18 abril 2024
PERSONALIDADES

Manuel Flores Mora

Era descendiente en línea directa del caudillo colorado del Siglo XIX Venancio Flores.

Perteneció en el aspecto intelectual a la llamada Generación del 45 y tuvo vínculos de amistad con muchos de sus principales exponentes. Trabajó desde su juventud como periodista en diversos medios de prensa.

Vinculado a Luis Batlle Berres, éste lo llevó al diario Acción, de la Lista 15, y allí se convirtió en redactor político, alcanzando más tarde la subdirección.

En las elecciones de 1954 fue electo diputado, alcanzando la reelección en su banca en los dos comicios subsiguientes (1958 y 1962).

Tras el fallecimiento de Batlle Berres se separa de la Lista 15 e integra el Frente Colorado de Unidad.
En 1966 obtuvo una banca de senador.

Al año siguiente fue designado Ministro de Ganadería y Agricultura por el presidente Óscar Diego Gestido, tras la muerte de éste continúa en el gabinete de Jorge Pacheco Areco; pasa después a desempeñarse como Ministro de Trabajo, pero abandonó el cargo en junio de 1968, por discrepar con la implantación de medidas prontas de seguridad por parte de Pacheco.

Opositor al gobierno de Pacheco desde el Senado, al que retornó tras dejar el gabinete; sin embargo, mantuvo un diálogo correcto con Pacheco, quien llegó a ofrecerle la candidatura a la Presidencia, que Flores Mora rechazó.

En 1971 fue a la vez candidato a Presidente de la República, acompañado en la fórmula por Amílcar Vasconcellos, y a Vicepresidente, acompañando al propio Vasconcellos.

Ninguna de ambas fórmulas obtuvo una votación elevada, y Flores Mora perdió su escaño parlamentario.
Tras el Golpe de Estado del 27 de junio de 1973 se convirtió en un activo opositor al régimen militar.
Integró el Consejo Editorial del diario El Día.

En los últimos años de la dictadura escribió, en las contratapas de la revista “Jaque”, que contribuyó a fundar en 1983, artículos que alcanzaron gran celebridad, en los que denunció los diversos atropellos cometidos por los militares en el poder.

Falleció a los 61 años, el 15 de febrero de 1985, el mismo día en que se instalaba finalmente un Parlamento democrático tras once años de dictadura militar en el país.

En dicho parlamento, su hijo Manuel Flores Silva ocupó una banca senaturial.

Pensamos como el poeta bíblico, que el hombre hijo de mujer vive brevemente entre miserias, es hollado como la flor de los campos y pasa como las sombras.

Pero creemos que asimismo esta vida tiene un sentido profundo; puesto que algún día llegará la hora en que lo perdamos todo – el tránsito el fin después del cual nadie se lleva nada; ni riquezas, ni honores, ni acciones, ni gloria, ni palabras, ni fortuna – sino que le queda una sola cosa que es volver a la tierra, diría que, pues que tierra vamos a ser, no olvidemos nunca que en el caso de casi todos ustedes, como en el mío, cuando volvamos a la tierra va a ser precisamente a ésta, a la uruguaya, a la nuestra.

Yo, que como ustedes soy hijo de una tradición milenaria que piensa que el hombre nada vale, que sólo vale lo que él haga al servicio de los demás, digo que cuando bajemos a esta tierra la única cosa que nos podemos llevar es la convicción muy honda de que más allá de risas o de lágrimas, de penas o de glorias, ella nos reciba como al hijo que no la traicionó.”

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Biografía de Manuel Flores Mora

Parlamentario, periodista, escritor, historiador, crítico literario, nacido en Montevideo el 4 de setiembre de 1923, Manuel Flores Mora, Maneco, ingresó tempranamente al mundo de las letras y enseguida se destacó por la fecundidad de su pensamiento, la sutileza de su estilo, la lógica de su razonamiento.
En la formación de Flores Mora -que amó a los clásicos hasta proponérselos a veces como modelo-, hubo sin duda ese período fermental, que es ineludible en todos los escritores pero que en su caso queda perdido en la bruma del tiempo.

Es una lástima.

Porque sería importante que dispusiéramos ahora de esos trabajos y pudiéramos desandar el sendero que luego le llevó a convertirse en un periodista que ahora es mirado como un maestro, en un político lúcido, en un escritor de alto vuelo -aunque todavía estén inéditas sus obras de teatro y una novela.

