiduquesa de Austria. De esa unión nacieron siete hijos, entre ellos Pedro de Alcántara, que luego sería el segundo y último emperador de Brasil, Pedro II.

En 1821, cuando era consejero político de su padre, estalló en Portugal la revolución constitucionalista, por lo que le sugirió a su progenitor que regresara a Lisboa para aplacar la agitación popular ocasionada por la ausencia de la familia real. Poco después, Juan VI promulgó un decreto mediante el cual trasladaba de nuevo la corte a la metrópoli y dejaba a su hijo Pedro como príncipe regente de Brasil.

Al año siguiente, con ocasión de las medidas adoptadas por las cortes lusas contra el estatuto político y económico de Brasil, el príncipe Pedro se unió a la causa independentista, por lo que recibió el título de Defensor Perpetuo de Brasil.

El 7 de septiembre de 1822 afirmó «Por mi sangre, mi honor, mi Dios, juro dar libertad a Brasil:

Independencia o muerte!» De esta manera, rompió los lazos políticos con Portugal, a orillas del riachuelo Ipiranga, cercano a Sao Paulo, que es lo que se conoce como el Grito de Ipiranga. Esa misma noche, Pedro y sus compañeros propagaron la noticia de la independencia brasileña de Portugal. El príncipe fue recibido con gran celebración popular, siendo proclamado emperador del Brasil el 12 de octubre y coronado formalmente el 1 de diciembre.

Tras enviudar en 1826, contrajo matrimonio en 1829 con la princesa Amelia de Beauharnais, princesa y Duquesa de Leuchtenberg (1812-1873); unión de la nació una hija. Se sabe que el monarca tuvo además varias relaciones extramaritales, siendo la más conocida la que estableció con la duquesa y marquesa Domitila de Castro, a quien conoció días antes de la proclamación de la independencia. De estas uniones consta que el emperador tuvo al menos cinco hijos, los que también recibieron los títulos de condes y duques de Alcántara Brasileiros.

Tras una crisis política que terminó con la renuncia de sus ministros, y en medio de una fuerte crisis económica y de rechazo por parte de la corte del actuar del emperador, Pedro abdicó del trono de Brasil en favor de su hijo Pedro II, de 5 años de edad, el 7 de abril de 1831. Regresó a Portugal para luchar contra su hermano Miguel sobre quien había recaído el derecho a la corona al renunciar Pedro para quedarse en Brasil y constituir Reino del Brasil.

Finalmente, cuatro meses después de recuperar el título arrebatado por su hermano y rechazando a la vez los títulos de España y Grecia, Pedro falleció de tuberculosis, en la misma habitación del Palacio de Queluz donde había nacido, a la edad de 36 años. Según reconoce una reciente investigación desarrollada en 2012 por la Universidad de Sao Paulo, fue enterrado con uniforme, insignias y condecoraciones de general luso, es decir con todos los honores de Rey de Portugal.

En 1972 sus restos se trasladaron a Brasil y fueron enterrados en la cripta del Monumento de Ipiranga.

(3) Pedro II Emperador de Brasil

(Río de Janeiro, 1825-París, 1891) Emperador de Brasil. Primogénito de Pedro I y Leopoldina Carolina de Habsburgo, subió al trono a la edad de cinco años, tras la abdicación de su padre. En 1840, a los catorce años, fue declarado mayor de edad y proclamado emperador. En 1843 contrajo matrimonio con Teresa Cristina de Borbón de Nápoles.

Hombre de esmerada educación, se relacionó con numerosos intelectuales europeos, pero las ideas aprendidas no se reflejaron en su actuación, y su escaso talento político ante los asuntos de Estado le hizo optar por el papel de moderador entre los dos partidos tradicionales.

Su reinado fue eminentemente conservador, en alianza con los terratenientes propietarios de esclavos. Su tendencia a intervenir en los conflictos de la América hispana implicó a Brasil en varias guerras en la región del Río de la Plata.

En 1888 abolió la esclavitud, decisión que le granjeó la enemistad de los hacendados, en quienes se había apoyado durante mucho tiempo. Desde los inicios de la colonia portuguesa de Brasil en el siglo XVI y durante todo el período imperial, el trabajo de los esclavos había sido elemento determinante en las grandes propiedades agrícolas, lo cual explica que la introducción del trabajo libre erosionara de forma irreversible los cimientos políticos de la monarquía.

Las relaciones de Pedro II con la Iglesia Católica se vieron ensombrecidas por su condición de gran maestre de la masonería. Por todo esto, la Iglesia y el conservadurismo radical le retiraron su apoyo. El ejército, temeroso de la influencia de las monarquías europeas emparentadas con la familia imperial, también manifestó su recelo con respecto al emperador.

Totalmente aislado, Pedro formó un gobierno de conservadurismo avanzado, pero la iniciativa no funcionó. Depuesto en 1889 por un pronunciamiento republicano, se vio obligado a exiliarse en París.

Somos distintos hasta en eso, el Grito de Asencio lo dieron unos criollos Venancio Benavidez, y Perico Viera y el Grito de Ipiranga lo dieron gente de Sangre Azul.

2 comentarios en «Tiradentes»

  • Antes no había aviones intercontinentales que cruzaran en horas el Atlántico, los viajes duraban varios meses y los viajeros corrían grandes peligros en alta mar, las tormentas, las enfermedades, los motines, los piratas….etc.etc…
    La verdad es que los reyes tenían una lista muy corta de candidatos para mandar al viejo mundo y no venían los más virtuosos sino los más inconcientes o ambiciosos, y les prometían el oro y el moro para que no se rajasen. Es lo que hay valor dijera Kesman..

  • Gerardo, por ventura tu sospechas que los que venian a América eran los que la pasaban bien en Europa. Les mentían al pueblo habriento, que les iban a dar útiles de labranza y que harían la América, y les daban un palo ( a guisa de arado) y erreglátelas como puedas. En nuestra tierra no se morían de hambra porque Hernandarias había hecho de esto un lugar privilegiado con ganado cerril qye lo carneaban por una lonja de carne y se sacaban las miserias de la Europa que no los bancaba más. El emigrante se despedía de su familia, como despiden los deudos a los muertos en el cementerio, porque dificilmente los volvieran a ver, pero el tema era el hambre y las guerras..
    Por qué tantos Irlandeses en Estados Unidos, por la gran habruna que hizo fracasar varias cosechas de papas. Los señores feudales, utilizaban la mano de obra más ruin y miserable y los que sobraban a América. Como se pobló Australia?, con los presos que atiborraban las cárceles de Inglaterra y como la gran mayoría eran hombres, después de exportaron mujeres a la isla continente para poblar el lugar. Y todo por el estilo.

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