26 abril 2024
PERSONALIDADES

Magia Negra

El jefe de policía de París, La Reynie, detuvo en diciembre de 1677 a un tal Luis de Vanens, protegido de madame de Montespan, en aquel momento favorita del rey.

Se encuentra en su domicilio una cantidad de pócimas y venenos.

Se descubre que Vanens se dedicaba a la magia negra con encantamientos y oraciones pronun¬ciados sobre el vientre de perros y otros animales.

La Reynie vacila un tiempo pues con madame de Montespan por sus influencias él no se atreve a tanto.

Pero un día de enero de 1679 un suceso casual viene en su ayuda.
Aquel día MariaBosseestaba en casa de una amiga suya Vigoureux, y envalentonada por el mucho vino bebido se jacta de su suerte diciendo: “Tres envenenamientos más y podré retirarme de los negocios”.

Uno de los invitados, de esos que nunca faltan, lo contó a la policía, la cual detuvo a las dos mujeres, cuyas explicaciones permitieron a La Reynie llegar a una tal Catalina Deshayes, conocida con el nombre de Voisin, que se dedicaba a la quiromancia, la astrología, amén de ser echadora de cartas y otros oficios por el estilo, en una palabra le faltaba una materia para recibirse de bruja.

En su casa de la calle Beau¬regard recibe a todo el mundo conocido en París y, entre las que se encontraba madame de Montespan.

Frangoise de Tonnay-Charente, había heredado de su madre un gran sentido religioso y de su padre el gusto por la aventura y por la galantería, dos tendencias contradictorias que marcaron profundamente su vida.

A los 22 años se casa con Lois-Henri de Pardaillan de Gondrin, marqués de Montespan, matrimonio que no era más que un paso para entrar en la corte y conseguir suplantar a mademoiselle de La Valliére, favorita del rey, en el lecho del monarca.

Lo consigue a duras penas pero lo consigue.

El rey entra en su habitación vestido como un guardia suizo y no sale de ella hasta primeras horas de la mañana.

Un día, durante la cena, la reina se queja de que el rey no se ha acostado hasta las cuatro.

Se excusa por su trabajo “real”, lee los documentos y despachos que le han preparado sus ministros, cosa que no satisface a la reina.

El rey procura evitar la sonrisa; los cortesanos, que conocen la aventura real, disimulan discretamente.

El marqués de Montespan no era un marido complaciente, y cuando se enteró de la aventura de su esposa no se consideró honorado por ser cornudo real.

Después de una violenta discusión con su esposa, fue a hablar al rey de hombre a hombre.

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Le habla de la Biblia y amenaza al monarca de la venganza del cielo si no cesa el adulterio con su mujer, lo que causa gran regocijo en la corte, que no estaba acostumbrada a reacciones semejantes. La marquesa de Montespan se queja de que su marido y su loro sean causa de bromas entre la gente.

El caso es que Montespan acabó por complacerse en su papel de marido ultrajado.

No consiguiendo recuperar a su esposa, hace que sus criados se vistan de luto y tapiza su carroza con telas negras.

El rey le preguntó por quien llevaba luto y él le contestó por mi esposa.

El impertinente fue desterrado a las tierras de su padre y lejos de atemperar su rabia se complace en exhibirla.

No contento con tapizar de negro su carroza hace bordar unos cuernos dorados que la decoran y convoca a toda la familia a unos funerales por el alma de su esposa penetrando en la iglesia por la puerta grande, ya que decía que la altura de sus cuernos no le permitía entrar por las puertas laterales más pequeñas.

Madame de Montespan pidió la separación de cuerpos y bienes con el apoyo de su real amante.

Su esposo fue condenado, acusado de sevicias contra su esposa. Es decir, tras cornos palos.

Ésta era pues madame de Montespan, implicada en lo que se llamó el Drama de los Venenos.

Una vez detenida la Voisin, ésta empezó a confesar sus crímenes y La Reynie, que estaba habituado a lo más bajo y terrible de la delincuencia, no pudo evitar decir: “Es difícil imaginar crímenes más horribles”.

Abortos, infanticidios, sacrilegios y envenenamientos, todo ello en cantidades tan terribles que hacen estremecer al que lee los procesos que se siguieron.

Se averiguó que la Voisin y sus cómplices estaban en combinación con sacerdotes degenerados, organizadores de misas sacrilegas. Estos eclesiásticos vendían a los clientes de las envenenadoras pactos con Satanás.

