26 abril 2024
CRÓNICAS

Tengo un Dios aparte

Soy y fui agnóstico toda mi vida, pero voy a hacer una breve reseña de mis antecedentes antiguos para hacer referencia a los medicinales y quirúrgicos últimos.

Un especial agradecimiento a los médicos del Hospital de Trinidad (Flores) y a los servicios asistenciales en general del Hospital Británico y su cuerpo médico en especial y en particular al cirujano Dr. Emanuel Montaña a un montón de especialistas y a la Dra. Internista María Eugenia Zeballos gracias a los cuales pude llegar a escribir este artículo.

Me picó una arañita chiquitita, que no la vi, ni dejó trazas de ella, nada más que la picadura en el codo del brazo derecho, soy diestro absoluto, con la zurda no me puedo ni rascar porque de torpe que soy me lastimo.

El brazo se me hinchó de una forma tal que parecía una mortadela de esas de boliches de campaña, con unos veinte centímetros de diámetro, o más, fui a mi servicio mutual, me internaron y me daban cada inyección espesa como para caballo.

Resumiendo porque son varias mis historias, cuando me dio el alta el cirujano, un veterano crack, hoy fallecido, me dijo, que cuando me internó tuvo una sola duda, si me tenían que amputar el brazo y si la infección pasaba para el cuerpo, sonde haría una septicemia y me pelaba como un ajo.

La arregle con las pichicatas que me dieron, una sonda entre los huesos cúbito y radio, si mal no recuerdo del liceo, del antebrazo y 8 días de internación.

Hospital de Trinidad

Otra, veníamos del interior de trabajar, a las 5 de la tarde de un domingo, altos del piso, porque estábamos desesperados por llegar y a más de 120 kmts por hora nos dimos de frente contra la rueda trasera de un camión que venía en sentido contrario, le arrancamos la tracción al camión, se mató el que manejaba y yo salí despedido del asiento de atrás, por la puerta delantera del acompañante, llevándome puesto dicho asiento en la pechada y caí en el campo entre la banquina y el alambrado, que no se a cuánto está pero no menos de 15 o 20 metros.

Sentí el ruido a fierros cuando el choque y el golpe contra un camellón de tierra que me cortó la respiración como cuando muchachos te metían una cortita entre las costillas.

Me tragué los lentes, todavía tengo la marca de ellos en la frente y me levanté y volví a la carretera, donde se habían juntado un montó de ómnibus, camiones y automóviles y cuando me vieron venir, pensaron que era un peatón que con el choque me habían tirado para afuera de la carretera e impresionados con la sangre de mi cara y mi camisa.

En el hospital de Trinidad, me atendieron formidable y tuve .una discusión con el médico de que yo no había perdido el conocimiento, hasta que me repitió las pavadas que yo había dicho en mi presunta lucidez y ahí transé.

Les había dicho a los médicos que: “había salido cinco minutos de mi cada a hacer un mandato y miren en el lío que estoy metido”, todo ello a 200 kmts de mi domicilio.

La saqué barata un par de lentes, dos costillas fisuradas, una noche en el hospital y vuelta en Onda para Montevideo, contra un muerto y otro que se había dado con la cabeza contra el parante del automóvil y estuvo hablando pavadas como quince días.

Otra, cuando muchachos menores de edad, en campaña, íbamos a robar sandías, las sacábamos de una quinta un par cada uno y nos íbamos al monte a comerlas.

Una noche estábamos apretándolas para sentirlas crujir, para saber si estaban maduras, cuando sentimos que una voz decía: “préndele”.

Cuerpo a tierra y la cara llena de hojas de plantas y tierra de las plantas de sandías, me levanté y salí como tejo y al llegar al alambrado pasé por entre los alambres, al mismo tiempo que sentía que los chumbos chiflaban contra los mismos y no me pegó ninguno.

El tercer chumbazo lo sentí cuando iba corriendo por el monte y los chumbos sonaban contra las hojas de los árboles.

Otra vez, fui a cobrar una cuenta a un cliente, y estaba en el escritorio del frente de la empresa, con el dueño y un hijo chico de él, cuando en el fondo sentimos un griterío.