Esta última faceta de Maneco guarda, para las prensas próximas, una novela, tres obras de teatro, y otros escritos de los que solo se conocen breves cuentas pero suficientes para dar clara idea de que, a pesar de que su vida transcurrió entre las tormentas políticas y la agitación periodística, siempre conservó intacta la vocación literaria.

Por razones seguramente comprensibles, no entran aquí esos escritos, que no permanecerán inéditos por demasiado tiempo.

Para información somera del lector anunciamos los títulos.

La novela incompleta: “Alba de Tormes”.

El teatro: “Casandra” drama en 5 cuadros divididos en 2 partes, donde el autor se apoya en el relato homérico; “El Senado”, en cuyo ambiente polémico él vivió varios años, y una tercera, que se llama “Trastamara o el límite”, y transcurre en el tiempo de Doña Juana la Loca.

Con una “Contratapa” se fue Maneco en el momento justo en que la luz recuperada entraba de lleno en el Uruguay, otra vez democrático.

El no alcanzó a vivirlo. Pero su imaginación poderosa sí alcanzó a verlo.

Para tener una visión más completa de lo que fue don Maneco Flores Mora a continuación transcribiré un reportaje que le hizo el amigo Graziano Pascale, que aunque nadie lo pensaba en ese momento fue el último que se le hizo en vida y tiene a mi criterio un valor de un testamento.

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La Generación del 45 en ocasión de la visita de Juan Ramón Jiménez. De izquierda a derecha, parados: María Zulema Silva Vila, Manuel Arturo Claps, Carlos Maggi, María Inés Silva Vila, Juan Ramón Jiménez, Idea Vilariño, Emir Rodríguez Monegal, Ángel Rama. Sentados: José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, Zenobia Camprubí, Ida Vitale, Elda Lago, Manuel Flores Mora.

El último reportaje

“El que no entiende lo que es ser colorado o ser blanco, no entiende lo que es el Uruguay”
El 21 de diciembre de 1984, Flores Mora fue entrevistado por el querido amigo Dr. Graziano Pascale para el semanario “La Democracia”.

“Ya para entonces “—son las palabras introductorias de Pascale— “este hombre había patentado un nuevo sistema para leer semanarios (de atrás para adelante)… ”, con la imposición de la “Contratapa” de Jaque
Reproducimos el reportaje, que fuera el último concedido a la prensa escrita.

Una vez un antiguo colaborador político suyo me dijo que si usted se hubiera dedicado profesionalmente a la literatura en lugar de volcarse a la política el Uruguay hoy tendría un Premio Nobel. ¿Usted qué piensa?
— Me tendrías que presentar a la delicia de tipo que te dijo eso para que lo invite a comer.
El Premio Nobel no garantiza nada.

Se lo dan a cualquiera, y se lo dan mal.

Como tengo un gran amor por la literatura española, me resisto a conceder autoridad a la Academia Sueca.
Fíjate que no le concedemos autoridad ni siquiera a la Academia Española…

La literatura no es un oficio: es un arte.

Me ha encantado siempre.

Yo creo aquello de que el idioma es la patria del hombre.

Aprender a decir es una de las maneras de aprender a sentir.

A través de 1a literatura uno se encuentra con los espíritus más grandes de todos los tiempos.

Creo en la literatura como expresión suprema de la cultura humana En ese sentido, creo que todos tenemos que hacer literatura.

No se puede vivir de espaldas a lo que es una de las dimensiones más altas del hombre.

Pero me parece que todo esto suena a lugar común, a caja de fósforos, y no creo que tenga mucho interés para tus lectores…

— ¿Sabe que muchos de ellos, sobre todo los más jóvenes, recién han descubierto este año que usted practica ese género a mitad de camino entre el periodismo y la literatura? Lo invito a evocar sus comienzos en el periodismo, cuando escribía crónica deportiva en “El País”.

— En realidad yo no escribía deportes.

Me limitaba a hacer notas en broma sobre partido» de fútbol a los que ni siquiera había asistido.
Fueron tiempos muy felices, muy lejanos.

Era otro Uruguay.

Yo escribía la contratapa en “Marcha”.
— ¿En d mismo estilo que la de Jaque”?
Tal vez me salían mejor.
Tenía más vigor en aquel entonces.
Eran tiempos de gran libertad.

“Jaque” y el resto de los semanarios empujaron a la gente diciendo cosas que hasta entonces no se podían decir, y que tuvieron un gran sentido espiritual para la reconquista de nuestra democracia.

