Cabo Polonio
Hace una tropa de años iba a Cabo Polonio por el día.
El carrero que usé la primera vez y el que busqué para las ulteriores, era don Rudecindo Pereyra, en la zona no hay como errarle el que no es Pereyra de primer apellido, lo es de segundo.
Rudecindo era un criollo frondoso en el habla hermosa de los rochanos o rochenses, siempre con alguna anécdota a flor de labios y gustosa y florida.
El récord de Pereyras lo tiene La Coronilla, el pueblo se llama como ya se estableció, en honor al árbol de flores amarillas y excelente leña para los asados con carne de la zona donde los animales comen pasturas con salitre marítimo y la carne tiene ese sabor especial más el de ganado descansado.
Frente a la entrada, al Pueblo La Coronilla y al balneario homónimo, o sea del otro lado del mar, por la Ruta 9, hay un pueblo llamado Capacho, aunque no sé si ponerle la categoría de pueblo, porque me parece que se fraccionó una punta de una estancia, sobre el carretero, -como le dicen en Rocha a la carretera- y creo que no está habilitado municipalmente dicho fraccionamiento, con calles, tendido eléctrico y todo.
Bueno no amolar, tiene luz, calles, pero el agua es de aljibe, manantial o cachimba.
Saneamiento a pesar del monopolio de OSE, pozo negro con robador (caño que pincha el pozo negro para que la materia quede en el pozo y las aguas negras drenen por el campo).
Ud. notará mucho más verde el pasto en donde están los robadores por la urea que contiene la orina.
Una diez cuadras más adelante, hacia el Chuy, por el otro lado de la carretera hay un pueblo con todos los servicios que se llama pueblo Pereyra.
Ah… me olvidaba, Capacho no es nombre, ni apellido, sino que es un apodo que se transmite por herencia y los que ostentan tal denominación son Pereyra de apellido.
En una palabra el pueblo Capacho viene a ser Pereyra, al igual que el pueblo que está más adelante.
Claro que hay otros apellidos que en el departamento de Rocha le pelean el puesto a los Pereyra, como los Graña (todos descendientes de un mismo tronco y parientes de unos pocos que están por San Antonio, Canelones), los Correa (descendientes del Comendador Correa y aspirantes todos ellos y un letrado de la estirpe que les sacó, en su momento, cien dólares a cada uno, para patrocinarlos, a heredar todo Rio Grande do Sul, más o menos, sin contar que haya habido prescripciones en el decurso de un par de cientos de años), los Barrios, los Amaral, los Corbo, los Olivera, los de los Santos, los Terra y sé que me estoy olvidando de unos cuantos apellidos, con lo que me van a reventar en algún Comentario, aunque andan muy quietos por ese rubro, yo calculo que es por los calores y las carnestolendas.
Bueno…, volviendo al Cabo con Rudecindo, fue cuando me hizo el cuento de los coreanos, que aparecían en la costa, cuando aquellos vuelos y que él desde lejos, cuando veía a las gaviotas carronieras viejas, ya sabía que no era lobo muerto y que el médico que hacía de forense, como todos en campaña, hay que hacer lo que venga, diagnosticaba rasgos orientales, y hoy el ADN, después de tanto tiempo, ya le ha dado nombre a unos cuantos NN argentinos del Cementerio de Rocha.
No sé si el médico está vivo, pero si lo estuviera se tendría que haber muerto de vergüenza y el juramento de Hipócrates dejémoslo para otro artículo.
Lo no tan lindo y telúrico del viaje en carro con el Rude, es que uno estaba en la línea de fuego, de uno o dos, de los tres caballos que tiraban del carro, los que al correr por la orilla se les aflojaban los gases de la fermentación de los pastos ingeridos y lo embalsamaban a uno con sus ventosidades, a veces también con el IVA de salpicaduras de estiércol fresco, que es muy distinto al seco, porque ensucia más y de color verde.
Hablando de estiércol seco, los muchachos, juntaban unos hongos blancos, que se criaban en las deposiciones (bosta) de las vacas y los caballos y se los fumaban y viajaban como locos, sin moverse de su sitio, alucinógenos como la gran siete, igual que las campanillas del floripón, que se veía en las casas viejas.
Si iban los muchachos de la D.E.A. de U.S.A. decomisaban todos los caballos y vacas, porque no eran maruja, pero el efecto era bastante parecido.