Y mandó al chiquilín a que fuera al fondo para que las mujeres se dejaran de amolar con un ratón y a los pocos segundos vuelve el gurí corriendo y diciéndole al padre no es un ratón es un ladrón y ambos saltaron por el balcón a la calle.

El ladrón venía corriendo por adentro de la oficina y una secretaria se me abrazó y quedamos de espaldas contra la pared al costado de una puerta que unía las habitaciones.

Cuando el chorro me vió me tiró un tiro que me pasó a centímetros del brazo, que durante mucho tiempo cuando contaba el hecho sentía el calor en el brazo y siguió como venía y saltó por el balcón a la calle igual que lo habían hecho el patrón y su hijo.

Cuando vino la policía describí al ladron como un tipo de cara colorada y una remera celeste a rayas y la empleada negaba habérseme abrazado.

Después me enteré que era un pardo con una camiseta blanca.

Y la última de esta serie fue que estaba haciendo un asado en mi casa, en la época en que no había tejidos ni muros, ni rejas, ni alarmas, y me llama por teléfono una compañera para decirme que el marido, había salido con un revolver 38 a matarme, por mi presunta relación con su esposa, la cual no era cierta, pero ella en sus peleas con el marido le decía que él no servía para nada y que yo era un tipo bárbaro, inteligente, buen compañero y la mar en coche.

Acto continuo apagué todas las luces del fondo, noche sin luna por suerte, sin decirle nada a mi esposa para evitar tener otro lío, sin comerla ni beberla, agarré un tizón de hierro pesado, lo puse a mi lado y con la oreja pendiente de que llegara algún auto y pronto para salir por el terreno de al lado que estaba baldío y en la oscuridad reventarle el tizón en la cabeza sin decir agua va.

Pasa el tiempo, comemos el asado, yo con un nudo en el estómago no sé cómo lo pasé y nos fuimos a dormir.
Al día siguiente la llamo y me contó que el marido mamado por unanimidad, sacó el revolver en el taxi, el taxista se enloqueció al ver el arma y se zambulló con el vehículo en el bar volteando todas las mesas, sillas y parroquianos y un flor de desparramo providencial.

Terminaron presos ambos, el chofer y el marido vengador de la nada y yo me salvé de no sé qué, ni por qué.

En cuanto a nanas teniendo en cuenta la arañita que casi me pasa para el otro lado.

Me medicaron mal y tuve cuatro sincopes, pero volví de todos y de la luz en el fondo del tunel es puro cuento.
Estaba poniendo un tapa cables para un aire acondicionado y me había sentido algo mareado cuando estaba parado arriba de un escritorio y por las dudas me bajé y me senté en una silla.

De la silla resolví acostarme en el piso para no reventarme si me caía y ahí se me apagó la luz y volví cuando me andaban cacheteando para que volviera en mí.
A los pocos días, estaba acostado leyendo y se me apagó la luz y otra vez a los sopapos conmigo.

Tuve otro más

Y con unos médicos amigos, me llevaron al Dr. Fiandra para que averiguara que tenía.

Me estaban haciendo un cateterismo cuando se me volvió a apagar la luz y al rato sentí que me entraba el aire fresco en los pulmones cuando volví del síncope, pero el cateterismo me dio bien, pero lo que encontraron que tenía una carótida tapada y un aneurisma de aorta y me cambiaron la medicación.

Me operaron de la carótida, antes que el tapón se me fuera para la azotea y quedara hopa de por vida.
Me tuvieron unos años controlándome el aneurisma antes que se reventara, me operaron, me pusieron una prótesis que me tiene vivo hasta el día de hoy.

Gracias al Dr. Carmelo Gastambide, cardio cirujano y a pesar del Fondo Nacional de Recursos, que no paga operaciones que salvan la vida a los pacientes, se creen dioses que disponen de la vida y la muerte de los pacientes, por suerte la justicia los está poniendo en vereda.

Anteriormente me habían sacado la vesícula totalmente podrida con flor de piedra adentro, cosa que yo no me había enterado, hasta que tomé un vaso de coca cola y me quedó una puñalada en la boca del estómago y quedé doblado hasta que los de la ambulancia me levantaron en la jeringa y dormí hasta el otro día a las cuatro de la tarde.