Aquel Uruguay de mis comienzos en el periodismo era un Uruguay de mucha pasión, pero sin ningún odio.
Yo empecé mi vida periodística cuando un diputado, tío mío. Carlos Alberto Mora Otero, me llevó a “El Diario” de la noche, y me presentó a ese sensacional periodista y esa alma encantadora que es Carlos Manini Ríos.

De allí pasé a ‘Marcha”, después que Carlos Quijano leyó una cosa que yo escribí y me mandó llamar enseguida, Luís Batlle me mandó llamar desde “Acción” y don Carlos Scheck, el padre, me mandó llamar para que escribiera en “El País”.

Yo le dije; “Don Carlos, soy colorado.

En ‘Marcha’ escribo porqué como lo hago sobre temas nacionales puedo hacer la permanente aclaración de que Soy batllista.

Pero en deportes, ¿qué puedo hacer?

Si me deja firmo El Salvaje’ ” que era como los blancos nos decían a nosotros.

Nosotros le» decíamos “los blancos degolladores”, la verdad es que nosotros no somos tan salvajes…

– El periodismo y la política fueron para usted, entonces, dos actividades siempre paralelas.

— En este país ha sido así para mí y para mucha gente.

Cuando José Balite y Ordóñez comienza su vida, lo hace con ideas filosóficas, con ideas políticas y con poemas.

Uno de los más grandes espíritus que este país ha tenido nunca, para hablar de un blanco, Eduardo Acevedo Díaz, no sólo fue uno de los mayores dirigentes del Partido Nacional en el siglo pasado, sino que además fue uno de los mejores periodistas que este país ha tenido y el más brillante escritor del siglo XIX.

Tan es así, que cuando un gran escritor no hacía política, se sentía en la necesidad de excusarse tal es el caso de Julio Herrera y Reissig, que tiene unas páginas admirables cuando se borra como colorado y de Florencio Sánchez, que hace lo mismo en “Cartas de un flojo”.

Los uruguayos son literatos o no son literatos, pero la política en esta tierra, por fortuna, es una cosa que se mama en el pecho de la madre.

— ¿Cuándo Luis Batlle lo manda llamar para escribir en “Acción”, usted se integra también a la lista 15?

En esa época yo. vivía en casa de mi madre, en un gran caserón que ya no existe, que quedaba en Barreiro y Benito Blanco.

Un día llegué. y una polaca que iba a cocinar me dijo; “Lo llamó por teléfono alguien, que se llama igual que el presidente”.

Naturalmente no era Luis Batlle quien había llamado, aunque habían dejado su nombre.

Era un secretario llamado Eduardo Paz Aguare, que me hablaba en nombre del presidente.

Luis Batlle me pidió que hablara además con otras personas para llevarla» a la actividad política.

Me pidió concretamente que hablara con Zelmar Michelini, a quien fui a buscar al Banco Hipotecario.

Yo, por mi parte, le sugerí que llamara a Teófilo Collazo.

Junto con Segovia formamos el cuarteto inicial.

Collazo murió en plena juventud, en un accidente.

Uno de los terrores míos cuando veía a Manolo vocando en la carretera era que así murió Collazo.

Viniendo de Florida, al llegar a! puente de Santa Lucia se les reventó un neumático y se hicieron pedazos él,.

oulart y varias personas más. Cuando hagamos la historia de la liberación económica uruguaya y de lo que se ha peleado por ella desde el batllismo, habrá que recoger lo que fue el enfrentamiento del flaco Collazo con la Federación Lanera Internacional, para defender el derecho de este país a lavar su lana, a tejerla, y dejar de ser el mero proveedor de materias primas en estado natural que Europa, entonces, como ahora y como siempre, pretendía que fuéramos.

Yo fui a buscarlo y le conté que nos había llamado Luis Batlle. Entonces me dijo que no me podía acompañar porque tenía miedo que Luis Batlle lo echara.

En representación del estudiantado en un acto solemne en el Paraninfo, Collazo había encarada al presidente y le había exigido con dureza que no le entregaran el Hospital de Clínicas al Ministerio de Salud Pública sino a la Universidad de la República.

Cuando te vio Luis Batlle lo reconoció de inmediato, y le dijo: “Ah, usted es el del Paraninfo.
¡Qué buen discurso dijo aquel día.

A usted; le debo el haberle dado el Clínicas a la Universidad”-
jQué tiempos! ¿no?