Por la noche la muchachada se sentaba en la arena formando un círculo y fumaban maruja o lo que fuere.
El olor era parecido a aquellos cigarrillos de convenio, en aquellos tiempos en que el Estado, subsidiaba los cigarrillos para que todo el mundo fumara, al revés que ahora que los curten de impuestos para que no fume nadie y se habla de sacar la maruja a precio dumping para combatir la pasta base.
Los cigarrillos de convenio Exeter, Plymouth y otros nombres, parecían ser hechos con vainilla o algo parecido, eran bien asquerosos.
Un día le pedí a una amiga que me consiguiera un porro y tuvo lío con mi compañera y ahí me perdí la oportunidad de entrarle al vicio con las dos patas, porque si pruebo la quedo, me salvé en el anca de un piojo.
Había un rancho muy lingo y lo vendían en US$ 3.000, buena plata pero para aquel entonces era accesible, mi compañera estaba desesperada por que lo comprara, estaba como loca, inclusive el dinero lo tenía en el bolsillo en ese mismo momento.
Me negué a comprarlo porque estaba en un predio fiscal o sea que no podía ser objeto de propiedad privada, ni aunque lo prescribiera y sin título para mí no era negocio.
Pasaron los años, las topadoras y ese rancho hermosísimo se salvó y hoy cuesta una fortuna.
Todavía en el día de hoy me putea por no haberlo comprado.
En el momento no me percaté que US$ 3.000 se pueden perder perfectamente y el mundo no se termina, ni hubiera dejado de comer por falta de dinero.
Por dormir en ese rancho en aquel entonces costaría unos US$ 120 por día, dos personas, sin agua, sin electricidad, ni heladera, nada confortable.
Lo hubiera desquitado en un par de veranos, pero ese negocio no era para mí y a otra cosa y si me hubiera metido la topadora le habría pasado por arriba.
No se consuela quien no quiere… eso dicen…
Pasaron los años y el Francés, que dicen que era un argelino de pasado tenebroso, puso un sistema de camiones cigüeña (de alguna forma tengo que definirlos) que le sacaron lo pintoresco de la entrada y salida en carro, pero mejoraron muy mucho en eficiencia la entrada y salida del Cabo a horas predeterminadas y algunos jeeps entraban y sacaban gente a cualquier hora, en caso de emergencias.
La “intelligentzia” compatriota, en especial pintores, se regodeaban con los turistas y algunos cuadros vendían.
De ahí viene la anécdota que tal vez haya escrito alguna vez.
Había un muchacho muy joven, criollo de ahí, lobero en invierno (sí, de esos que mataban a los lobos marinos a palos) y en sus ratos libres y en post zafra hacía bloques y ranchos.
Con los alquileres tenía un buen pasar y pocos gastos.
Se juntaba con las chicas de la onda culta y como buen criollo de oreja parada al servicio de la información y archivando datos para cultivarse.
Un día salió con un perico siete, hablando de ese pintor que tiene nombre de caballo.
Dejó a todo el mundo patitieso y patizambo, quién podría ser el pintor con nombre de caballo.
Uno, que tal vez fuera, tan poco cultivado como el muchacho, por asociación la embocó, dijo “Picasso”.
Talmente,picaso es un pelo de caballo como el zaino, o el tordillo.
Si hubiera habido una peste, con el tema de las cachimbas y los pozos negros, podrían haberse cosechado unos cuantos cadáveres, dado que el arena filtra las materias gruesas, pero las bacterias y toda la flora y fauna intestinal pasan de largo, en ese caldo bordelés que se saca a pulso de las cachimbas.
El hervido del agua es fundamental y para consumo las bebidas envasadas, porque un jugo de naranja puede ser estirado perfectamente con agua de cachimba las consecuencias imprevisibles, con suerte hepatitis.
El lavado de la vajilla se hace con esas aguas.
El Cabo es para cierta edad y por mi temperamento no aguanto más de 4 o 5 días, con una buena dotación de libros, heladera a kerosene y el baño del polaco, agua y trapo, en la verija y en los sobacos.
No piense mal de mí, en Buenos Aires, en un buen hotel, con 4 o 5 días viendo espectáculos y comiendo como reyuno, banco bien, pero no mucho más.
Que todo sea para bien…