Profanaban hostias y se hacían misas negras a la luz de cirios confeccionados con grasa humana sobre altares en los que se degollaban niños.

La sangre de estos últimos entraba en preparaciones inmundas con intención afrodisíaca o criminal.

Las pequeñas víctimas eran compradas a prostitutas o madres solteras o robadas a sus padres por una red de infames proveedores.

La Voisin reconoció que ella sola había enterrado en su jardín o quemado en su homo más de dos mil cadáveres o fetos.

Se descubrió entonces que madame de Montespan había recurrido a tales misas negras y su cuerpo desnudo había servido de altar.

Se había pagado un escudo para comprar un recién nacido, que fue degollado y ofrecido al diablo en sangriento sacrificio.

La sangre del niño había sido mezclada con el vino del cáliz y consagrada al diablo.

Su corazón y sus entrañas habían servido para hacer unos polvos mágicos para el rey y madame de Mon¬tespan.
Ésta había querido conquistar con tales procedimientos el amor del rey.

¿Amor?
Lo que movía a la criminal marquesa no era ese sentimiento, que a veces puede obnubilar el cerebro, era la ambición y el deseo de poder.

Quería aprovecharse de unos pretendidos poderes mágicos para conquistar no el amor del monarca, sino su voluntad.

Sólo se puede hablar de amor en un sentido muy lato.

Los protagonistas de esta terrible historia eran amantes.

Por parte del rey había tal vez, además del deseo físico, algo de pasión; por parte de ella sólo ambición y prostitución de la peor clase.

No creo que ninguna prostituta, por más baja estofa que se le atribuya, llegue a extremos tan delirantes como los narrados.

El escándalo fue tan grande que no se pudo ocultar al rey, el cual ordenó la creación de un tribunal especial para entender del asunto.

Se le llamó la Chambre Ardente y celebró sus sesiones desde el 10 de abril de 1679 hasta el 21 de julio de 1682.

Sobre trescientos casos juzgados no se pronunciaron más que 36 condenas a muerte, cosa sorprendente en un siglo en donde la brujería más trivial era suficiente para llevar a sus adeptos a la hoguera.

La Voisin fue ejecutada el 20 de febrero de 1680; se la llevó a la hoguera y, atada a una viga de hierro, se la cubrió de paja, que ella procuraba apartar.

La paja servía para hacer más rápido el fuego; además, el condenado moría por asfixia antes que por las quemaduras.

Las cenizas de la Voisin fueron esparcidas al aire.

El proceso continuaba y llegaban sus consecuencias hasta las gradas del trono: Olimpia Mancini, condesa Sois- sons, amante de Luis XIV, tuvo que huir, al parecer avisada por orden del propio rey, que seguramente ignoraba detalles de sus crímenes; María Ana Mancini, duquesa de Bouillon y hermana de la anterior, fue acusada de tentativa de asesinato de su esposo, cuya muerte le hubiese permitido casarse con el duque de Vendóme, y fue condenada a quince meses de exilio.

Títulos y más títulos de la corte real, príncipes y princesas, duques y duquesas, marqueses, condes, grandes caballeros en cantidad exorbitante figuran en los procesos.

La Montespan había dado siete hijos al rey: un hijo muerto a los pocos meses de nacer, el duque de Maine, el conde de Vexin, mademoiselle de Nantes, mademoiselle de Tous, mademoiselle de Blois y el conde de Tolosa.

Todos ellos intervinieron más o menos en la vida política y galante de su época.

Madame de Montespan veía que, no obstante ello, su papel de favorita se estaba terminando, cosa que sucedió cuando Luis XIV tuvo conocimiento de la documentación reunida por La Reynie, y que le horrorizó hasta tal punto que un día, a la muerte de La Reynie, se hizo entregar todos los papeles del caso y los quemó cuidadosamente.

Lo que no sabía el monarca era que el honrado funcionario había sacado copia de todos ellos.

El poderío de madame de Montespan había terminado.

Otra mujer le sustituyó en el corazón del monarca, era la viuda del poeta Scarron, conocida más tarde con el nombre de madame de Maintenon, que acabaría casándose con el rey en matrimonio morganático.

Madame de Maintenon se ocupó de la educación de los hijos del rey y de madame de Montespan.

Era mujer muy creyente y devota.

Madame de Montespan fue apartada de las ceremonias de la corte e intentó reconciliarse con su marido, cosa a la que éste se negó. Se retiró a un convento y allí murió en 1691.

Era un hábito para las impías morir encerradas en un convento.

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