– ¿Vio el programa de televisión en el que Zumarán dijo que usted era un hombre de carácter difícil, pero que era un gran uruguayo?

— No lo vi. pero me lo comentaron mucho, y lo tomé como una expresión de simpatía de Alberto Zumarán, que es también un gran uruguayo y que es un hombre difícil (risas).

Quizás con eso de “difícil” Zumarán haya querido decir que soy un poco gruñón, rezongón. Y soy un poco infierno, sí.

¿Quizás por eso mismo Wilson le dijo que usted había sido e1 más insoportable y repugnante parlamentario?

— No fue por eso,.no. En aquellos tiempos los enfrentamientos llegaban a niveles realmente de virulencia en la Cámara.

Admito que debí ser repugnante, visto desde la bancada de Wilson. Visto desde la mía, Wilson no era un santo.

– Cuando usted formé su propio grupo político lo llamó “Lucha Colorada” No había mención al batllismo, y usted debe ser uno de los pocos dirigentes de su partido que reivindica su condición de colorado con más intensidad que la de batllista. ¿Por qué?

– ¿Tú crees que este punto apasiona a los lectores de La Democracia? (risas), yo creo que el batllismo con toda la importancia que le asigno, es la expresión ideológica de la vieja alma colorada,. Cuando me asumo como colorado me asumo con todo te que el Partido Colorado fue en esta tierra, desde que lo fundaron, desde que aparecen en los fogones artiguistas las primeras diferencias entre los oficiales: unos para el lado de Oribe y otros para el lado de Rivera. Con todos los respetos para la otra parte, yo nací en esta corriente y veo al país con ojos de colorado.

— ¿Usted sabe que a lo» jóvenes les resulta difícil entenderle?
– Por mera ignorancia.
Y es muy grave.

Si yo estuviera definiéndome por amor a un trapo, a un color sería un tonto, un mero fanático.

Lo que pasa es que la integridad de un país supone estructuras. elementos dialécticos.

Así como «1 avión vuela por el aire, contra el aire y afirmándose en el aire, en el enfrentamiento de tendencias se van creando determinadas resultantes históricas.

Este país sin los blancos, no sería este país.

Este país, sin los colorados. No sería este país.

Por algo el 80 por cíen de los orientales seguimos siendo blancos y colorados.

La admisión de este principio de enfrentamiento y de integración, y de diferencia y de lucha en la fraternidad, que siempre suponen una unión última en el concepto nacional, es la República.

El que no entienda lo que es ser colorado o ser blanco, no entiende lo que es «1 Uruguay.

Pero no hay que confundir la concepción dialéctica y dual de la esencia nacional, con una concepción maniqueista, que es la que tendemos todos los blancos y todos los colorados cuando nos rascan. En épocas de degüello era explicable que los blancos dijeran que eran los únicos buenos, y viceversa.

Yo me acuerdo de una tía mía, muerta hace muchos años, que cometió el acto de insensatez, en Trinidad, allá por 1910. de ennoviarse con un blanco, igualmente insensato que ella, capaz de ennoviarse con una colorada.

La enfermaron tanto en el pueblo, que en una fiesta de 25 de agosto, con gran baile, para que no 1a acusaran más todas las amistades de haberse comprometido con un blanco, se fue vestid» de rojo.
Cuando llegó el novio le vio vestida «fe rojo desde veinte metros, se acercó y te dijo: “¿Te vestiste así por los caído» en Paysandú?”

“No le dijo con una voz helada y vibrante.
Me vestí así por los mártires dé Quinteros”
Y no se hablaron más.
Se quedó soltera.

Claro que eso era el Uruguay del lanzazo, el Uruguay maniqueista, el de los colorados y los blanco» en lucha donde, “Goyo Jeta” no se permitía morirse —y estaba boqueando – preguntando todos los días como andaba Timoteo Aparicio.

Hasta que un día le dijeron que se había muerto, entonces dijo: “¿Ah, te gané hasta esta y se murió tranquilo.
No debemos caer en eso, pero tampoco debemos caer en la herejía cultural de negar los partidos tradicionales de esta tierra, porque es negar está tierra.

Si negamos los partidos tradicionales, sólo nos quedan los once componentes de un equipo celeste, que haya ganado o perdido algún día.

A lo cual me resisto.

Esta es mi visión de las cosas.

Por eso soy tan colorado, y tengo tanta simpatía por los blancos.

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