26 abril 2024
CRÓNICAS

El mate

Infusión diaria que practica diariamente por la mañana y a los que no los desvela por la tardecita el uruguayo urbano o rural.

Muchas veces al que lo desvela después del mate se toma un lexotán o alguna pichicata para los nervios.

Este es el famoso mate uruguayo al que le llaman porongo y los argentinos conocedores calabaza, porque el femenino del nombre uruguayo para los argentinos es una mala palabra.

Pasa también con un montón de cosas como una comida que se hace a la parrilla con el intestino del cordero que inclusive se enrolla sobre si mismo y significa lo mismo que el femenino del mate uruguayo.
También tómase por ese nombre la parte superior del individuo que pocas veces se utiliza para pensar y muchas veces para cabecear la pelota, la cual a veces se encuentra totalmente poblada de pelo y otras veces con una leve pelusita.

Pero también se le da el mismo nombre al utensilio que se llena de yerba ídem y antes se utilizaba en el campo al amanecer campero, aunque después se le dio ese nombre a los muy cabezones, puro mate.

El mate se fue aquerenciando de tal manera con el tipo que llegó hace muchísimo tiempo a la ciudad.
Lo heredamos de los indios lo mismo que los incidentes en los partidos de fútbol, claro que los indios no jugaban al fútbol.

No jugarían al fútbol pero cuando bajaba el malón se daban con hacha y tiza, claro que carecían de hacha y de tiza, porque no habían llegado a la edad de hierro, ni a la del yeso, el hacha la sustituían con una piedra trabajada atada fuertemente con unos tientos a un palo, se partían la cabeza entre ellos, sin soltar el palo ni la piedra.

En los tiempos modernos sin estar acompañada de la pava y la negrita que hacía 500 viajes diarios a la cocina para cebar el mate para el patrón apareció el termo que no comía ni ocupaba una pieza de la casa, sin contar el tema del sueldo y leyes sociales.

Ahora el termo, está acompañado con una indumentaria de cuero donde se suele aplicar una calcomanía del Che Guevara, al igual que al mate (porongo), para demostrar a los mirantes no tomantes nuestra vocación progre.

Donde no debe faltar nunca es en el escritorio de la oficina de un ente público, mientras el público del lado de afuera del mostrador contempla la rueda de mate.

Con los argentinos, entre otras cosas nos diferencia, aparte del fútbol, el “ta” con el “viste”, el “termo” con la “pava”, aunque últimamente se están civilizando y descubrieron esa herramienta que no necesita un bracito chiquito abajo del brazo izquierdo, el mate “amargo” del mate “dulce”, el mate “porongo” del mate cualquier envase como ser vaso, y cualquier recipiente que no pierda por abajo.

El otro gran diferenciador es el “cómo le va” con el “que ashé boludo”.

Antes a un comercio de estilo y renombre estaba absolutamente prohibida la entrada con el mate, hoy la necesidad de vender los dejan entrar hasta en calzoncillos.

Infaltable en los trabajadores de los servicios de acompañantes de enfermos.

Las estadísticas nos tienen en primer lugar mundial en el consumo de yerba mate y de whisky importado, per cápita, lo cual nos pone en el temperamento de seres sociales muy sociales porque tanto el mate como los éteres etílicos se comparten entre varias personas.

También nuestro consumo per capita mayor que Argentina, Brasil, Chile, Perú, Bolivia, Paraguay y Ecuador nos guita de aquella estrofa de un tanto que decía “yerba de ayer secándose al sol”, ahora la tomamos de primera mano.

Hoy hay ruedas de mate en las oficinas a la vista e impaciencia del público al que se le exige que concurra correctamente vestido y tenemos amaneceres camperos en los juzgados y demás oficinas.

Creo que lo de la ropa es fundamental, pero que venga mateado a la oficina y no haga sebo no es mala idea, lo mismo que las limpiadoras limpien las toneladas de polvo que hay en los pisos.
Conozco las propiedades estimulantes del mate, pero también conozco el ritual del mate que se pueden dejar pasar las horas alrededor de la bombilla.

Cuando estudiante era el único montevideano de los cuatro compañeros y nuestro régimen de estudio era de 7 am a 12 y de 19 a 24, en el lapso de 12 a 19 laburando para hacer el peso que nos hiciera morfar, como dice la letra de tango.
Tenía prohibido tocar la bombilla para que el mate no se lavara como buen chapetón del asfalto.

Eran dos termos por la mañana y dos por la noche, no digo la cantidad de exámenes que dimos en un año, porque puede sonar a jactancia y los salvamos todos y es puedo decir que nos recibimos todos en ese lapso y nuestra maratón de yerba y libros no ha sido igualada.

Pero una rueda de mate donde no paraba al mate y si alguno llegaba tarde tenía un buen lío con los restantes, porque por culpa del que llegaba tarde perdíamos tiempo de estudio los restantes, porque después teníamos que remar para ponerlo en el rumbo.

El otro día vi en una tienda de las caras y para gente de guita, un muchacho con excelentes championes de marca y para gente de guita, un short de marca de esos que tienen seis bolsillos, una remera verde con leyendas sobre desaparecidos hace 40 años y un termo de acero de esos caros con la cara del Dr. Ernesto Guevara Lynch, y su compañera vestía muy elegantemente, él se sentía muy proletario cheto, pero era más burgués que el dueño multimillonario del comercio, él se estaba vendiendo un uniforme progre, aparentando ser progre y siendo un burgués, si no era tal un poco más y tuviera una puntita de campo y fuera terrateniente.

Estimado no me pare la vuelta que se lava el mate, ni se le ocurra tocarme la bombilla.
Estimados…. Que todo sea para bien…

2 comentarios en «El mate»

  • Tomar mate es un habito que para algunos es mal visto y aquello de que para mostrar la garra charrúa hay que sacar el acha de meter es de uruguyo……pero no siempre es irse a las manos.
    Lo malo es que cada vez se ve menos garra charrua y mas violencia en todo.

  • La garra charrua siempre fue un mito. No existe para el fútbol ni para nada. Hacha por favor va con H.
    El mate en la oficina es el emporio del sebo, el mate antes de salir de casa o al volver del laburo.

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