Tuve tres neumonías, una arrendé una cabaña en Piriápolis por una semana, llegué fui a cenar a una pescadería muy buena y a las 6 de la mañana me desperté con un chucho solemne que no paraba de temblar, lo que me costó una semana de internación en el Británico y cuando volví junté las maletas y para las casas sin veraneo pshsfo una semana antes.

Otra vez fui en el BQB a Buenos Aires con el aire acondicionado soplándome arriba, de noche habíamos sacado entradas para el teatro, pero me vino el chucho solemne, viejo conocido mío, me banqué la bajada de fiebre y me vine para Montevideo y de pasada antes de ir a mi casa me quedé internado otra semana en el sanatorio.

Me jubilé con 40 años de servicios y 10 días de licencia por enfermedad, la jubilación me cayó espesa.

Estaba bastante harto de los médicos, porque siempre me encontraban algo y durante 6 o 7 años no fui a mis controles ni consultas.

Empecé a caminar con cierto mareo a la tardecita.

Me pescó mi esposa y se complotó con mis hijas, whatshap mediante y marchamos los cuatro a la médica, que no era amiga mía, para que no arreglara las cosas por mi cuenta, sino por la ciencia médica.

Del interrogatorio hablaron las tres y cada vez que yo quería meter cuchara, me dejaban como el último mentiroso y me echaban la boca.

Salí con una tropa de órdenes para un montón de médicos, y de los primeros análisis, la médica le dio prioridad al urólogo.

Ahí saltó un pólipo en la vejiga, fue por el 10 de noviembre y el 29 de noviembre ya me habían dado de alta de una operación de cáncer en la vejiga y a esperar la biopsia aunque ya la había visto fea el cirujano.

La enfermera de los análisis de sangre cada vez que me ve, nos damos un beso como viejos camaradas, le he dado bastante líquido venoso a la muy vampira, pero ni me entero cuando me pincha.

Me pasaron a un neurólogo por los mareitos, que ellos le llaman vértigo y me pasaron por un lote de máquinas más, y me dieron pase para un neurocirujano y el que dijo que no se arreglaba el tema con operación.

Me pasaron a un estudio de otorrinos y me hicieron unos análisis en los que me d io que del oído izquierdo oía un poco menos, con un par de informes.

Fui al otorrino de guardia, de palpite, porque varias veces hice tapones de cera en el oído izquierdo, y le canté, sin decir de todos mis temas, que me molestaba ese oído y me metieron un extractor y me sacaron un regio tapón de cera del oído y el vértigo se me fue inmediatamente.

Pasaron los tres meses de la primera operación y el urólogo me hizo una nueva operación en la vejiga para ver como venía la cicatriz de la operación anterior, me sacó la cicatriz y la mandó a hacerle una biopsia.

Ayer tuve noticias, la cicatrización no contenía ninguna célula cancerosa.

Me solucionaron ese tema entre el 10 de noviembre y el 4 de abril, con carnaval y turismo de por medio, eso es eficacia.
O sea por haber sido un desprolijo en mis controles médicos, me hicieron esa cantidad a análisis, me descubrieron un cáncer que no me había dado ningún síntoma y por el síntoma que fui me revisaron totalmente y no tengo cáncer alguno que haya sido detectado por las máquinas en otro lugar y el vértigo que hubiera dado a una operación al cerebelo, con trepanación del cráneo y un cableado hasta la zona gástrica lo arreglé con una extracción en consultorio de un tapón de cera del oído.

Mis amigos me dicen que mala hierba y otras cosas más groseras, pero estoy afuera y bailando.

He compartido con mis amigos lectores mi currículo médico y en lo que me queda es que por un tiempo tengo que evitar que me agarre un automóvil o una moto, o una yarará.

Que todo sea para bien…

Un comentario en «Tengo un Dios aparte»

  • Ese choque de ruta se llama nacer denuevo ..ysi antes te dedicabas a la cumbia villera y a la pasta base ahora podes empastillarte escuchar marama, la cumbia pop y nadie te puede joder con nada.

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